Arte en Datos 19 oct de 2020
por Gustavo Pérez Diez
Andrés Giaconi, coleccionista chileno de arte conceptual - Cortesía de Andrés Giaconi
En buena medida integran un grupo relativamente nuevo de los coleccionistas de América Latina y Portugal que, además, están reclamando y ocupando su lugar en el sistema del arte internacional en las últimas tres décadas.
Mientras que algunos sienten predilección por rescatar y visibilizar los inicios de las prácticas conceptuales en sus respectivos países, hay otros más interesados en coleccionar artistas de su misma generación y en dotar sus colecciones de una mirada más internacional.
Aprovechamos la celebración de la primera FERIA LA DISTINCIÓN - “Conceptualismo(s) a la vista", que, bajo la dirección de Paco de Blas y la curadoría de Fernando Castro Flórez, reúne a 23 galerías españolas en las que se podrán adquirir más de 300 obras de cerca de 50 artistas iberoamericanos, para hacer un pequeño mapeo del "coleccionismo de arte conceptual" en Latinoamérica y Portugal, a través de una veintena de casos; y tras conocer a una docena de sus pares españoles.
Hay que remontarse a la década de los años 60, cuando la escena artística latinoamericana tenía puesto su radar en los principales movimientos artístiscos que se estaban produciendo en los Estados Unidos. En este sentido, los artistas minimalistas y conceptuales estadounidenses actuaron como verdaderos referentes de los por entonces jóvenes artistas latinoamericanos que sintieron la necesidad de renovación e inserción internacional de sus prácticas artísticas.
Uno de ellos, el uruguayo Luis Camnitzer (Lübeck, 1937), en su texto 'Didáctica de la liberación: Arte conceptualista latinoamericano', publicado en 2008, explica, claramente, como durante los años sesenta y setenta el conceptualismo en Latinoamérica jugó un papel diferente al europeo y norteamericano, en lo que primaba la institucionalización y comercialización del objeto artístico. En la cultura latinoamericana, sin embargo, el conceptualismo es una estrategia y no un estilo.
Camnitzer, figura clave del arte conceptual latinoamericano, igualmemente señala cómo, después de 1970, las manifestaciones conceptualistas se integran en el arte más convencional y describe alguna de las consecuencias que surgieron cuando el arte pasó de ser un instrumento político a lo que se conoce como arte político.
Un caso ejemplar de coleccionismo de ese arte más conceptual y político, lo encontramos en el coleccionista chileno Andrés Giaconi. Giaconi ha concentrado su interés y puesto la máxima atención en artistas que crearon obra en plena dictadura y por lo tanto en un arte que buscaba interpelar ese momento político pero con un lenguaje muy particular como lo hizo Eugenio Dittborn, Gonzalo Díaz, el CADA, Alfredo Jaar, Paz Errázuriz o Arturo Duclos.
En la vecina Argentina, muestras como "Arte de Sistema", celebrada en 1971, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, siendo la mayor exhibición internacional de arte conceptual realizada en el país, que contó con artistas referentes del arte conceptual local como Marie Orensanz (Mar del Plata, 1936), despertarían, a buen seguro, el interés por las prácticas conceptuales entre jóvenes coleccionistas argentinos.
Hoy en día, algunos se han convertido en grandes coleccionistas, siendo, además, las propuestas que, desde entonces, les resultan más atractivas aquellas que tienen que ver con el arte conceptual.
Mauro Herlitzka, Esteban Tedesco y Gabriel Werthein encajarían, perfectamente, dentro de este grupo.
Hay expertos y curadores en arte latinoamericano a quienes les gusta aglutinar la producción conceptual latinoamericana bajo el epígrafe 'conceptualismo lúdico', así, recientemente, lo hacía el curador alemán Hans-Michael Herzog, en uno de sus últimos artículos de su serial, titulado, "¿Qué hace que el arte de América Latina sobresalga?".
"Un fenómeno que llegué a reconocer en el transcurso de los años como un denominador común del arte de América Latina es lo que me gustaría llamar 'conceptualismo lúdico'".
A modo de ejemplo, Herzog señala a Antonio Dias, Cildo Meireles, Waltercio Caldas, Liliana Porter, Juan Manuel Echavarría, Fernando Benedit, Miguel Angel Rojas, Teresa Serrano, Alvaro Barrios, León Ferrari o el referido Luis Camnitzer.
