Entrevistas 23 mar de 2021
por Gustavo Pérez Diez
Sema D'Acosta. Foto de Lucas Gómez
"El reto principal del comisario-curador independiente es que se entienda que su ejercicio es una responsabilidad de altura, que su labor es fundamental para el contexto y requiere autonomía, conocimiento, experiencia y criterio, su figura es clave como enlace entre los artistas, museos y el público".
"Ante la delicada situación que vivimos, es necesario que las instituciones de la cultura entiendan que deben tomar las riendas de forma activa, asumir sus responsabilidades y demostrar verdadero compromiso con la ciudadanía, precisamente ahora más que nunca, que es cuando más se necesita ese esfuerzo".
Tras algo más de una década dedicándose en cuerpo y alma a la práctica curatorial, el andaluz Sema D'Acosta (Gerena, Sevilla, 1975) ha conseguido establecerse como uno de los comisarios-curadores independientes más rompedores e interesantes del panorama nacional.
Con él charlamos, largo y tendido, en este nuevo #AlEncuentroCon, acerca de sus recientes e inminentes proyectos así como sobre distintas cuestiones de actualidad, entre ellas, las que atañen de manera muy directa a la función y ejercicio futuro de la profesión de comisario-curador independiente en España.
A continuación la entrevista completa.
ARTEINFORMADO (AI): Hace un año hablamos con motivo del proyecto informativo #pensandoelfuturo, nacido en plena lucha contra la crisis del coronavirus. ¿Qué balance haces de estos últimos doce meses en términos de proyectos? ¿Cómo se plantean los próximos meses?
Sema D'Acosta (SDA): La situación en España se está poniendo muy muy difícil para los profesionales de la cultura. Vivimos un tiempo de extrema incertidumbre, donde un terreno tan sensible y vulnerable a las crisis como el nuestro, siempre acaba pagando el pato, de una y otra manera. Lo que se recorte, aquello que se pierda con la excusa de la depresión social generada por el coronavirus, será complicado de recuperar. Los próximos meses caminaremos apesadumbrados cuesta arriba, habrá un breve efecto efervescente de alegría cuando la gente se vacune y volvamos a una nueva normalidad, pero para la primavera de 2022 ya todo serán pegas e inconvenientes. Esta recesión generará más desigualdad, la clase media será la más perjudicada. Siendo una estructura frágil y debilitada, desde lo público habrá una reconversión a peor, no se han planteado soluciones inteligentes ni tomado medidas adecuadas desde la crisis anterior de 2008. Quizás, por hablar en positivo, algo de esperanza encuentro en las instituciones privadas que están educadas en aprovechar los recursos y adaptarse a las circunstancias, son más ágiles y flexibles ante los contratiempos.
Yo estoy completamente a favor de ayudar y subvencionar al que tiene problemas, al que lo necesita, pero se está potenciando un tipo de caridad equívoca, de manga ancha y café para todos, que es el peor modo de construir un contexto real y de fortaleza, de avanzar con sentido. Parece que todas las instituciones públicas a nivel local, regional y nacional han decidido que la mejor solución es dar subvenciones de todo tipo para el arte contemporáneo, con eso parece que ya está todo resuelto. Sea como sea, sin mucho filtro, dar ayudas a tutiplén para que los agentes del sector no protesten mucho. Y eso, a la larga, es lo peor, acostumbrar a la gente a que se conforme con las dádivas de las administraciones. En vez de incitar al contexto a trabajar con la intención de premiar a los que arriman el hombro y se esfuerzan por superar la adversidad, optan por facilitar con excesiva permisividad ayudas económicas, un aguinaldo que pervierte el sistema porque ahora algunos artistas en vez de estar pendientes de hacer buena obra o investigar, enfocarán sus preocupaciones en aprender ciertas mañas para acceder a esas ayudas. A esto, hay que sumar que este tipo de subsidio a la base es una manera de contentar voluntades y que los damnificados no se rebelen ni quejen contra el sistema ni contra los que están arriba. Cuando los tiempos se ponen difíciles, lo que toca es dar un paso al frente, apostar por la calidad y aportar sacrificio para que mi entorno cercano se refuerce. Pedir por pedir, poner la mano y aprovechar la coyuntura, eso no nos lleva a ningún sitio.
