Santuario virtual para un duelo fertilizante: El arte como espacio regenerativo y de resistencia colectiva

Entrevistas 03 oct de 2024

por Eliana Otta Vildoso

       

Víctor Pío, hijo del líder asesinado de Nuevo Amanecer Hawai, muestra un lugar sagrado de su comunidad. Imagen cortesía de Eliana Otta

Víctor Pío, hijo del líder asesinado de Nuevo Amanecer Hawai, muestra un lugar sagrado de su comunidad. Imagen cortesía de Eliana Otta

José Carlos Mariátegui y Víctor Vich entrevistan a Eliana Otta sobre Santuario Virtual para un Duelo Fertilizante, un proyecto artístico que explora el duelo colectivo en comunidades amazónicas afectadas por la violencia contra defensores ambientales.

Santuario Virtual para un Duelo Fertilizante es un proyecto de Eliana Otta que ha evolucionado desde su debut en Berlín en 2022, en el festival de Driving the Human, hasta su reciente instalación en Framer Framed en Ámsterdam. Concebido como un espacio híbrido de duelo y reflexión, el proyecto ha sido instalado en diversos entornos, desde un antiguo crematorio convertido en centro cultural en Berlín hasta la bienal digital Hold on For Dear Life. Sensefield 2023: relationships in uncertain times (Taiwán), la Bienal de Fotografía de Porto y el ZKM en Karlsruhe. Cada espacio ha acogido el proyecto de manera única, combinando proyecciones, audios y elementos visuales como dibujos y elementos de la selva, creando así una experiencia inmersiva y contemplativa que explora cómo el arte puede generar procesos colectivos de duelo en contextos de violencia y pérdida.

El núcleo del proyecto son 35 videos grabados con una cámara 360º en cuatro comunidades amazónicas peruanas (Unipacuyacu, Nuevo Amanecer Hawai, Sinchi Roca y Puerto Nuevo) afectadas por el asesinato de líderes indígenas y defensores ambientales. Para ello, el principal colaborador de Eliana fue el cineasta portugués Nuno Cassola, que viajó con la artista a las comunidades en cada ocasión. Los videos, disponibles en la página web Luto Verde, se complementan con escaneos 3D de objetos significativos así como dibujos de los líderes asesinados. El proyecto, mismo que surge inspirado en la práctica indígena amazónica de Yana Allpa, explora la idea de un duelo regenerativo, donde la pérdida se convierte en un proceso que nutre la vida, tanto humana como no humana. La instalación invita a les espectadores a interactuar con estos materiales, fomentando un acercamiento personal y reflexivo a estas realidades.

José Carlos Mariátegui, Víctor Vich y Eliana Otta conversan sobre este proyecto.

Vista de instalación con dibujos y ofrendas en ZKM, Karlsruhe, Alemania. Imagen cortesía de Eliana Otta

Victor Vilch (VV): En Santuario virtual para un duelo fertilizante hay una fusión de voces e historias que son dolorosas, indignantes y tristes, que se encuentran con la vitalidad cotidiana que se expresa en juego, en celebración de la memoria. Vemos alusiones al pasado, a la muerte de los líderes y a las tradiciones de las comunidades, pero también vemos imágenes del presente: la gente cocinando, jugando, viviendo. Me pregunto entonces, ¿cómo aparece el futuro en el Santuario virtual? ¿Aparece como protesta, como demanda, como extinción o como no-futuro? ¿Hay espacio para la pregunta por el futuro en Luto Verde, o está tomado por la descripción del presente y el fantasma del pasado?

Eliana Otta (EO): La presencia de la idea de ‘futuro’ depende de cada comunidad, sus propias narrativas y maneras de mostrarse. Tu pregunta me recuerda a Nuevo Amanecer Hawai, representados en la web por la canasta de café. Victor Pío, hijo del asesinado líder Mauro, destaca que el café es su posibilidad de desarrollo y que tienen la misión de continuar el sueño del padre, orientado a la educación. Mauro fue asesinado en Satipo, cuando recogía el acta de apertura de la primera escuela de la comunidad. Ellos expresan su deseo de ser una comunidad ‘moderna’, vinculando la modernidad a la posibilidad de que las nuevas generaciones se eduquen ahí.

