Actualidad 01 oct de 2024
por ARTEINFORMADO R.
Elyla, El tiro libertario de RLP, 2021. Instalación compuesta por una almohada y la répllca de un revolver calibre 38. Smith Wesson cubierto con brillitos de plástico. Imagen cortesía del Archivo Marica Transfronteras
Organizado por les activistas y artistas Lola Rizo y Marga Sequeira, el proyecto Memorias Maricas Transfronterizas del Río San Juan es un archivo digital que recopila obras de arte, testimonios y documentos históricos que buscan visibilizar las experiencias de las comunidades sexualmente diversas a ambos lados del río San Juan, un espacio geográfico y simbólico que refleja tanto tensiones políticas como posibilidades de encuentro entre Nicaragua y Costa Rica.
Ríos San Juan, Nicaragua/Costa Rica – El río San Juan, que serpentea a lo largo de 122 kilómetros, marca la frontera natural entre Nicaragua y Costa Rica. Pero más allá de ser un simple límite geográfico, este caudal ha simbolizado tensiones, disputas y, también, posibles encuentros entre ambos países. Históricamente, el río ha sido motivo de conflicto, exacerbado por intervenciones externas como la de Estados Unidos, y utilizado políticamente para inflamar los nacionalismos. Sin embargo, en los últimos años, una conciencia más porosa sobre la frontera, influenciada por las redes migratorias, ha emergido en el ámbito de la memoria y el arte, especialmente en el contexto de las comunidades LGBTIQ+.
En este crisol de tensiones y afinidades, se han desarrollado diálogos transnacionales entre activistas y artistas LGBTQ+ de Nicaragua y Costa Rica, quienes han encontrado en el arte un espacio para visibilizar las líneas de continuidad, las cicatrices, los vínculos, lo compartido política e identitariamente. Estos intercambios, que continúan con el legado de artistas como Virginia Pérez-Ratton y Patricia Belli en cuanto a una visión de una Centroamérica interconectada, han puesto en evidencia no solo las diferencias en las estructuras institucionales de cada país, sino también la manera en que estas influencian las prácticas artísticas y las narrativas de memoria colectiva.
El proyecto Memorias Maricas Transfronterizas del Río San Juan nace precisamente de estas convergencias y divergencias, surgidas del diálogo sostenido durante más de dos años entre Lola Rizo y Marga Sequeira, dos activistas y artistas que comenzaron a construir un archivo digital que pone en diálogo a Nicaragua y Costa Rica con el fin de trazar una genealogía de la disidencia sexual en Centroamérica. «Tomamos como punto de partida las experiencias que atraviesan y afectan las vidas de las personas que forman parte de las poblaciones sexualmente diversas, y las cruzamos con la migración y las disputas políticas, como una forma de dar cuenta de la memoria de la diversidad sexual», comentan.
El archivo digital, organizado cronológicamente en torno a la cartografía del Río San Juan, agrupa el registro de piezas artísticas, videos, acciones performáticas, documentos textuales y gráficos. Funcionando como una memoria colectiva que es a su vez un puente que conecta las historias y luchas compartidas entre Nicaragua y Costa Rica a través de los campos del arte, la historia y el activismo.
El archivo Memorias Maricas Transfronterizas del Río San Juan puede ser concebido como una herramienta disruptiva que politiza la memoria desde una perspectiva queer, ofreciendo imágenes y relatos que desordenan tanto la temporalidad como las narrativas hegemónicas. La investigación de esta genealogía local revela vacíos históricos, los cuales les artistas llenan con obras que conectan el pasado precolonial con las luchas contemporáneas. Al articular la memoria local con expresiones artísticas, se retoman categorías ancestrales de diversidad sexual, visibilizando las raíces propias de la región.
De esta forma, el archivo da cabida a diversas fuentes, algunas experienciales, otras testimoniales y por supuesto, también históricas para agrupar relatos que van desde la llegada de los habitantes chorotegas previo a la colonización del territorio por parte de España, la narrativa del mestizaje como herramienta colonial y racista, las guerras territoriales para la formación de los estados-nación, la historia de espacios de goce y resistencia de la población LGBTIQ+ como discotecas, festivales y marchas del orgullo, la historia de la crisis del SIDA y la defensa de derechos en torno a personas que viven con VIH, así como la organización política en torno a poblaciones vulnerabilizadas por su orientación sexual o género.