AI: El sector cultural sigue siendo uno de los más golpeados por la pandemia ¿Cómo estás viviendo esta situación? ¿Cómo te está afectando la crisis?
SD: Estamos ante un trance mundial pocas veces visto antes, ojalá nos recuperemos pronto. Lo principal y primero es la salud, el bienestar de todos, lo demás pasa a plano secundario ante esta desgracia global. Me solidarizo con aquellos que lo están pasando mal y la pandemia les está golpeando fuerte, especialmente con los que han perdido familiares o allegados. En mi caso, soy de los afortunados que no se puede quejar, tengo muchos proyectos en marcha y otros tantos pendientes para la temporada que viene, que también será muy completa. Me imagino que como soy hormiguita y he ido sembrando bien, sólo me dedico a trabajar y me esfuerzo por hacer las cosas con profesionalidad, ahora recojo frutos a lo sembrado. Sólo se ha caído o retrasado -todavía no sabemos con certeza qué pasará, aunque me temo lo peor-, una gran exposición colectiva que estaba preparando con la Fundación Cruzcampo en el centro cultural que iban a abrir en Sevilla para septiembre de 2020. A ellos, por desgracia, sí les ha afectado muchísimo esta crisis, espero que lo superen lo antes posible. A excepción de eso, para este año estoy inmerso en algunos de mis mejores proyectos, muchos de ellos desarrollados con instituciones como la Fundación Luis Gordillo, Foto Colectania, la Fundación Ankaria o el Museo Universidad de Navarra. Si me centro en algunos de las exposiciones inauguradas hace poco, es un honor ser comisario de Memorándum en el Museo Universidad de Navarra en Pamplona, una de las mayores muestras de Luis Gordillo hasta la fecha. Me gustaría detenerme aquí y poner a este museo como ejemplo a tener en cuenta: en el momento más dificultoso para la sociedad española en décadas, sus responsables no dudan en embarcarse en una de sus propuestas más ambiciosas planteadas desde su apertura. Otros centros con mucho más presupuesto y mayores responsabilidades, optan por cerrar las salas o limitar su programación. Ante la delicada situación que vivimos, es necesario que las instituciones de la cultura entiendan que deben tomar las riendas de forma activa, asumir sus responsabilidades y demostrar verdadero compromiso con la ciudadanía, precisamente ahora más que nunca, que es cuando más se necesita ese esfuerzo.
Además de una antológica como Memorándum que estará hasta septiembre y otras que he comisariado y siguen en curso, como Origen de Bleda y Rosa en el DA2 de Salamanca o TRÍPLEX en el Espacio Santa Clara de Sevilla, hemos puesto en marcha desde la Fundación Ankaria y con la colaboración de Joan Fontcuberta un nuevo premio de fotografía del siglo XXI que pretende ser referencia en lo sucesivo; la ganadora de esta primera edición ha sido la mexicana Mayra Martell. No sólo desarrollo exposiciones, también escribo, investigo y leo todo lo que puedo. Para finalizar, comentar que mi hermano Eduardo y yo queremos comenzar este año una editorial independiente dedicada a publicar libros de fotografía de autor. Esperamos, si no pasa nada, presentar nuestro primer volumen en otoño, que estará centrado en la serie Islantilla de Manuel Ibáñez. Para mí está siendo un periodo movido, de mucha implicación. Ante las contrariedades, no queda otra que apretar los dientes, poner al mal tiempo buena cara y luchar más que nunca para que entre todos salgamos adelante. Debemos arriesgar e invertir en el futuro, pensar nuevas maneras de hacer las cosas, mirar hacia delante. Ser productivos, positivos, no bajar los brazos.
AI: ¿Qué proyectos expositivos comisarías en próximas fechas?
