Actualidad 15 oct de 2024
por Diego del Valle Ríos
Pintas hechas por el colectivo de trabajadorxs sexuales durante su protesta a las afueras del MUAC el domingo 13 de octubre
La pieza "Extracto para un fracasado proyecto" (2011) ha generado indignación al incluir grabaciones de una trabajadora sexual de la Casa Xochiquetzal supuestamente sin su consentimiento, abriendo un debate sobre los límites éticos del arte y la vigencia de la etnografía como herramienta de creación artística.
Ciudad de México, México – El Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM ha suspendido temporalmente el acceso a la obra Extracto para un fracasado proyecto de la artista argentina Ana Gallardo tras las protestas que surgieron en torno a la misma. La obra, parte de la muestra Tembló acá un delirio, curada por Alfredo Aracil y Violeta Janeiro, en colaboración con Alejandra Labastida, misma que se presentó previamente este año en el CA2M, despertó controversia por la representación de una trabajadora sexual de la Casa Xochiquetzal, albergue que brinda refugio a trabajadoras sexuales de la tercera edad en la Ciudad de México, a quien la artista, argumentan, habría grabado sin su consentimiento. Las críticas, tanto en redes sociales como en la sede del museo, llevaron al cierre parcial de la exposición mientras la universidad revisa la situación.
La obra, creada en 2011, refleja la experiencia de Gallardo como voluntaria de cuidados en la Casa Xochiquetzal. Según la artista, la intención era visibilizar la difícil situación de estas mujeres, muchas de ellas en situación de calle, a través de su arte. Sin embargo, quienes critican la obra, incluida la propia Casa Xochiquetzal, han señalado que esta revictimiza a sus residentes y promueve un discurso estigmatizante hacia el trabajo sexual. En una carta enviada al museo, el refugio expresó su indignación por lo que consideran mentiras y descalificaciones sobre su labor en la obra de Gallardo.
Gallardo ha defendido su trabajo explicando que su experiencia en la Casa Xochiquetzal fue una lección de vida. Su intención inicial de crear una obra sobre la violencia derivó en una conexión personal con una de las residentes, Estela, a quien, según cuenta, cuidó en sus últimos días. Sin embargo, Casa Xochiquetzal argumenta que la artista solo asistió un día a los cuidados de Estela, faltando tanto al acuerdo de intercambio entre tiempo de voluntariado por acceso al espacio para realizar su obra, como a la petición de no grabar sin el consentimiento adecuado.
Ante todo esto, la artista sostiene que su obra busca reflexionar sobre los límites del arte cuando se aborda el sufrimiento humano. No obstante, para muchas de las personas manifestantes y para el personal de Casa Xochiquetzal, la representación de estas vivencias en un contexto artístico sin el consentimiento adecuado resulta una explotación de la vulnerabilidad de estas mujeres y un abuso de confianza, reproduciendo con ello la genealogía colonial del arte en cuanto a su mirada etnográfica, esto es, la licencia que se lo otorga al arte para instrumentalizar la experiencia de poblaciones sistemáticamente marginalizadas tratandolas como objeto de estudio.
Una prueba para la capacidad ético-política del MUAC que honre su historia
El museo, por su parte, en un comunicado publicado el 11 de octubre a través de sus redes sociales, ha defendido su compromiso con la libertad artística, pero también ha mostrado disposición a dialogar con la población de trabajadoras sexuales afectadas. En su comunicado, el MUAC subrayó la importancia de propiciar una discusión respetuosa sobre las problemáticas que la obra ha expuesto. También señaló que la pieza de Gallardo, más allá de la controversia, forma parte de una narrativa autobiográfica que recorre 20 años de su carrera, donde la artista indaga en sus propios límites y frustraciones al abordar problemáticas sociales.
Como respuesta, activistas de la Casa Xochiquetzal y trabajadoras sexuales se manifestaron el domingo 13 de octubre frente al museo exigiendo el retiro definitivo de la obra, a la que consideran un acto de extractivismo cultural. Sobre la fachada del museo pintaron consignas de protesta e intervinieron las mantas que promocionan las exposiciones en curso. Aseguraron que las mujeres de la casa no han recibido compensación ni apoyo por su participación en la misma. Exigieron además una reparación del daño para las mujeres afectadas por la exposición de la pieza.