"Ellos tienen en común el haber desarrollado una infinidad de variantes de un conceptualismo múltiple que se parece poco a aquel enfoque unidimensional tan popular en el ámbito cultural estadounidense, porque este es más fácil de reconocer y explicar. La elegancia ambigua del sur -volcada a la exploración de dispositivos estilísticos con honduras narrativas y metáforas multifacéticas- desentona con los toscos esquemas del norte", explica quien fuera curador jefe, director artístico y co-creador de la otrora tan activa Daros Latinamerica Collection.
Otras colecciones privadas como la del venezolano de origen catalán y residente en Barcelona, Alfons Pons, iniciada en los años 70 y una de las más representativas del mejor arte latinoamericano de las últimas décadas, no hace sino reflejar y abundar en esta idea de que el arte conceptual latinoamericano ha desarrollado una "infinidad de variantes de un conceptualismo múltiple".
Hace unos años Pons llevo a cabo un importante depósito en el MACBA de Barcelona, en el que se incluían, además de los ya citados Caldas y Meireles, obras de Gabriel Orozco, José Damasceno, Iran Do Espirito Santo, Gego, Guillermo Kuitca, Jac Leirner, Rivane Neuenschwander, Ana Mendieta y Felix González-Torres, entre otros.
Precisamente, descubrir la obra del cubano García-Torres "le cambió la vida y le hizo entender que el arte es más sublime cuando lleva un mensaje, y que hay obras que pueden ser efímeras y eternas al mismo tiempo, según ha reconocido el empresario colombiano Leo Katz, consagrado como uno de los más importantes conocedores y coleccionistas de arte de su país.
De lo que no hay duda, es que el arte conceptual latinoamericano sigue gozando del apoyo e interés de un grupo relativamente nuevo de coleccionistas de América Latina quienes, además, están reclamando y ocupando (con cierto éxito, hay que decir) su lugar en el sistema del arte internacional a lo largo de los últimos 30 años.
Y es que, en este tiempo, el número de coleccionistas latinoamericanos que integran patronatos, consejos asesores o comités de compras de los más importantes museos e instituciones culturales nacionales e internacionales no ha dejado de aumentar, así como los comisarios en los nuevos departamentos de arte latinoamericano de relevantes instituciones museísticas, sobre todo estadounidenses como el MFAH, MoMA, Guggenheim o Met, pero, también europeos como la Tate, lo que ha supuesto un aumento considerable de muestras individuales y colectivas de artistas latinoamericanos.
Uno de los mejores casos lo vemos en el coleccionista brasileño Pedro Barbosa, miembro del Latin America and Caribbean Fund del MoMA (Nueva York), desde 2013; miembro de la Junta y Patrono Fundador del Comité de Adquisiciones Contemporáneas de la Pinacoteca do Estado de Sao Paulo, y, desde 2014, de su Consejo Consultivo; así como de Artists Space en Nueva York y de la Chisenhale Gallery de Londres.
Barbosa y su mujer, Patricia Moraes, a través de la Coleção Moraes-Barbosa, no solo coleccionan -en buena parte artistas jóvenes- sino que apoyan mediante residencias a artistas y curadorades en Brasil y en el extranjero.
La importante colección de este matrimonio está compuesta por más de 500 obras de arte conceptual en todos los medios. Una sección importante de su colección está formada por objetos efímeros (carteles, libros de artista y álbumes de vinilo) de los años sesenta y setenta.
Lo que viene a constatar que no solo sienten un interés por el arte joven sino que igualmente sienten predilección por rescatar y visibilizar los inicios de las prácticas conceptuales.
En su colección se pueden encontrar obras de artistas brasileños de distintas generaciones como André Komatsu, Cildo Meireles, Maria Thereza Alves, Marcelo Cidade o Jonathas de Andrade, e, igualmente, artistas extranjeros seminales como Robert Barry y Hans Hacke, entre otros.
Mezclar generaciones, pero, sobre todo, poner el foco a la hora de coleccionar en artistas de su generación es lo que define mejor la línea seguida por el chileno Luis Felipe Cordero. En este sentido piezas de Darío Escobar, Huanchaco, Gonzalo Pedraza o José Dávila reflejan por si solas el interés por artistas que hablan del período que le toca vivir a su propietario, pero, que, a su vez, pueden entrar en diálogo con creaciones de Eduardo Vilches o Raúl Zurita.
Si hay que destacar un denominador común, en bastantes coleccionistas latinoamericanos, ese podría ser que, en un principio, su intención fue la construcción de una colección con foco latinoamericano, pero que con el tiempo la han abierto a artistas de distintas procedencias.