SD: Ahora en mayo, inauguramos en la Fundación Canaria para el Desarrollo de la Pintura (FCDP) de Las Palmas de Gran Canaria la exposición Genetic Islands de Luis Gordillo. Sin duda, José Luis Tranche y su hija, Yaiza, son unos de los mejores coleccionistas de España de pintura, es un placer colaborar con ellos y que apuesten con tanta convicción por el trabajo de Luis y tantos otros grandes autores de nuestro país. En junio presentamos el libro Memorándum en Pamplona, ha quedado cuidadísimo de diseño y calidad, estoy convencido que será a partir de ahora una publicación a tener en cuenta para entender la obra de Gordillo del siglo XXI. Ese mismo mes, tenemos previsto estrenar Ficciones en la Sala Atín Aya de Sevilla, la última serie de Miguel Trillo, inédita y nunca vista antes; luego el proyecto itinerará hasta el Centro de Arte de Alcobendas, en Madrid. Para julio, se pone a la venta en Almería el libro La Chanca de Carlos Pérez Siquier, editado por la Fundación Ibáñez-Cosentino, un volumen maravilloso de imágenes, en su mayoría inéditas, del que he tenido el honor de escribir el ensayo crítico. Después de las vacaciones, ya en septiembre, inauguramos dentro del marco de PHotoEspaña una exposición de Mayra Martell y Jon Gorospe en la Sala del Embarcadero de Santader. A final de ese mes, también presentamos en la Sala del Rectorado de la Universidad de Málaga un ambicioso proyecto a tres bandas, reflexionando sobre los límites de la pintura, donde dialogan en equilibrio el trabajo de Irma Álvarez-Laviada, Elvira Amor y Sonia Navarro.
AI: Tú, que cuentas con una dilatada experiencia en la práctica curatorial, conoces muy bien el contexto y estás considerado de los comisarios independientes más reconocidos de la última década en nuestro país ¿Cómo piensas que va a ser el comisariado independiente post-covid en España? ¿Cuáles crees que son los principales retos a los que se enfrenta?
SD: Lo primero, subrayar que considero esta situación una oportunidad para cambiar y ajustar el modelo, que fallaba por muchos sitios. No podemos pasarnos el día quejándonos y pidiendo a los demás que nos ayuden, esa no es la actitud. Debemos ser más proactivos, buscar soluciones y pensar de manera diferente, tomar la delantera. En este año, las reuniones telemáticas, los jurados por videollamada, las clases online y la apuesta por lo digital ya han supuesto un cambio importantísimo. Hemos avanzado en un año lo que a lo mejor hubiera tardado varios. Sinceramente, también creo que los comisarios independientes que trabajan con seriedad y rigor, no tendrán excesivos problemas. Más bien al contrario, serán requeridos todavía más porque las instituciones optarán por confiar en los que han demostrado más capacidad. En este sentido, habrá menos intrusismo y postureo, se concretarán más proyectos de verdad y se caerán aquellos que no tenían buenos cimientos.
El reto principal del comisario-curador independiente es que se entienda que su ejercicio es una responsabilidad de altura, que su labor es fundamental para el contexto y requiere autonomía, conocimiento, experiencia y criterio, su figura es clave como enlace entre los artistas, museos y el público. Hay mucha confusión a este respecto, ahora más que nunca. Debemos hacernos valer como intermediarios porque si no, el sistema corre peligro. En estos tiempos de zozobra observo sorprendido que los galeristas se están acercando demasiado a las instituciones públicas... y eso puede llegar a ser peligroso para la sostenibilidad de la estructura a medio plazo, se mezclan y confunden cosas que no tienen nada que ver entre ellas. El mercado y el comisariado deberían ser polos opuestos pero complementarios, ambos ganan en credibilidad cuando guardan la distancia adecuada entre ellos. Uno se rige por intereses comerciales, el otro por criterios de independencia y deontología. Deben ser como el poder judicial y el ejecutivo, suplementarios pero autónomos. En mi opinión, lo más peligroso para el sistema es el galerista-comisario que, además, desarrolla proyectos con los autores que representa. Eso está ocurriendo en España ahora y nadie se alarma, no sé cómo terminará esa adulteración. Estoy seguro que estos galeristas no son conscientes del deterioro que supone estas actuaciones suyas, cada vez más normalizadas. Hay que tener claro que, si quieres ser galerista o tener responsabilidad en una feria de arte, no deberías ser comisario, al menos no puedes serlo a la vez en el mismo entorno de influencia, es peligroso para la integridad y reputación de ese contexto. Si no se diferencia bien lo concerniente a cada estamento, se está debilitando el compromiso ético que conlleva ser comisario y dando prioridad otros aspectos más cercanos a la mercantilización o la especulación.
