Ryan Gander en el Museo Helga de Alvear: una poética de lo incierto

Crítica 14 abr de 2025

POR MARISOL SALANOVA BRUGUERA

       

Ryan Gander, "Escuela de idiomas", 2023. Gorila animatrónico, audio, escritorio, ventilador; montada: 125 x 340 x 230 cm, audio: 27 min. 16 seg. Imagen cortesía del Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear de Cáceres

Ryan Gander, "Escuela de idiomas", 2023. Gorila animatrónico, audio, escritorio, ventilador; montada: 125 x 340 x 230 cm, audio: 27 min. 16 seg. Imagen cortesía del Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear de Cáceres

Ryan Gander opera como un dramaturgo del pensamiento no dicho y del despiste. Lo banal para él no es una cuestión estética sino una estrategia, y lo lúdico no es concesión sino trampa. Exige al espectador que afile la mirada, pero sobre todo que acepte perderse. Pues solo quien se extravía en sus juegos encuentra la posibilidad de pensar en serio.

Desde sus inicios, este artista británico ha cultivado una obra marcada por la elusión de categorías fijas, el empleo del humor y una clara inclinación por el enigma. Su trabajo, que abarca desde la escultura y la instalación hasta la performance y la literatura, se ha construido sobre un principio de ambigüedad calculada, en la que lo conceptual no anula la experiencia sensorial, sino que la amplifica. 

Con Gruñidos, silbidos, gemidos, ladridos y gritos, el Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear de Cáceres (España) reúne más de veinte años de producción del artista por primera vez mostrada en Europa de manera tan completa; en una exposición que sintetiza sus principales inquietudes y confirma su capacidad para desafiar la percepción y el lenguaje. Lo hace, sobre todo, a través de dispositivos que oscilan entre lo lúdico y lo profundamente filosófico.

Ryan Gander, "All things being equal, or I'm with you", 2018. Bronce, cubo de madera, plintos 70 x 25 x 35 cm (cada escultura). Fotografía por Tania Castro. Imagen cortesía del Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear de Cáceres

Ryan Gander, "Equivalent Economies and Equivalent Means", 2018. Máquina expendedora, piedras, 10 mil euros. Fotografía por Tania Castro. Imagen cortesía del Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear de Cáceres

Nos recibe en el vestíbulo del museo una obra en forma de máquina expendedora titulada Equivalent Economies and Equivalent Means (2018), una máquina expendidora que pone en tela de juicio el valor de los objetos, porque lo que reparte son piedras a excepción de una primera opción en la vitrina que es un fajo de billetes. ¿Hemos asignado la valía correcta a las cosas? La unión de minerales que ha tardado cientos de años en formarse y que ha sido recogida entre un padre y sus hijos paseando por la playa en un momento especial se valora por debajo de un trozo de papel con una cotización simbólica.

Si bien la obra de Gander ha sido comparada en ocasiones con la de Marcel Duchamp, por su manera de introducir el azar y el juego como mecanismos de desestabilización, también dialoga con figuras como Fischli & Weiss o Maurizio Cattelan en su particular uso de lo irrisorio como vehículo para el pensamiento crítico. Sin embargo, su práctica se distingue por una carga autobiográfica más explícita, como lo demuestran varias de las piezas incluidas en la exhibición del centro cacereño. Destaca, por ejemplo, la serie de esculturas inspiradas en las bailarinas de Edgar Degas, reinterpretadas por Gander como un homenaje a sus hijas. 

La elegancia de la pose clásica se funde con un aire de extrañamiento, como si las figuras estuvieran atrapadas en un tiempo suspendido, a medio camino entre la tradición y la contemporaneidad. Igualmente significativa es la obra dedicada a su hijo Baxter, Instinctive, Unproductive and Free (2024) que plasma en 1500 postales la composición de una imagen abstracta a partir del movimiento repetitivo del joven, un rasgo característico del autismo. De nuevo, Gander nos habla sobre el cuerpo en el espacio, el ritmo y la identidad.