Este archivo no se limita a documentar el pasado; también incluye registros de los talleres que permitieron su organización a partir de la cual se escribieron textos cortos que contextualizan cada uno de los registros, ofreciendo una visión integral de las vivencias de las comunidades LGBTQ+ en ambos países.
El arte y las prácticas estéticas de estas comunidades han sido fundamentales para cuestionar las narrativas hegemónicas y desdibujar las fronteras entre estos dos países. «Debido a una historia de fragilidad institucional educativa y artística resultado de un mal gobierno, el arte en Nicaragua tiende a surgir de lo vivido desde los márgenes, en la calle, en la fiesta, en espacios donde las voces marginalizadas encuentran eco en lo colectivo. En Costa Rica, aunque el enfoque es más individualista y profesionalizado en relación a las instituciones culturales y educativas-artísticas, lo que podríamos llamar 'neoliberal', existe una creciente solidaridad, especialmente en los espacios compartidos con la diáspora nicaragüense», comenta Lola.
Uno de los aspectos más poderosos de estos intercambios ha sido la escucha de voces sistemáticamente marginalizadas. Así fue como Kassandra Bogantes, mujer sobreviviente, activista transgénero y trabajadora sexual, participó en un taller en Costa Rica con sus potentes aportaciones, mismas que desafiaban las narrativas asumidas y las dinámicas de poder, confrontando así a les participantes con realidades de violencia y precariedad que a menudo permanecen invisibles. «Su presencia y su contribución al taller no solo enriquecieron las discusiones, sino que también subrayaron la importancia de abordar la memoria y la identidad desde lo vivencial, más allá de los discursos académicos o artísticos», comenta Marga.
Los talleres organizados entre Nicaragua y Costa Rica de forma gratuita gracias al apoyo del Centro Cultural de España y Foundation for Arts Initiatives han servido como espacios para confrontar crítica y afectivamente fricciones, donde las diferencias de clase, raza, género y ciudadanía se hacen evidentes, permitiendo la oportunidad de construir puentes que den cabida a la solidaridad y el entendimiento mutuo. A través de estos espacios, se ha revelado la necesidad de proyectos inclusivos que trasciendan las fronteras y que respondan a las realidades complejas y diversas de las comunidades LGBTQ+ en Centroamérica.
En este contexto, el río San Juan no solo divide, sino que también une, convirtiéndose en una metáfora poderosa de la memoria compartida entre Nicaragua y Costa Rica. Las producciones visuales y artísticas que aquí son congregadas no solo narran los eventos históricos y las tensiones políticas, sino que también evidencian fuerzas comunes a contrapelo de los nacionalismos heterosexuales, macho-militarizados y en disputa por fronteras. El arte y la memoria se erigen así como herramientas fundamentales para desordenar los imaginarios tradicionales y construir una historia colectiva que reconozca tanto las diferencias como las afinidades entre estas dos naciones.
La politización de la memoria transmarica en el arte de Nicaragua y Costa Rica surge como una resistencia activa frente a la despolitización global que afecta a las prácticas estéticas, marcadas por regímenes coloniales, heterosexuales y nacionalistas. «En estos contextos, artistas y activistas buscan recuperar y resignificar las historias locales, desafiando la narrativa globalizada que intenta homogeneizar la identidad queer bajo marcos extranjeros», explica Marga.
El trabajo conjunto entre activistas y artistas de ambos países ha permitido visibilizar las tensiones, pero también ha abierto un espacio para imaginar nuevas formas de colectividad y resistencia. En este esfuerzo, la memoria y el arte se convierten en puentes que no solo cruzan el río San Juan, sino que también conectan las vidas, las luchas y las historias de las comunidades LGBTQ+ en Nicaragua y Costa Rica, desafiando las narrativas establecidas y abriendo nuevas posibilidades para el diálogo y la solidaridad.
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