Es urgente diferenciar bien y con claridad los espacios de trabajo y pensamiento de cada profesional, bien sea un comisario, un crítico de arte, un director de museo, una empresa de producción, un artista o un galerista. Como ocurre con la separación de poderes en las democracias actuales, por el bien de todos es necesario que no se contaminen unos estamentos y otros. Ahora que nuestro entorno está endeble tras la crisis de 2008 y la nueva que se nos viene encima con la pandemia global del coronavirus, debemos tener más cuidado que nunca en no saltar las fronteras que dividen cada territorio, debemos procurar no socavar con movimientos equívocos los cimientos de un sistema cada vez más frágil.
AI: Desde que comenzaste a hacer exposiciones, ¿cuál dirías que es una constante en tu práctica? O, dicho de otra manera, ¿hay algún modo de hacer exposiciones que prevalece?
SD: Es esencial trabajar en una dirección, tener un territorio específico en el que moverse como comisario-curador, es el único modo de avanzar, no se puede ir a tientas tocando todos los palos o siendo oportunista y apuntándose a las modas. A mí me seducen las cuestiones orgánicas, las cosas que están vivas y van cambiando, los procesos de trabajo y su desarrollo. Me interesa indagar y estar atento a las palpitaciones del estudio y su contextualización en el mundo de hoy, me gusta mucho el taller de los artistas, son retratos de ellos mismos, me gusta escucharlos, charlar, conocer de primera mano, ir viendo cómo se cuecen las obras. Me gusta poner en relación asuntos que no estaban aparentemente conectados, mezclar confines alejados para generar chispazos imprevistos, me atraen los diálogos y los planteamientos dialécticos, me interesa arriesgar y experimentar. Me fascinan especialmente los márgenes, esa terra incognita que aparecía en los mapas antiguos para designar los lugares más allá de las zonas conocidas por la civilización. Ahí es donde como comisario me gusta adentrarme, en esos parajes inexplorados. Creo que es el sitio desde donde puedo aportar más, en esos territorios poco inspeccionados donde son necesarios exploradores que se aventuren en descubrir. Desde mi punto de vista, los comisarios que miran demasiado al pasado no encaran su responsabilidad con el presente.
Trabajar con un artista o varios supone un quid pro quo constante, un proceso de ósmosis e intercambio de ideas. Eso es lo interesante, lo que se aprende de los demás. Los aspectos teóricos deberían ser siempre a posteriori, las exposiciones de arte contemporáneo deberían plantearse como ejercicios de praxis donde lo que se muestre se perciba en caliente, antes incluso de solidificar. Mi intención como comisario es procurar hacer crecer el trabajo del artista, aportando lecturas nuevas suplementarias. Me interesa, sobre todo, el siglo XXI, de ahora en adelante. Y, aunque habitualmente me muevo en las cosas del hoy con vistas al futuro, también me gusta leer e investigar, mirar de vez en cuando atrás por el retrovisor, por eso he de añadir que existen varios periodos históricos recientes a nivel de fotografía que también me atraen, por poco estudiados y relevantes: 1) el comienzo de la fotografía a color, en España y Europa. Está poco o nada rastreado, sobre todo en nuestro país. 2) desde el inicio de la democracia en España hasta finales de los años ochenta, ahí se halla el origen de lo que somos hoy.
AI: El comisariado acompaña inequívocamente al desarrollo de las prácticas artísticas. En tu caso te has centrado, especialmente, en fotografía y pintura. ¿Cuáles son los cambios más significativos que observas en dichas prácticas, en los últimos tiempos?
SD: Lo que me interesa especialmente de la fotografía y de la pintura son los aspectos de sintaxis y ontología, hasta dónde llegan sus límites como lenguaje y cuáles son las estructuras internas que posibilitan que ese medio específico sea lo que es. Son expresiones muy difíciles de acotar porque cambian constantemente, quizás sean los dos lenguajes más vivos del presente, alrededor de los que están ocurriendo más cosas. Me interesa todo lo que tiene que ver con lo lingüístico, actuar como una especie de filólogo que busca la esencia de las cosas y su articulación.