José Carlos Mariátegui (JCM): En las cosmovisiones indígenas hay también una visión circular en relación a la vida, la muerte y sus procesos. ¿Hasta qué punto esa circularidad también se evidencia en estas experiencias? Algo interesante de tu trabajo es que no se trata de un simple registro de un lugar; has realizado una investigación minuciosa bajo un proceso exhaustivo que incluyó visitas y consultas a cuatro comunidades que incluyeron tres viajes a cada una. ¿Crees que estos múltiples viajes permiten cercanía con las comunidades? ¿Crees que eso te sirvió para entender las formas en que quisieron expresar los objetos significativos con los que has trabajado? ¿Puedes describir este proceso y cómo has armado tu propio entendimiento sobre la forma en que estas comunidades expresan sus lutos?

EO: Al iniciar el proyecto, lo presenté en las asambleas comunitarias, donde fue crucial ser clara sobre sus capacidades y limitaciones para evitar crear expectativas erróneas. Les expliqué que usaría una cámara en mi cabeza para registrar la experiencia corporal de lo que me mostraran en sus territorios y formas de vida, con la intención de que los videos sirvieran como medio de comunicación y visibilidad. En cada comunidad, el proceso incluía visitas iniciales, grabaciones, y luego proyecciones de los videos en proceso para recibir comentarios y ajustar el trabajo.

Día de grabación en Puerto Nuevo, con Mari, viuda de Herasmo García y Lleferson Ríos, curandero de la comunidad. Imagen cortesía de Eliana Otta

Cada comunidad mostró dinámicas y necesidades muy diferentes. En Nuevo Amanecer Hawai, nos recibieron con una agenda clara y planificada, incluso me pidieron que reingresara para grabar la bienvenida. En Sinchi Roca y Puerto Nuevo, surgieron preocupaciones sobre la autenticidad de su representación, solicitando que se incluyeran más imágenes de vestimentas y actividades tradicionales. También en Sinchi Roca, algunos hombres consideraron que los testimonios de las viudas eran demasiado personales y propusieron agregar una voz más "autorizada", aunque no llegaron a un acuerdo. Las diferencias también reflejaban el tamaño y complejidad de las comunidades, con Unipacuyacu y Nuevo Amanecer Hawai siendo más pequeñas y cohesionadas, mientras que en Sinchi Roca y Puerto Nuevo existían tensiones internas y problemas de corrupción en sus liderazgos.

VV: En la página se explican los asesinatos por las mafias de tala de madera, narcotraficantes y mafias de venta de terrenos. Siempre aparece el discurso de la memoria y también un pequeño puntillazo de un discurso histórico que vincula el problema con las fuerzas externas que lo han ocasionado y con las formas internas para lidiar con eso. Sin embargo, percibo una necesidad de ampliar datos sobre los efectos del mundo moderno y sus violencias en las comunidades.

EO: Las conversaciones abordan esa dimensión de violencia estructural. Yo quería transmitir que las pérdidas no son individuales, que una vida humana que desaparece siempre es parte de algo más grande y genera pérdidas que trascienden la unicidad de esa vida. Eso es claro en personas que luchan en las defensas de sus territorios, porque defienden formas de vida amenazadas. Son contextos que viven una suerte de muerte lenta. El estado deja morir a poblaciones, cuando no directamente vulnera o genera acciones que producen procesos colectivos de pérdida. El proyecto enmarca estas muertes en un entramado de relaciones e intercambios con lo no humano y lo que excede la singularidad de la vida humana.

Se ve a Marcelino Tangoa, líder de Unipacuyacu, mostrando una poza de maceración. Vemos amenazas tangibles y cosas sutiles, como el uso de lenguas que están por desaparecer. Hay un video donde Ricardo Pereira me enseña el idioma Kakataibo, que los niños entienden pero ya no hablan. Hay un bilingüismo donde la lengua originaria se va diluyendo de generación en generación, procesos simultáneos de pérdida que trascienden lo individual.

Eliana Otta usando una cámara 360 en la cabeza, con la que grabó los videos del proyecto. Imagen cortesía de Eliana Otta

JCM: Debido a la expansión de los medios digitales asumimos que todo puede ser compartido. Tenemos la falsa idea de que “la información quiere ser libre”, aunque gran parte del conocimiento hoy está en manos privadas. Cuando nos referimos a sistemas de conocimientos milenarios la dinámica es diferente ya que son las comunidades quienes definen qué tipo de información comparten internamente, y esta puede ser muy diferente a la que comparten con las comunidades vecinas o con el público externo. ¿Hasta qué punto fue importante que las comunidades definieran qué información compartir?

