Ansia de infinito en la colección de la Fundació Vila Casas

Creación 05 abr de 2019

por ARTEINFORMADO

       

Tarde de encuentro 1 (2002), de Mayte Vieta. Cortesía de la artista y de la Fundació Vila Casas

Tarde de encuentro 1 (2002), de Mayte Vieta. Cortesía de la artista y de la Fundació Vila Casas

"La colección de arte de la Fundació Vila Casas, centrada básicamente en artistas catalanes contemporáneos, es tan heterogénea como interdisciplinar pero podemos encontrar en muchas de sus obras ese ansia universal por el infinito, más allá de estilos y movimientos artísticos".
Este texto de Montse Frisach, que refiere una selección de una docena de obras de la colección, coincide con el anuncio de una nueva sede de la fundación para el sur de Cataluña, el Castell de Vila-seca (Tarragona), que acogerá su colección de pintura contemporánea catalana, desde el próximo mes de junio, y que se suma a los de Barcelona, Torroella de Montgrí y Palafrugell. 

Ninguno de nosotros se salva de estar lejos del espíritu de ese hombrecito que acababa fundiéndose en el espacio de lo mínimo en la secuencia final de la película El increíble hombre menguante, de Jack Arnold. "En ese momento conocí la esencia del infinito -dice el protagonista, en la última frase del film- Para Dios el cero no existe. Yo sigo existiendo". Las imágenes que ilustran ese final de una de las películas de serie B más míticas de Hollywood son galaxias en forma de espiral y de estrellas lejanas. Ese hombre que acaba desapareciendo dentro de la tierra de un jardín se funde para siempre con el universo. Una metáfora de esa ansia por el infinito, que ha acompañado siempre al ser humano y que el arte no ha dejado nunca de reflejar en formatos diversos e infinitud -nunca mejor dicho- de formas. 

El territorio del arte ha sido siempre un atlas perfecto para que el misterio del infinito se exprese. Jean-Paul Sartre aseguraba, cuando contemplaba las cosmologías pictóricas de Wols: "Lo pequeño se arraiga tan hondo en ti que se vuelve grande, o más bien lo pequeño se vuelve intercambiable con lo grande". Octavio Paz definía el impulso artístico como una ansia de ser "el hombre penetrado, conquistado por el universo".

La colección de arte de la Fundació Vila Casas, centrada básicamente en artistas catalanes contemporáneos, es tan heterogénea como interdisciplinar pero podemos encontrar en muchas de sus obras ese ansia universal por el infinito, más allá de estilos y movimientos artísticos.

El Romanticismo, por ejemplo, tiñó de sublime el género del paisaje. Ese concepto lo hemos acabado aplicando generosamente a todo aquello maravilloso y perfecto que escapa a nuestra limitada concepción de lo inexplicable. El paisaje figurativo del arte contemporáneo todavía tiene restos de esa ansia romántica, como en la fotografía 'Tarde de encuentro 1' de Mayte Vieta. También encontramos el mismo anhelo en los paisajes supuestamente abstractos. Si el infinito fuera un no-lugar, impregnado de recuerdos y huellas, podría ser como una pintura de campo de color de Joan Hernández Pijuan, inspirada en sus caminatas por el campo. Desde un acto tan cotidiano, desde un rincón pequeño, el pintor nos lanza al universo. En cambio, en sus abstracciones Alfons Borrell plasma una tensión entre la luz y la oscuridad. Joan Ponç se interesó, por otro lado, por intentar captar las formas geométricas que crea el universo, como hace en la serie 'Metafísica geométrica'.

Otros artistas intentan reproducir esa sensación de inmersión y pérdida que nos produce la contemplación de la infinitud y el vacío. "Al ser nosotros mismos parte de la creación, parte del infinito, no podríamos vivir sin él. Estamos en un interior, como en el aire, como los peces en el agua. Y es una y la misma cosa, pero desde distintos aspectos", decía el artista Georges Vantorgeloo. Francesca Llopis, en una pintura de un rojo imponente, propone una mirada directa a todos estos misterios, mientras que Amèlia Riera es a través del negro que expresa esta inquietud pero con un tono de desolación. Con un hilo continuo, que parece no tener fin, Mar Arza traza una escritura suspendida en el tiempo en su obra 'Cordura umbilical'. 

Tanto consciente como inconscientemente sabemos que las formas del infinito no solo están en el exterior sino también dentro de nosotros. Son formas, como el símbolo del ocho infinito y la espiral, primigenias del universo y la naturaleza. Están en el cordon umbilical y la doble hélice del ADN, por ejemplo. Los artistas no son inmunes a esas formas fascinantes. Las encontramos en las esculturas de Tom CarrÀngels Ribé y Antoni Llena, la pintura cosmológica de Jo Milne y la fotografía de Joana Cera. Es como si en la esencia misma de la vida, las formas, en principio arbitrarias, del ocho y la espiral, nos conectaran a ese infinito exterior.


Imágenes de la Noticia
El Castell de Vila-seca, un nuevo espacio expositivo de la Fundació Vila Casas. Cortesía de la Fundació Vila Casas


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