Así, en un primer momento, la Colección Isabel & Agustín Coppel, iniciada en 1992 por el matrimonio mexicano Isabel y Agustín Coppel, tenía un marcado interés por el arte moderno mexicano, pero pronto reorientaron su atención hacia el arte contemporáneo.
El resultado es una colección muy heterogénea en lo que a tipologías artísticas se refiere -pintura, escultura, fotografía o instalación-. Según sus propietarios: "pretenden con ella que el espectador reflexione sobre el mundo actual y desarrolle su pensamiento crítico en relación a la experiencia estética".
Poseen obras de artistas contemporáneos mexicanos o vinculados a México como Abraham Cruzvillegas, Francis Alÿs, Carlos Amorales o Mélanie Smith. Pero no se limitan al arte de ámbito nacional, ya que poseen piezas de artistas internacionales y figuras clave del arte póvera y conceptual como Alighiero Boetti o Bruce Nauman.
Ricardo y Susana Steinbruch comenzaron su colección con las obras de figuras clave de la vanguardia brasileña de la década de 1950, artistas como Lygia Clark, Mira Schendel y Hélio Oiticica. Desde entonces, la han diversificado adquiriendo obras de artistas latinoamericanos contemporáneos como Gabriel Orozco y Damian Ortega.
En el caso de la colección de Cleusa Garfinkel comenzó su colección en 1974 adquiriendo pinturas de artistas modernistas brasileños, como Alfredo Volpi, Antonio Bandeira o Yolanda Mohalyi.
A partir de los años 80, pasó a interesarse por el arte contemporáneo, tanto brasileño como internacional, convirtiéndolo en su marca, e incorporó a su colección nombres como Alighiero Boetti, Beatriz Milhazes, Tunga, Cildo Meireles, Carlos Bunga, Jac Leirner y Carlos Garaicoa, entre otros.
Y del mismo modo, para muchos no solo se trata de coleccionar, si no de apoyar decidida y principalmente a artistas jóvenes.
Claramente, en este grupo se encontraría la brasileña Sandra Hegedüs (São Paulo), quien comenzó su colección de arte contemporáneo en 2005. Su deseo de apoyar la creación artística la ha llevado a crear, en 2009, SAM Art Projects, entidad sin fines de lucro, con el objetivo de promover el trabajo de artistas no occidentales en Francia, así como la de artistas franceses en el extranjero, a través de un premio anual y un programa de residencia.
Jóven talentos latinoamericanos como Iván Argote, Libia Posada, Maxwell Alexandre, Adrián Villar Rojas o Julieta García Vázquez se encuentran entre los artistas premiados, con residencias o exposición.
Además, SAM Art Projects es uno de los principales patrocinadores de arte del Palais de Tokyo en París, donde coproducen de dos a cuatro exposiciones cada año.
PORTUGAL EN CONCEPTUAL
Por lo que respecta a Portugal, también cuenta con magníficos coleccionistas en conceptual.
Jóvenes como Armando Cabral (Lisboa) son punta de lanza en su país. Cabral comenzó a comprar en 2004 y colecciona desde 2010. Cerca de 120 artistas (en su mayoría internacionales) y 250 obras representan las preocupaciones idiosincrásicas de este coleccionista: aspectos conceptuales y posconceptuales, cuestiones políticas (feminismo, crítica institucional, poscolonialismo), el desafío de convivir con la estética de los nuevos medios (video, instalaciones, fotografía), la arqueología del modernismo, la viabilidad de la pintura.
Según ha declarado: "No tengo una colección de nombres, pero tengo grupos de trabajo. Me gusta recopilar las distintas etapas de producción de estos artistas ". "¿Los criterios de mi colección? Artistas portugueses, que empezaron a exponer en los 80. Empecé coleccionando solo artistas consagrados que ya habían expuesto, y luego también busqué artistas emergentes con alto potencial artístico ". "Sabía que de alguna manera comenzar una colección de arte contemporáneo con solo artistas portugueses podría considerarse un reductor, pero sabía que había ventajas fantásticas en poder pensar de esta manera desde el arte nacional".
Cada vez es más habitual verle participando en charlas y conferencias sobre coleccionismo en museos y ferias de arte. Recientemente ha participado en una de las citas del Foro ARCOlisboa.
En cierta manera, Cabral estaría siguiendo la senda abierta por otros coleccionistas más veteranos como Norlinda y José Lima, Luiz Augusto Teixeira de Freitas, Fernando Figueiredo Ribeiro o António Cachola, quienes desde hace ya varias décadas, a través de sus importantes y amplias colecciones, ejemplifican, como pocos, el mascarón de proa del coleccionismo conceptual en Portugal.
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