EO: Cuando proyectamos el trabajo en proceso la gente estuvo de acuerdo con lo que mostrábamos. Todo era lo que decidieron mostrar: íbamos a donde nos invitaban, hacíamos lo que nos ofrecían hacer. Mi experiencia estaba mediada por lo que los anfitriones decidían compartir. Las conversaciones grabadas eran con las personas que eran más anfitrionas, líderes y familiares de personas asesinadas. También estaba el filtro del lenguaje, ellos hablan español pero yo no hablo Asháninka, Kakataibo, Matziguenga, ni Shipibo, sus idiomas. Eso limitaba nuestro diálogo. En las proyecciones, por ejemplo, se burlaban entre ellos, había una dimensión cómica de la cual desconocemos el contenido, lo que era limitante e interesante también, un desafío.

VV: Cuando uno entra a la página, por su diagramación, por el sonido de la selva que se puede activar y por la temática sensible uno siente que ingresa a un lugar sagrado. Se trata de algo relacionado con la muerte y el duelo, pero al mismo tiempo es algo político que empalma con la denuncia. Veo dos movimientos. Por un lado, el movimiento clásico del arte contemporáneo, que consistiría en des-auratizar, convertir estas realidades en una página web con el fin de difundir para un público diverso. Por el otro, una voluntad por volver a auratizar el saber indígena, en el mejor sentido de la palabra. Se trata de mostrar un valor tan inmenso que se sale de toda idea de valor que el arte puede sostener. Ticio Escobar y Gustavo Buntinx nos han hecho notar como el siglo XX desauratizó el arte, pero ahora en mucho arte latinoamericano contemporáneo, lo político parece consistir en volver a auratizar ciertos espacios como espacios de resistencia frente la razón utilitaria y mercantil. En Luto Verde hay una opción por auratizar lo que ha sido desautorizado por el mercado, por las mafias, por la brutal modernidad. Quería preguntarte por esa recomposición de lo sagrado en la práctica artística.

EO: No lo había pensado, pero gracias, es muy pertinente lo que dices. Tengo mucha admiración y respeto a las personas con las que he desarrollado estos vínculos, quienes son constantemente afectadas por la violencia en Perú. Por ejemplo, hay un video donde Víctor, Asháninka de Nuevo Amanecer Hawai dice, “hemos vivido cuatro años de paz”. Como comunidad, después de huir de Sendero Luminoso, escaparse en 1987 guiados por Mauro, regresar en los 2000s para ser invadidos por madereros, huir de ellos, reestablecerse, tener cuatro años de paz hasta que los madereros regresan y matan a su padre y a su hermano Gonzalo. Son unas dimensiones de violencia excesivas incluso para el Perú.

Proyección de videos en proceso, comunidad de Sinchi Roca. Imagen cortesía de Eliana Otta

Este proyecto también está influenciado por mi vida en Europa, donde se habla del cambio climático como una amenaza futura, sin reconocer que en los países colonizados es un proceso constante. Allí, la desaparición de mundos es una realidad persistente. Las poblaciones resisten como parte de su herencia ancestral, viviendo un trauma continuo más que un miedo a lo que está por venir. Por ello, se mantienen vínculos con lo comunitario, con lo colectivo, con lo que llamamos ‘naturaleza’ y con saberes que ofrecen alternativas para aquello que Europa y el norte global ven como un apocalipsis sin salida. Hay un lado paralizante del discurso anti-crisis climática que parece incapaz de reconocer ese conocimiento, tanto la lucha constante como la dimensión afectiva que implica una relación con lo sagrado. El hecho de que, en el Perú, en Latinoamérica y en muchos lugares del mundo, la llamada ‘naturaleza’ sea considerada un ser vivo y sintiente, un ente sagrado, ha permitido que sobrevivamos a la explotación y violencia que buscan desacralizar la vitalidad para lucrar, privatizar y explotar. Algunas personas arriesgan su vida para defender lo que se considera sagrado, con un impacto real en una vida que depende del territorio para sobrevivir,. Territorio que es parte integral de su existencia en lugar de simplemente un objeto a controlar.

VV: Lo interesante del website es que es un objeto aurático y no aurático al mismo tiempo. El objetivo es tomar conciencia de lo que ocurre con la pérdida de mundos y vidas humanas, frente a la pasividad absoluta de las autoridades y la mediocridad siempre interesada de los medios de comunicación. La página genera un tipo de conciencia que no es opuesta a la acción, sino que el espacio mismo de visibilidad surge otro tipo de acción. Lo que quiero decir es que este tipo de prácticas simbólicas no se quedan en el plano de la conciencia, son pequeños intentos activistas de intervención.

EO: Es como intentar, a través de ciertas prácticas, construir temporal y fugazmente esos esbozos de mundos a los que aspiramos pertenecer y defender, ampliando los espacios para que sean más viables y menos vulnerables.

