Opinión 03 mar de 2010
por Dionis Bennassar
Miquel Tugores, director de la galeria Dionís Bennàssar y de feria DEARTE, nos hace llegar su reflexión sobre la historia, momento actual y futuro de ARCO. Es su visión, tan válida como otras. Esta es su aportación:
Quien olvida de dónde viene, difícilmente sabrá a dónde ir. Escuchamos estos días cantos fúnebres para la feria ARCO, oímos múltiples propuestas y todas tiene un mismo diagnóstico: la feria debe renovarse o morir. Para no equivocar el camino a seguir es preciso saber de dónde viene y a quién ha interesado el ARCO, que ahora, al parecer, agoniza y debe renacer.
Del 82 al 92, como bien dijo su fundadora Juana de Aizpuru, ARCO fue una fiesta. Los españoles descubrimos la luz del arte moderno después de décadas de oscuridad y aislamiento del mundo moderno. ARCO se convirtió, en pocos años, en la feria más popular y alegre. También en ser la más visitada del mundo. Esa sí fue su primera grandeza. ARCO congrega a cientos de miles de turistas culturales y eso fue bueno para todos: Madrid (turismo), artistas (promoción), galeristas (negocio), coleccionistas (oferta) y visitantes (cultura). La gente compraba, las instituciones públicas y privadas iniciaban colecciones: ¡Una gran fiesta! Casi un delirio al llegar a los doscientos mil visitantes... cuatro veces más que la mejor de todas, la de Basilea.
Con la crisis de principios de los noventa, ARCO retrocedió y, dado que era -y es- la feria que más promociona el nombre de España y de Madrid en el mundo, lo políticamente acertado fue apoyarla económicamente incentivando las compras. Cuando el público comprador menguó y las ventas fueron principalmente institucionales, el comité de selección pensó que tantas galerías españolas, unas 160, entre las que los nuevos comisarios podrían elegir no era lo más conveniente, y empezaron las exclusiones. El cenit se alcanza en esta primera década del siglo XXI durante la cual se han expulsado más galerías de las que quedan. Siempre se han rechazado las galerías basándose en una supuesta calidad, lo que nos lleva a afirmar que todos, especialmente los expertos y los medios, se equivocaron al glosar las excelencias del pasado. En aras de una supuesta calidad, mis compañeros galeristas dicen cuáles otras galerías son idóneas o no (!) para participar. Basta ver las hemerotecas para confirmar que el problema de la calidad siempre ha preocupado al "comité", ¿o es que también se equivocaba hace unos años al seleccionar a las galerías admitidas?
Una feria tan popular y con una calidad nunca discutida, ofrecía al mundo una oferta y un espectáculo de color y glamour que ninguna otra ha tenido jamás. El presidente de IFEMA, Fermín Lucas, nos decía que ARCO es la única feria que tiene resonancia mundial de todas cuantas se celebran en España. IFEMA dinamizaba así a Madrid como capital atrayente y todos ganábamos: los galeristas, los artistas, los hoteles y comercios y la cultura en general. Esa es la singularidad de ARCO: atraer multitudes y permitir el negocio de muchos sectores empezando por los pocos galeristas españoles admitidos y terminando en los estudiantes que aspiraran a ser artistas profesionales.
Si fuera por el gusto y ambición de unos pocos, IFEMA, con el dinero de todos, debería organizar la segunda feria mejor del mundo trayendo y atrayendo a las mejores galerías extranjeras, a los mas grandes coleccionistas y permitiendo la visita a la tercera parte de los actuales y siempre alabados, doscientos mil visitantes. Quizás esto fuera lo deseable para algunos pocos, pero estoy seguro que no lo es para el mundo del arte ni lo puede hacer una institución pública como IFEMA. Además, ¿qué tiene de malo que un país jóven como el nuestro tenga la tercera o cuarta feria del mundo y sea la más visitada y glamurosa de todas? Es loable que algunos deseen tener en nuestro país la primera pero no le pueden pedir a los organismos públicos que se la hagan: todas las grandes ferias son privadas y nadie les tachará nunca con el dicho de "ellos se lo guisan y ellos se lo comen". Es lo contrario de lo que ocurre en España y a propósito de ARCO: IFEMA lo guisa y unos pocos son los invitados a la mesa.
Las instituciones públicas deberán prestar mucha atención en apostar por un gigante con los pies de barro. Es mejor tener la tercera feria del mundo que nos enaltece a todos como país y como generadores de arte que aspirar a la primera y fracasar como está ocurriendo en las dos últimas ediciones al despoblarse de galeristas españoles.
ARCO ha generado vocaciones artísticas, galerísticas, nuevos museos y colecciones precisamente por su popularidad, por ser una fiesta. Desde que nació feria DEARTE hace nueve años posicionándose como complemento de ARCO y Estampa, la feria de las ferias se ha desprendido de tantas galerías que ha dado lugar al nacimiento de dos ferias más, ArtMadrid y Just Madrid. Pero no nos engañemos: nuestro pais no tiene tantos coleccionistas como para asegurar el éxito de todas. De nada sirve mentirnos diciendo que todas son rentables para los expositores y sus artistas.
Como diría el poeta, no le toquéis más que así es ARCO. Un acontecimiento que daba vida a un pais y que la ambición de unos pocos no debe conducirnos al abismo.
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