Tanto la fotografía como la pintura son algo complicado de definir, como la luz misma, difícil de explicar y entender. No es fácil determinar con palabras su naturaleza, que es de índole visual. No son exactamente una técnica, ni un género, ni un medio ni siquiera un lenguaje stricto sensu, ambas entrecruzan representación y sensación, tiene que ver con la cultura visual de cada momento, cada época las entiende de una manera distinta. En ambas es fundamental la mirada, saber ver. Cada persona en función de su bagaje interpreta una obra de una manera u otra, todo lo que observamos es aprehendido, lo hacemos de manera inconsciente, aunque no nos demos cuenta. En fin, que yo encuentro muchas zonas comunicadas entre ambas, mucho territorio ambiguo donde los autores que más me interesan son aquellos que buscan y buscan, huyendo de los lugares comunes y lo consabido, tal como hace por ejemplo Luis Gordillo, una referencia indiscutible para mí y el paradigma más claro de algunos de esos lugares concomitantes entre pintura y fotografía que me seducen.
AI: Siguiendo con tu método de trabajo, algo que lo define es el acompañamiento de artistas, a lo largo de años. Siendo, quizás, algunos de los casos más señalados, Dionisio González, Miki Leal, Luis Gordillo, Joan Fontcuberta, por citar algunos. ¿De qué modo funcionan esas relaciones profesionales, que, en ocasiones, se vuelven personales? ¿Cómo es de importante para ti el entendimiento con un artista a la hora de establecer colaboración y llevar a cabo un proyecto?
SD: Sin duda, esto es lo mejor. El comisariado te permite acceder a gente que admiras, trabajar con ellos y si hay feeling, a mí me ocurre a menudo, acabáis siendo amigos y compartiendo muchas cosas, especialmente largas conversaciones y momentos inolvidables. Al principio existe respeto, pero luego te das cuenta que todos somos personas con las mismas inquietudes y necesidades. A mí en particular me interesa mucho lo humano, me gusta implicarme y ofrecer soluciones constantemente, no me achico ante los problemas, procuro ser rápido en la toma de decisiones. Un buen comisario debe ir por delante, anticiparse a las necesidades y las cosas que van a ocurrir. Evidentemente con Dionisio González o Miki Leal, tengo una estrecha relación y somos amigos. También con Joan Fontcuberta o con Luis Gordillo y su mujer, Pilar Linares, me entiendo muy bien. En general, son gente fantástica con la que tengo muchas cosas en común, con los buenos es fácil entenderse, estar cerca de ellos es el mejor modo de aprender de verdad. También tengo una excelente relación con otros artistas a los que admiro y aprecio como Carlos Pérez Siquier, Guillermo Pérez Villalta o Miguel Trillo con los que tarde o temprano acabaré concretando proyectos; con algunos ya está previsto y con otros todavía no se han dado las circunstancias, pero se darán. Igual me pasa con Carlos Aires, Pilar Albarracín, Guillermo Mora, Sonia Navarro, Eduardo Balanza, Irma Álvarez-Laviada, Jon Gorospe, Rubén Guerrero, Cecilia de Val, Txema Salvans y tantos otros con los que compartiré aventuras, lo tengo claro. Tengo la suerte infinita de ver las cosas de manera parecida a ellos, los artistas de más reconocimiento son los que tienen menos tonterías, no pierden el tiempo con las nimiedades y van a lo concreto y de frente, procurando aprovechar el tiempo con eficiencia e inteligencia. Ahí es donde encontramos zonas comunes, en la profesionalidad. Luego, siempre después, llega la amistad. Vamos, que todo cae por su propio peso como en cualquier otro gremio, tampoco eso tiene tanto misterio ni existen claves ocultas.
Caso aparte es mi relación con Ignacio Tovar, al que considero un maestro en todos los sentidos, un ejemplo de artista y persona. He aprendido muchísimo de su actitud, compromiso, humildad y manera de ver las cosas.
AI: En alguna ocasión, has comisariado proyectos expositivos con otros colegas. ¿Qué significa para ti trabajar con otros comisarios?
