Opinión 11 jul de 2014
por Alfonso de la Torre
Obra de Pepe España
El trabajo del pintor Pepe España me parece simboliza el complejo devenir de los artistas, en nuestro país, en el siglo veinte.
Conociendo a buena parte de los artistas de eso que hemos llamado el grupo de Cuenca, la presencia en la ciudad del malagueño España fue muy relevante en ese tiempo y para el desarrollo de las artes en nuestro país. En ese agitado paisaje post-informal, el pintor España estableció una propuesta en extremo sugerente.
Es un enigma, el va y viene de los artistas. Su presencia, que en ocasiones parece, fantasmal, haberse esfumado de la historia. Al menos de la historia del arte en nuestro país. Así, me he preguntado en ocasiones ¿cómo puede un artista haber sido protagonista, residir en un lugar capital del arte de nuestro tiempo, y parecer borrarse su memoria de ese tiempo y de su geografía?. ¿Encontrarse con los personajes de aquella época, artistas como Bonifacio Alfonso, Florencio Garrido, Luis Martínez Muro, Antonio Saura, Manuel Viola o Fernando Zóbel y parecer desvanecerse su recuerdo entre la historia?
Ese parece haber sido el caso, hasta esta reciente exposición promovida por las Diputaciones de Cuenca y Guadalajara, junto a la Fundación Pepe España, de José Luis Jiménez España, Pepe España (Málaga, 1930 - Biel, Suiza, 2007), quien llegado hacia 1963 desde su natal Andalucía, permaneció un decenio en Cuenca, para marchar en los años setenta a Berna, residiendo finalmente en Suiza hasta su muerte, con frecuentes viajes a Málaga.
Ubicado su taller en el corazón del casco histórico conquense, calle de San Pedro número ocho, un estudio elevado sobre los tejados, apenas accesible a las miradas, taller mirador sobre el paisaje de la ciudad, también escrutando la planicie que se extiende allende el río, un lugar ignoto en el que este pintor afable permanecía encerrado, ajeno a las miradas, enfrascado en la pintura durante días. Junto a los estudios de Zóbel, Saura, Bonifacio Alfonso o Luis Muro y la vivienda de Ángeles Gasset, a unos pasos de la actual casa de Antonio Pérez o frente a la de González Ruano, que luego habitara Gerardo Rueda. "Me cautivó Castilla y sus gentes", señalaría con el tiempo Pepe España.
Conociendo a buena parte de los artistas de eso que hemos llamado "la aventura abstracta" -o "la poética de Cuenca", el grupo de Cuenca, en definitiva-, la presencia en la ciudad del malagueño España fue muy relevante en ese tiempo, devenir capital para el lugar y para el desarrollo de las artes en nuestro país. Incluido en un libro de entonces, escrito por Federico Muelas, "Cuenca en volandas", también ha de considerarse muy relevante su presencia permanente en la actividad artística castellano-manchega. Buen reflejo de ello son sus cuatro exposiciones individuales (1966, 1968, 1969 y 1971) en la Casa de Cultura de Cuenca o en galerías de la ciudad, muy dinámicas en ese tiempo, como la Sala Toba (1973) o su inclusión en colectivas, como la de 1970 en la Sala Honda. A ello podríamos añadir el ingreso en las colecciones de Castilla-La Mancha de un amplio conjunto de sus obras. Otrosí, el amplio eco que de su presencia ofreció la prensa de ese tiempo.
Tras mostrarse el pasado año en las salas de la Fundación Antonio Pérez (en Cuenca y San Clemente), "Vuelta al origen" es, como se ve, título más que justificado, que refiere el retorno este 2014 de la obra de Pepe España, pero también cómo su estancia supuso un punto crucial en su devenir como pintor, que le serviría para incorporarse, de pleno, a las vanguardias al final de ese tiempo tras su procedencia de la pintura figurativa. Su quehacer pictórico enlazaba, en especial a partir de 1970 con el conjunto de cuadros con título "La Cinta", no tanto con los artistas abstractos sino, más singular, ofrecía una propuesta que miraba hacia el promisorio futuro de la década de los setenta, y el futuro tiempo "multicolor" que llegaba y a las nuevas generaciones formadas al amparo del singular proceso de modernización de las artes que germinaba en esta Comunidad. Su estancia en Cuenca coincidió con su amistad con Simón Marchán Fiz, y las conferencias de este (1968 y 1971) tituladas: "Las últimas tendencias plásticas internacionales" y "Evolución de las tendencias representativas. 1960-1970", charlas ilustradas con diapositivas y agitado debate según la prensa que supusieron la posibilidad de conocer el vértigo que embarcaba al mundo del arte de ese tiempo, viajero desde el ocaso del informalismo hacia nuevas tendencias representativas, en las que se aunaban restos del pop, arte conceptual y povera, y una cierta reflexión nihilista. Agitado paisaje post-informal en el que el pintor España estableció una propuesta en extremo sugerente.
Esta exposición muestra el quehacer de Pepe España, precisamente a partir de la estadía en Castilla-La Mancha, a través del análisis de tres momentos de su quehacer: "La Cinta", "Cuenca y Berna" y "Tenebrosa luz".
Se ha editado un catálogo bilingüe (español/inglés, 208 pp.) que analiza, en profundidad, la pintura de Pepe España, conteniendo una amplia cronología y una selección de textos críticos sobre este artista, aportándose numeroso material inédito (www.pepeespana.com).
Esta exposición ha sido posible gracias, también, al esfuerzo de la Fundación Pepe España, que desde Aarau ha impulsado el proyecto expositivo. Mención aquí a su Presidente, Andreas Röthlisberger y a Rosa España, la fiel compañera del artista, ambos han velado por el legado que hoy llega a nuestras salas de exposiciones. Como Comisario de la exposición les agradezco el acceso a sus archivos y las facilidades dadas para la consulta e intensa investigación sobre los mismos, desarrollada en mi estancia en Aarau y Biel. El trabajo del pintor España me parece simboliza el complejo devenir de los artistas, en nuestro país, en el siglo veinte. Por Alfonso de la Torre, comisario de la exposición.
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