Actualidad 06 nov de 2024
por Diego del Valle Ríos
Rojo Génesis y Teresa Margolles en el Centro de la Imagen, Ciudad de México. Imagen cortesía de Rojo Génesis
A través de un posicionamiento en el que reclamaron justicia y una representación digna, las participantes recalcaron que el sufrimiento trans no es un espectáculo, sino una realidad que exige respeto, compromiso y cambio social.
Ciudad de México, México – El 4 de noviembre, el Centro de la Imagen fue la sede de un encuentro entre la comunidad trans y la artista Teresa Margolles a propósito del proyecto Mil veces un instante, presentado en el cuarto pedestal de Trafalgar Square en Londres en septiembre de este año. Esta obra, que congregó a mujeres trans de la capital mexicana, aborda el transfeminicidio, una de las realidades más crudas que enfrenta esta población.
La obra presenta 726 máscaras de yeso de rostros de personas trans, no binarias y de género no conforme, conjugando a 363 personas trans de México y 363 de Londres. Las máscaras, invertidas y dispuestas en forma de cubo a la manera de un tzompantli, contienen huellas personales de quienes participaron, como restos de maquillaje y rasgos faciales. Con el paso del tiempo, estas máscaras se irán descomponiendo gradualmente, representando, según la artista, el proceso de transformación y visibilidad de estas vidas, frecuentemente marginadas.
El evento en el Centro de la Imagen se realizó con el fin de entregar a cada una de las chicas participantes los retratos al desnudo realizados por Margolles a manera de agradecimiento por su participación en el proyecto. Las fotografías formarían parte de un fotolibro sobre el proyecto el cual se encuentra actualmente suspendido ante previas críticas y experiencias de incomodidad en torno a las imágenes resultantes. Ante ello, en acuerdo con el equipo de trabajo de Teresa Margolles y sus colaboradoras, se planeó una dinámica de retroalimentación y diálogo público en torno a las críticas y tensiones éticas expresadas por algunas de las mujeres trans participantes, a quienes se les pagó $1000 pesos mexicanos por su colaboración. Sin embargo, el prometido espacio de retroalimentación en el Centro de la Imagen se limitó a una urna de acrílico con un letrero de "Quejas y sugerencias", sin un contexto previo ni un pronunciamiento por parte de la artista que explicara la importancia de esta intervención.
A pesar de ello, los colectivos Museo de Arte Transfemenino y Mariposas Negras insistieron en aprovechar para compartir sus perspectivas de forma pacífica, respetuosa y argumentada respecto a su papel en el arte contemporáneo como mujeres trans, reclamando una participación activa y legítima, así como un acercamiento crítico a pensar posibles extractivismos y mercantilismos que instrumentalizan sus experiencias. Con su propio micrófono, pues la institución se negó a ceder el suyo, Rojo Génesis, curadora y artista, y Laura Glover, escritora y trabajadora sexual, ambas participantes en la pieza de Margolles, hicieron un pronunciamiento que fue escuchado con atención por Margolles. El mismo, señalaba la necesidad de que los proyectos artísticos que abordan temas como la violencia y el transfeminicidio se construyan desde y para la comunidad trans, y no solamente para su exposición en galerías o para su exportación a contextos europeos. Bajo el lema «Transfeminicidio no es obra de arte», las asistentes recordaron que mientras las obras viajan y se aprecian en el extranjero, las vidas y muertes trans siguen siendo desatendidas en su propio país. Es importante recordar que, en lo que va del 2024, se han registrado al menos 59 transfeminicidios en México, año en que fue aprobada la Ley Paola Buenrostro para tipificar este delito.
El pronunciamiento comenzó por reconocer especialmente a la fotógrafa Viviana Rocco (1973-2016), pionera entre las artistas trans latinoamericanas. Fallecida hace 8 años, Rocco, quien fue una de las primeras en identificarse públicamente como fotógrafa trans en los años dosmil, abrió un camino que hasta hoy sigue siendo ignorado por muchas instituciones artísticas. Las participantes señalaron que las historias y las memorias de las mujeres trans deben ser construidas y compartidas por ellas mismas, en primera persona, en lugar de ser objetos de representación para el currículum de otres. Aunado a esa demanda, preguntaron: «¿Cuántas personas trans se han beneficiado significativamente de proyectos artísticos? ¿Cuántas mujeres trans artistas hemos alcanzado el renombre de los y las artistas que nos documentan y se interesan por nosotras?»