SD: Es una experiencia excelente que tendríamos que aprovechar más todos. Aprendo y disfruto mucho en los proyectos compartidos, me gustan las posibilidades que se generan cuando se plantean puntos de vista nuevos que no coinciden con los míos, eso me abre horizontes distintos, crea un movimiento que aviva una energía útil. No es lo habitual, pero me gustaría tener la oportunidad de llevar a cabo más propuestas de este tipo. Por poner algunos ejemplos, hay comisarios independientes de referencia como David Barro, Ana G. Alarcón, Blanca de la Torre, Alexandra Laudo, Nicolás Combarro o Érika Goyarrola con los que tengo una excelente relación y muchas cosas en común, yo creo que somos una generación que entiende bien la complementariedad. También estaría encantado de compartir proyecto con Lorena Martínez de Corral o Esther Regueira, a las que admiro y aprecio mucho. No sé, con cualquiera que tenga criterio, sentido común y sea trabajador me compenetro bien, tampoco es tan complicado ceder espacio para los demás. A mí, que tengo un hermano gemelo y una familia grande, me cuesta poco confiar en otros y trabajar en equipo.
AI: En los últimos años, se está produciendo un relevo natural y generacional en instituciones, como pueden ser CA2M, Es Baluard, CCCB, Patio Herreriano o Artium, por citar solo algunos casos. ¿Piensas que este relevo viene acompañado de un cambio en los modos y las formas de trabajar? ¿Trae consigo una evolución de las instituciones?
SD: Es lo normal, como la vida misma, que las nuevas generaciones vayan ocupando puestos de responsabilidad y aporten un modo distinto de ver las cosas y enfrentarse a ellas. Por suerte, así funcionan los relevos generacionales. Ir contra eso es antinatural, hay que saber aceptar los cambios y aprovechar las oportunidades. Aplicando el sentido común, considero que un director de un museo o centro de arte público en España no debería estar en su plaza más de ocho años. Los cargos de alta dirección en arte contemporáneo, así como los de las comisiones y derivados, deberían estar limitados a ese periodo, ocho años es tiempo más que suficiente para desarrollar un proyecto. Todo lo demás, me parece inadecuado. La única excepción debería ser el Reina Sofía, por su dimensión y complejidad. Desde mi punto de vista, ser director no es una profesión con un sentido colegial como los arquitectos o los farmacéuticos, debe entenderse mejor como un cargo público temporal, como el de un diputado parlamentario. Cuando uno termina su proyecto, si lo ha hecho bien, lo normal será que le lleguen ofertas o que pueda optar a otro puesto sumando ese bagaje. Si no, pues no pasa nada, a su trabajo anterior o a desarrollar propuestas de forma independiente. No se puede eternizar una misma persona en un puesto de este tipo, no son cargos políticos ni de funcionariado; más bien lo contrario, se necesita gente fresca que conecte con la realidad. Si uno accede a ser director y logra estar en ese escalón algún tiempo, deber tener la integridad y honradez de saber irse con la cabeza alta y la satisfacción del trabajo bien hecho, dando el relevo a los que vienen detrás con buena cara y apoyándolos en lo posible.
AI: Por cierto, teniendo en cuenta tu gran experiencia en el sector y que eres considerado por muchos como uno de los activos de presente y futuro mejor valorados del arte contemporáneo español ¿nunca te ha picado el gusanillo de dirigir una institución?
SD: Entiendo eso como un paso natural. Si vas creciendo y haciendo las cosas de la forma adecuada, si vas cada vez asumiendo más responsabilidades y subiendo peldaños, es una opción razonable. Hasta llegar a los 45 años no me lo había planteado en serio, se necesita experiencia previa para hacerlo bien. Ahora, sí considero que ya estoy preparado para dar el paso, pero sólo si veo con claridad que en esa institución puedo aportar en función de mi conocimiento y manera de pensar. Solo pediría libertad para trabajar y que confiasen en mi criterio. Me siento en mi mejor momento a nivel profesional, por lo que no descarto ninguna opción, cualquier posibilidad es posible. Ya veremos, también me gusta mucho escribir e investigar y es algo a lo que quiero dedicar tiempo a partir de ahora, tengo varios libros pendientes... a ver qué pasa. A ese respecto, no tengo prisa: no se trata de llegar pronto, sino de llegar bien.
AI: ¿Valoras también la posibilidad de irte a trabajar fuera de España?