En redes sociales, profesionales del arte contemporáneo, así como público en general, lamentan que el museo no sea capaz de ser auto-crítico en cuanto a su capacidad de responsabilidad ante el caso. El comunicado, amparándose bajo la defensa de la libertad de expresión, da un mensaje de imparcialidad que no solo traslada toda la responsabilidad hacia la artista —lo cual abonó al escalamiento del conflicto—, sino que también evidencía la poca imaginación y capacidad ético-política del museo en cuanto a desescalar el conflicto y atender el llamado al diálogo y a la reparación del daño. Un comentario de le artista Lechedevirgen en la publicación del comunicado de prensa, expresa: «Lamentable, tenían la oportunidad de hacer un cambio en el tablero del juego y decidieron ser "imparciales". Pudieron haber solicitado una disculpa pública de parte de la artista, pudieron haber hecho un programa público con trabajadoras sexuales y/o de la tercera edad con pago directo a ellas que permitiera la promoción de derechos humanos, vida y salud digna. Pudieron haber hecho un donativo a la Casa Xochiquetzal [...] pudieron haber reimaginado la función de los museos, pero no...».
Toda esta situación roza con el legado histórico que el MUAC representa a través de su colección y los archivos que resguarda, las exposiciones que han formado su programa a lo largo de su existencia, así como su cercanía con el Instituto de Investigaciones Estéticas de la que son parte figuras elementales del museo como Cuauhtémoc Medina o Helena Chávez MacGregor. Para el historiador del arte Raúl Rueda, se trata de «un momento decisivo para la historia del MUAC debido al diálogo que esta institución ha establecido con los movimientos sociales y su relación con el arte y la cultura visual de nuestro páis». Rueda se expresa sorprendido de la decisión del cierre [parcial] de la exposición pues, «pone en crisis el diálogo con los movimientos sociales y marca los límites del museo ante la protesta viva y su incapacidad de acoger disidencia; no como objeto o documento, sino como irrupción de las lógicas de las instituciones culturales. Por ello, será importante ver qué sucede con las pintas en el edificio, las colecciones dedicadas a movimientos sociales y con futuras exposiciones que traten el tema de la protesta en el MUAC.»
Dos posturas se encuentran: el conflicto en torno a la diferencia
El caso ha puesto en debate las tensiones entre el arte contemporáneo y la ética en el uso de testimonios y experiencias de grupos vulnerables. Para la artista e investigadora, Esthel Vogrig Nardini, la respuesta del MUAC prioriza la perspectiva de la artista Ana Gallardo y su proceso creativo, dejando en segundo plano la representación de la Casa Xochiquetzal y de Estela, la trabajadora sexual anciana que vivió sus últimos días en el refugio. Según Vogrig Nardini, el museo justifica el texto de la obra como «una reflexión sobre la frustración de la artista», pero en este enfoque, Estela es reducida a una «ex prostituta» o «mujer anciana» sin el debido cuidado ni respeto. Esto crea un conflicto entre los imaginarios sociales, donde uno otorga importancia al proceso artístico (la autonomía del arte), mientras que el otro enfatiza el respeto a la vida de Estela y el trabajo de la casa refugio (una pregunta sobre ética).
Vogrig Nardini señala que el museo, al centrarse en la libertad de expresión de la artista y en la validación cultural de la obra, ignora el cuestionamiento profundo que quienes rechazan la pieza hacen sobre los valores y el sistema que la legitima. Para ella, el conflicto refleja una diferencia esencial en los sistemas de valores que sostienen estos imaginarios sociales.
Ante ello, este conflicto revela la necesidad de una política cultural que revise críticamente la cultura punitiva que caracteriza la interacción de posturas distintas ante una problemática común en el marco de instituciones, como lo es un museo público. Las decisiones del museo fomentaron la polarización entre "víctima" (la Casa Xochiquetzal) y "victimario" (la artista Ana Gallardo entendida como la institución) pues agudizó la desigualdad de poder que concentra sobre una población estigmatizada y marginalizada, las trabajadoras sexuales. Esto direccionó la funa (la denuncia) hacia la artista, dando espacio a que se presentara un linchamiento mediático de su persona a través de argumentos identitarios reduccionnistas y esencialistas que se desdoblaron en redes sociales, dando entrada al doxeo o a llamados a la agresión física. Este conflicto indica la necesidad de revisar críticamente lo que se entiende como «justicia», «censura» y «castigo» en nuestras sociedades desde el antipunitivismo. Así mismo, permite cuestionar la estructura del museo en cuanto a la responsabilidad que tienen los departamentos de curaduría y mediación, así como la dirección en cuanto a las decisiones que aportaron a un escalamiento del conflicto, dificultando su resolución y la posibilidad de la reparación del daño.
La UNAM, como institución, se ha pronunciado en contra de toda forma de violencia hacia las personas, en especial hacia las mujeres y los grupos históricamente marginados, y ha reiterado su compromiso con un proceso de revisión que respete estas sensibilidades. El desenlace del conflicto sigue siendo incierto, aunque ambas partes han mostrado interés en continuar el diálogo. Mientras tanto, la exposición de Gallardo permanece parcialmente cerrada, en espera de que el museo y las autoridades universitarias tomen una decisión sobre su futuro.
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