Ryan Gander, "Escuela de idiomas", 2023. Gorila animatrónico, audio, escritorio, ventilador; montada: 125 x 340 x 230 cm, audio: 27 min. 16 seg. Imagen cortesía Lisson Gallery

Junto a las piezas de corte más personal, la exposición despliega una serie de obras que exploran la comunicación, la percepción y los límites del lenguaje. School of Languages (2023), por ejemplo, es una instalación que dispone una oficina de aspecto anodino, con una mesa de escritorio que tiene debajo una escultura animatrónica. Se trata de un gorila hiperrealista llamado Brenda que parece intentar comunicarse con el público sin éxito, en una clara alusión a la imposibilidad de la comprensión absoluta. 

Los primeros días de la muestra, dicha instalación iba acompañada de auténtico olor a orina de gorila; una esencia obtenida de animales reales que se pulverizaba en el ambiente. De ahí que veamos un ventilador cerca y que la austeridad de la oficina recuerde a la jaula de un zoológico donde animales racionales e irracionales se confunden.   

Según el artista, el tiempo es el peor invento de los seres humanos, además de un condicionante que nos diferencia de otros animales porque nos ha llevado a querer organizar nuestra existencia a través de compartimentos estancos. Este cuestionamiento de los códigos de comunicación también se encuentra en Everything is Counted (2021), una obra en la que un mosquito mecánico se retuerce en un gesto que evoca la fragilidad y lo efímero de la existencia. 

Ryan Gander, "Everything is Counted", 2021. Escultura animatrónica. Fotografía por Tania Castro. Imagen cortesía del Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear de Cáceres

La ironía, presente en gran parte de su producción, se convierte en un arma de doble filo: es, a la vez, un vector de crítica y una estrategia de seducción que atrapa al espectador antes de revelarle la complejidad del mensaje. Propone que su obra sirva de entrenamiento para que cada espectador se haga preguntas incómodas. Tanto es así que una de las instalaciones estrella, que pasa desapercibida por algunas personas, es su número de teléfono pintado en una parte de la fachada del museo para que quien lo desee contacte con él y le traslade sus impresiones.

En el contexto de su trayectoria, esta exposición representa un punto de consolidación. A lo largo de los años, Gander ha transitado desde la exploración de lo conceptual hacia una carga emocional más profunda, en la que el juego con la percepción se entrelaza con una creciente preocupación por lo íntimo y lo afectivo. Si bien su obra sigue desafiando las convenciones del arte contemporáneo, Gruñidos, silbidos, gemidos, ladridos y gritos deja entrever una madurez que no sacrifica su habitual espíritu irreverente, pero lo enriquece con una dimensión más introspectiva.

Más allá de la diversidad formal y conceptual que caracteriza la muestra, lo que unifica la obra de Gander es su capacidad para generar incertidumbre sin caer en el hermetismo. Su arte opera en ese delicado equilibrio entre la elusión y la sugestión, entre la ironía y la ternura, entre el juego y la profundidad. En este sentido, la exposición tiene múltiples recorridos posibles, no un único camino. No es una simple mirada a su trayectoria, sino un testimonio de su consolidación artística que induce a poner en duda lo establecido.

Ryan Gander, "The Find", 2023. Proyecto de arte público. Imagen cortesía del Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear de Cáceres

Este cuestionamiento no es un acto de desesperanza, sino un ejercicio de reflexión profunda sobre la transitoriedad de nuestras vidas y el caos inherente a nuestra existencia. La fragilidad de la comunicación humana, la dificultad de encontrar una voz propia en un mar de ruidos, y la constante tensión entre lo visible y lo oculto se presentan como elementos que nos conectan con lo más esencial. Gander, no ofrece respuestas claras ni una solución definitiva, sino que nos regala la oportunidad de observar a fondo para no conformarnos con lo aparente. 

Antes de inaugurarse, la exposición se anunció junto a un proyecto de arte público mediante el cual el artista revolucionó las calles de la ciudad escondiendo monedas con mensajes. A modo de yincana, adultos y niños las fueron descubriendo. Conectar museo y ciudadanía es uno de los puntos clave de la gestión de la portuguesa Sandra Guimarães, directora del centro y curadora de la muestra. No solo nos aproxima a un lugar de contemplación estética, sino a la vez a un espacio donde el espectador puede replantearse lo que significa ser humano en un mundo que nunca deja de cambiar, un mundo que siempre está por descubrir. El museo, alineado con el artista, se torna un instrumento crítico donde la comunidad es la protagonista.



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