JCM: Me pareció interesante que no entendieras el lenguaje, no solo a nivel formal, sino también en sus estructuras taxonómicas. Roberto Zariquiey me explicó que en el Kakataibo no existe la palabra 'animal' como la conocemos, sino diferentes descripciones según si los animales son domésticos o no. Esta complejidad en la taxonomía refleja una percepción holística de la naturaleza, que conecta con la renovación eco-social, un aspecto relacionado a tu práctica artística. Las comunidades indígenas, que representan el 5% de la población mundial, conservan el 80% de la biodiversidad, y su diversidad lingüística contribuye a una mayor resistencia de cultivos y medicinas frente a crisis climáticas. ¿Qué aprendizajes has obtenido al presentar el proyecto? ¿Cómo podrían estas experiencias interactuar con la experiencia digital y co-evolucionar? ¿Existe un efecto simbiótico?

EO: Exponer el proyecto en ciudades europeas reveló interés y respeto, aunque también desconocimiento sobre la violencia contra líderes indígenas. A pesar del corto tiempo para desarrollar la web, diseñada por Gabriel Alayza y Hermanos Magia, fue positivo ver la voluntad de aprender. Me gustaría añadir actualizaciones, como el reconocimiento territorial que el líder Marcelino de Unipacuyacu está a punto de recibir, y casos recientes de asesinatos como los de Santiago Condorincón, líder de la misma zona de Nuevo Amanecer, y Mariano Isacama, líder Kakataibo. Originalmente, pensaba que la web podría generar apoyo o donaciones para ayuda psicológica a los familiares, como sucedió cuando la hermana de un asesinado solicitó ayuda. Me gustaría que el proyecto sirviera también para impulsar iniciativas de apoyo.

Vista de exhibición en Silent Green, proyección y dibujos instalados en los nichos. Imagen cortesía de Eliana Otta

JCM: El artista Francesco Mariotti viene desarrollando The Fireflies Memorial, que busca generar una suerte de hábitat híbrido de memoria en homenaje y duelo a líderes ecologistas y del medio ambiente. Empezó en Perú, pero luego estudio casos en América Latina donde hay situaciones similares, como el asesinato de Chico Mendes (Brasil) o Berta Cáceres (Honduras). Luego tuvimos la oportunidad de viajar y presentar una versión en Durban, Sudáfrica, donde se trabajó rindiéndole homenaje a los activistas anti-minerías. Lo hicimos con la coincidencia de entender el duelo como un camino hacia una renovación eco-social, como en tu caso. ¿Hay aprendizajes que puedes haber tenido de tus pares en los otros siete proyectos elegidos por Driving the Human? Las colaboraciones sur-sur son difíciles, por el costo, escaso interés, y debido a que las conexiones sur-sur son muchas veces mediadas por el norte. Las exposiciones de este proyecto han sido en Europa. ¿Consideras que hay un espacio para llevarlo a otros lugares o que los vínculos con colegas de los otros proyectos les permitan armar una pequeña red, aunque sea temporal? ¿Quizá alguna colaboración que haga evidente que estas situaciones son patrones que se repiten en otras realidades?

EO: En esta experiencia había proyectos y personas interesantes con quienes hubo cercanía, como el de Ghana, Akwasi Afrane, que trabaja con tecnología reciclada, el de Vincent Rumahloine, que hace proyectos colectivos para regenerar la vida comunitaria en Indonesia, así como un dúo de artistas surcoreanos, Hyeseon Jeon y Seongmin Yuk. Vincent, Akwasi y yo coincidimos en que en nuestros países no podíamos conseguir fondos para generar los intercambios que quisiéramos. Tenemos esta vida freelance, de artista que aplica a convocatorias, sin trabajos permanentes. Dependemos de convocatorias con recursos que usualmente son del norte de Europa.

Me encantaría mostrar el proyecto en diferentes contextos del sur, donde sé que va a haber mucha resonancia y diálogos fructíferos. Por suerte hubo una presentación en el MAC, en Lima (2023), a donde invité a Beatriz Pío, quien viajó de Nuevo Amanecer Hawái para presentar el proyecto conmigo. Fue la primera vez que viajaba una mujer representando a la comunidad. Además, era la primera vez que visitaba Lima, que viajaba en avión y que veía el mar. Ese fue otro de los regalos de la experiencia.

VV: El proyecto no acaba nunca. Buscar múltiples espacios de difusión es el reto político más importante. Ese reto ya no es sólo una responsabilidad de Eliana, sino de curadores, críticos, profesores, de todos quienes entramos en contacto con esta obra. Se ha vuelto nuestra responsabilidad contribuir a mostrarlo y a difundirlo.



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