SD: Hasta 2020, el año de la pandemia, tenía claro que quería seguir en Sevilla y desarrollar mi carrera desde aquí, sobre todo por cuestiones familiares y laborales: soy funcionario de carrera con plaza fija como profesor de comunicación y medios audiovisuales en un trabajo que, además, me permite ejercer de comisario absolutamente independiente, sin deberle nada a nadie y centrándome sólo en aquello que considero que me aporta. Ahora, mi planteamiento ha cambiado, me gustaría irme al extranjero, pedirme una excedencia y probar unos años fuera de España, bien en una universidad o en un centro de arte. También me vale una aventura en el norte. Por desgracia, Andalucía no es un buen sitio si uno pretende progresar, no hay muchas posibilidades. Sevilla es un lugar inigualable para vivir, pero en cuestiones de trabajo, al menos en el contexto artístico, falta seriedad y sobra amateurismo, es imposible crecer aquí porque pocas veces se tiende a la excelencia, quien hace bien las cosas y actúa con exigencia es sospechoso para una mayoría acostumbrada a ser cutre, resolver de cualquier manera y aparentar. Llegado este punto, admito con desilusión que en este momento de mi vida me desgasta en exceso una parte de la manera de ser del sur (sobre todo la relacionada con cuestiones vinculadas precisamente al reconocimiento profesional), donde lo que predomina, lo habitual, es el conformismo e igualar las cosas por debajo, casi siempre. Me esfuerzo cada día por mejorar, por hacer las cosas con seriedad, dando el doscientos por ciento en cada proyecto, pero parece que aquí esa ética del trabajo, tan habitual en el mundo anglosajón y otros lugares de nivel, no sirve para mucho. Obviamente, hay personas que desarrollan en el sur de manera excelente su labor, pero son los menos, las excepciones que confirman la regla. Lo normal son las zancadillas y el cainismo. Paradójicamente, me siento mucho más valorado fuera. En fin, resumiendo, que nadie es profeta en su tierra. Lo positivo es que todos estos inconvenientes te hacen más fuerte y resistente, te ponen en alerta ante determinadas actitudes y maniobras.
AI: Como buen conocedor de la creación contemporánea andaluza. ¿Qué momento dirías que vive?
SD: El contexto andaluz está peor que nunca, ha bajado muchísimo su nivel desde 2010 y nadie se ha preocupado de que esto mejorara. Se ha debilitado la estructura de las artes visuales a ojos vista, se han perdido cargos, cerrado galerías y salas de exposiciones, menguado presupuestos hasta lo imposible y abandonado proyectos necesarios, además de disminuir de manera preocupante la calidad de las programaciones de la mayoría de las salas, museos y centros de arte, con la única excepción del Picasso. Hemos ido significativamente a menos. Admiro con envidia sana al País Vasco, Navarra, Cataluña o Valencia, que han crecido en estos años defendiendo lo suyo y a los suyos por encima de todo. En Andalucía es justo lo contrario: te machacan y ningunean si eres andaluz; más aún si eres independiente, no comulgas con ningún lobby (haberlos, haylos) y no se te conoce pedigrí familiar ni político como es mi caso, existe un complejo atroz; si viene alguien de fuera, siempre se considera mejor. Estoy convencido de que una gran parte de nuestros problemas en arte contemporáneo se derivan precisamente de una cierta mentalidad de inferioridad con respecto a Madrid. Desde allí nos miran con supremacía y tratan con actitud colonialista, algo que incomprensiblemente se asume desde aquí por determinados personajes a los que les interesa esa relación de vasallaje. A todo eso hay que sumar que no existe la meritocracia, abundan los chascarrillos de barras de bar y se está muy pendiente de las tonterías de las redes sociales, así que el panorama, sinceramente, no lo veo muy halagüeño. Aun así, seguiré dando lo máximo y creyendo en mi tierra, luchando por intentar cambiar las cosas y no conformarme ni resignarme ante las continuas adversidades que surgen. Mi único argumento es el trabajo, creo firmemente en el talento andaluz, los artistas de aquí lo demuestran cada año, ellos son nuestros mejores embajadores, un aval de la calidad de tenemos. Otra cosa es la estructura, que no existe por la dejadez de algunos y la complicidad de otros, por eso aquellos que quieren triunfar y ser reconocidos, lo normal es que se vayan fuera.