Esta pregunta puso sobre la mesa una crítica al intercambio desigual que suele prevalecer en proyectos artísticos que involucran a mujeres trans, donde la "moneda de cambio" suele ser la visibilidad. A pesar de que esta visibilidad puede traer un tipo de reconocimiento, las asistentes recordaron que para muchas de ellas es una visibilidad impuesta, que en el día a día no las protege de la violencia o la discriminación. «Las trans ya somos visibles involuntariamente", afirmaron, insistiendo en que lo que realmente se necesita es un espacio donde sus voces se escuchen y donde sean beneficiarias directas de los proyectos que narran sus historias. Muchas de las personas trans que participaron en el proyecto, no se enteraron de este encuentro, lo cual demuestra que aún hay mucho por hacer en cuanto a la desigualdad que lo caracteriza.
El pronunciamiento también destacó que no buscan censurar ni cancelar a les artistas que trabajan temas de violencia hacia las personas trans, sino invitar a la reflexión conjunta sobre la dimensión ética de sus prácticas y la posibilidad de la colaboración que reconozca las desigualdades sistemáticas. Desde hace más de un año, las mujeres trans en la Ciudad de México han intentado abrir el diálogo sobre el uso del transfeminicidio y la violencia de género como un ejemplo temático y estético en el arte contemporáneo que afecta principalmente a mujeres trans trabajadoras sexuales y de bajos recursos, un diálogo frecuentemente ignorado por las instituciones culturales mexicanas. «Es necesario que esta acción de lectura sea tomada como un acto de justicia histórica, porque tomar la palabra en este contexto es político», expresaron, apuntando que el arte no puede quedarse en lo estético o en lo simbólico, sino que debe estar comprometido políticamente con la justicia y el respeto a quienes viven estas violencias.
Rocío Suárez del Centro de Apoyo a las Identidades Trans localizado en Iztapalapa, Ciudad de México, reflexionó sobre las similitudes entre la pieza de Margolles y la de Ana Gallardo en el Museo Universitario de Arte Contemporaneo, en cuanto a la instrumentalización de la violencia que caracteriza las vidas de aquella que no importan en la sociedad. Para Suárez, este tipo de prácticas convierten la muerte en un espectáculo; apelando al amarillismo y al morbo, las artistas se aprovechan del dolor, activando así lo que ella denomina una necropolítica cultural. «El proyecto de Margolles aprovecha que en nuestras sociedades la muerte vende, [su pieza] instrumentaliza el dolor, la memoria y la sangre de mujeres trans. Es una pieza donde cada uno de los rostros de personas trans vivas desaparecerá con el paso del tiempo. Para mí, se trata de un altar a la muerte que trae consigo un fuerte mensaje sobre el futuro de las personas trans: es una obra que nos condena a la muerte como único destino de representación», comentó para Arteinformado.
Este evento en el Centro de la Imagen dejó en claro que Mil veces un instante es mucho más que una obra de Teresa Margolles; es una oportunidad a ser reclamada por las voces trans que le dieron «forma, historia, carne y sensibilidad» a la escultura, voces que han sido tradicionalmente silenciadas en el mundo del arte.
De esta forma, la obra se convierte en un espacio de confrontación y de cuestionamiento sobre las contradicciones y límites que implica el ejercicio de la etnografía como una herramienta artística. Así mismo, es un llamado a que artistas y curadores consideren la ética en su trabajo y, sobre todo, que empiecen a reconocer y abrir espacios para artistas mexicanes que son mujeres y hombres trans y no binaries. En un contexto global donde la violencia contra las población trans y no binaria sigue en aumento, el llamado es claro: la representación debe construirse desde adentro, desde quienes conocen y viven las realidades que el arte busca mostrar. El evento en el Centro de la Imagen marcó un momento de resistencia, una declaración de que el sufrimiento trans no es un espectáculo, sino una realidad urgente que exige respeto y justicia.
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