#HistoriasdeComisarixs: Marisol Salanova y Victor Hugo Bravo

Creación 09 jun de 2021

por ARTEINFORMADO

       

Abel Azcona y Marisol Salanova en "Desenterrados"

Abel Azcona y Marisol Salanova en "Desenterrados"

La comisaría española Marisol Salanova y el chileno Victor Hugo Bravo narran sus respectivas experiencias con dos exposiciones que superaron ampliamente el ámbito estrictamente curatorial, desarrollando un proceso creativo que implicó a artistas y curadores.
A veces la mejor experiencia profesional -que ARTEINFORMADO solicitó para esta serie a curadores de nuestro ámbito- sólo se percibe así pasado el tiempo, como bien indica Salanova cuando dice que “A veces la pienso como la mejor y también la peor experiencia de la que extraigo aprendizajes cada vez que rememoro cómo evolucionó.”

Marisol Salanova (València, 1982), crítica de arte y comisaria independiente, empieza diciendo que “Sin duda el comisariado que más me ha quitado el sueño fue el de la exposición “Desenterrados. Retrospectiva de Abel Azcona” entre noviembre de 2015 y enero de 2016 en la Sala de exposiciones Conde de Rodezno de Pamplona, Navarra. A veces la pienso como la mejor y también la peor experiencia de la que extraigo aprendizajes cada vez que rememoro cómo evolucionó un encargo, en definitiva, institucional. El espacio, antigua iglesia desacralizada y monumento franquista reconvertido en sala expositiva, tenía un peso brutal. Además de que la cuidada selección de obra del artista fue bastante controvertida pero he de decir que el montaje y su recorrido tuvo todo el sentido del mundo. No se ideó para provocar, sí para concienciar. 

Si bien se trataba de mostrar distintas etapas y preocupaciones que motivan el trabajo del artista, el proyecto central sobre el que pivotó el comisariado fue la recuperación de los restos de republicanos fusilados durante el franquismo, mediante una investigación en torno a las fosas comunes cercanas y el registro de una emotiva performance en la que colaboró la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y una treintena de familiares de los asesinados en un acto simbólico rechazando la violencia fascista. Sin embargo, una obra anterior titulada “Amén” que reunía el testimonio de víctimas de abuso infantil por parte del clero en formato videoinstalación acaparó toda la atención de los medios y supuso una cortina de humo perfecta para, una vez más, no hablar de memoria histórica, represaliados y la latente presencia del pensamiento de ultraderecha que a día de hoy vemos tan obvia. 

La pieza de Azcona, destacada entre un centenar, contenía una serie de obleas en el suelo, entre los monitores de vídeo, formando la palabra “pederastia” para denunciarla de modo simbólico. La reacción de repulsa fue inmediata pero no como cabría esperar, pues las interpretaciones fueron desde que estaba haciendo apología de lo que denunciaba hasta que pretendíamos ofender los sentimientos religiosos de las personas católicas. Artista y comisaria recibimos amenazas de muerte, todo tipo de insultos en lo virtual y en persona por la calle, pintadas, vandalismo... Hasta la Asociación de Abogados Cristianos interpuso una demanda que finalmente el artista ganó. De hecho, un coleccionista internacional vio el revuelo en prensa y televisión y se interesó por adquirir la obra por una cuantía que el artista donó a una asociación de víctimas de abuso infantil, de manera que valió la pena.

Pero hasta entonces me retiré de la vida pública, pasé miedo y mucha, mucha tristeza por lo injusto del tema. Jamás me había sentido tan expuesta pese a que tenga fama de mediática y conozca cómo funcionan los medios de comunicación desde ambos lados. Tuve que pedir a google que borrase la localización de mi despacho justificando la amenaza real de agresiones. Como profesional recibí el apoyo de muchos compañeros del ámbito cultural e incluso político. Nunca olvidaré aquellos meses que se convirtieron en más de un año de lucha y la valentía del artista. Si ya admiraba el valor del trabajo creativo con fines activistas, aquella experiencia lo acentuó, me marcó. No obstante supuso un duro golpe que no hizo más que constatar la capacidad del arte contemporáneo actual para agitar conciencias.” 

 

Por su parte, el chileno Victor Hugo Bravo (Santiago, 1966) confiesa que “Te contaré brevemente mi experiencia desde ambos lados, como artista y como creador, curador, diseñador de proyecto, pensando siempre desde la vereda independiente y autónoma.

Para un pequeño contexto, dirigí durante 20 años el espacio Taller Caja Negra Artes Visuales, acá en Chile, espacio de borde, alternativo, de autogestión, entonces esa experiencia fortuitamente la pude trasladar al nuevo proyecto NOmade Bienal con el curador ecuatoriano Hernan Pacurucu.

Entre los nuevos proyectos también autónomos, construidos de redes independientes creamos “Gigantes y Derivas”, una gran exposición internacional en la ex cárcel de varones de Cuenca, Ecuador.

La experiencia fue extraordinaria, trabajamos ahí artistas de América Latina y Europa, convocados desde conceptos, y diría también utopías, de llevar las prácticas artísticas a otros derroteros, que circulan en los estatutos específicos de la producción visual pero también en la experiencia de reunirse, ampliar redes, crear nodos de trabajo, cariños, amistad y reflexión. Pues llegaron artistas de Polonia, Colombia, Chile, Ecuador, Argentina y Suecia y nos instalamos en una suerte de residencia móvil en casa de Hernan Pacurucu durante un mes. La entrega de cada artista, de los curadores y críticos invitados a los conversatorios, de los equipos de la universidad y sobretodo la recepción del público fueron una experiencia poderosa, logramos al poco tiempo y por el interés que despertó el proyecto, publicar un libro, por otro lado la empiria de trabajar en un espacio carcelario, recién desocupado, encontrarse con cientos de elementos que estaban ahí como memoria viva del lugar, recorres esta arquitectura sobria, llegar  al atardecer, no teníamos electricidad, ir cerrando las rejas, conocer a ex convictos que empezaron a llegar para ver y entender qué pasaba ahí y saber de sus experiencias al interior, esa vuelta a entrar desde otra mirada y todo esto contextualizado en el marco de la Bienal de Cuenca del año 2015… como un proyecto off que finalmente terminó constituyéndose en el centro de las expectativas, cientos de visitantes, muchos eventos a diario, en resumen una experiencia colaborativa, asociada, de aportes personales sumándose al colectivo, de apoyos mutuos, de convivencia entre todos, de sumar iniciativas y finalmente de creer que el proceso artístico es parte de la comunidad, está alojado en el tejido social, lo hacen todos, no es especial.”



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