AI: Hace ya algún tiempo que no deja de cuestionarse el futuro y la viabilidad de las bienales. En tu caso, concretamente, has colaborado de forma activa con destacados festivales de fotografía como PHotoEspaña (Madrid), SCAN Tarragona (Cataluña), Pa-ta-ta Festival (Granada), VIPHOTO(Vitoria) o Begira Photo (Vizcaya). ¿Cómo observas el futuro y la viabilidad de los festivales? ¿Qué cambios vaticinas?
SD: Las bienales tienden a desaparecer, ya quedan poquísimas en España. Los festivales son esenciales para que el ecosistema funcione, hacen una labor excepcional de difusión a nivel horizontal en lugares concretos, ya sea Alicante, Tarragona, Formentera, Vitoria, Tenerife o Getxo. Además, permiten habituar a las instituciones y el público de una ciudad a la fotografía, que es un lenguaje cercano que posibilita una relación directa con los autores a través de charlas, talleres y encuentros. Detrás de cada uno de estos festivales, en los que debe trabajarse todo el año, aunque su duración sea sólo de un mes o varios, hay mucha gente que pone su energía en que las cosas salgan bien; lo que ocurre es que los recortes, habituales desde 2010, han obligado a que deban programar condicionados por presupuestos cada vez más pequeños, una limitación que poco a poco hace que su puesta en marcha sea insostenible para los profesionales que se empeñan en su consecución. En los últimos años la incertidumbre política, la inestabilidad institucional o la imposibilidad de prever a medio plazo hacen que por desgracia algunos vayan desapareciendo. Los que perviven, en muchos casos sobreviven con exposiciones enlatadas y pocas actividades. Por supuesto, en nuestro contexto el más importante es PHotoEspaña, fundamental para que la fotografía en España tenga recorrido y se habiliten algunas conexiones internacionales, su continuidad genera un movimiento que es necesario para todos.
En el futuro inmediato, digamos que en este 2021, con la excusa de la pandemia, algunos festivales se están retrasando o directamente no se celebran, que es lo cómodo para las instituciones con mentalidad cortoplacista, predominantes en España. Otros festivales, apuestan por actividades web y proyectos de implicación a través de Internet, en este sentido PhotoEspaña lo hizo genial en la edición de 2020, la más complicada que afrontaba. En general, a medio plazo, confío en que tengamos el coraje suficiente para poder superar con sacrificio y unidad las inclemencias que van a llegar a partir de este próximo verano. Las crisis sirven para que se redefinan las situaciones, espero y confío en que salgamos reforzados, que esto sirva para concentrar los esfuerzos en las cosas que se hacen bien y desechar algunas que no se hacían tanto, la idea debe ser maximizar los recursos con criterio.
AI: Por último, estás preparando un proyecto curatorial con ARTEINFORMADO. ¿Qué nos podrías adelantar sobre ello?
SD: Esta primavera vamos a lanzar una convocatoria internacional para acabar concretando un comisariado online con proyectos específicos relacionados con Internet, redes sociales e incluso Net.art. Es una idea que tenía de hace tiempo y un portal como ARTEINFORMADO me parece el sitio adecuado para llevarlo a cabo, más en este momento donde parece que lo digital va tomando cada vez más presencia. La exposición se va a llamar INTERFACE e incluirá una selección de trabajos donde las obras no tengan necesidad de ser impresas, piezas que no posean corporeidad física. Mi intención es reflejar la nueva vida de las imágenes en nuestra cotidianeidad multitasking. El proyecto procurará centrarse en esas imágenes ubicuas que habitan un sitio que es ningún sitio donde la conexión constante y promiscuidad visual generan las condiciones idóneas para que polinicen en perpetua replicación. Como cualquier otro virus, pero en su caso a través de las pantallas, las imágenes han conquistado nuestras vidas, condicionan nuestro día a día, han invadido con fuerza nuestra existencia. Lo digital va a más, el criptoarte por ejemplo está creciendo: pensad que una obra de Beeple, un autor que sólo produce trabajos en Internet, se ha vendido hace poco en Christie's por casi 70 millones de dólares. Me interesa mirar hacia delante, auscultar, experimentar, pensar sobre las cosas que están pasando.
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