Material sensible: Ensamblando memorias y colectividades diaspóricas desde España con Catàrsia y Al’Akhawat

Ensayo 20 feb de 2025

por Emily Sun

       

«+212», Al’Akhawat. Instalación en el Bienal Contemporáneo TEA, Tenerife, 2024. Imagen cortesía de Karim Khourrou Gadour

«+212», Al’Akhawat. Instalación en el Bienal Contemporáneo TEA, Tenerife, 2024. Imagen cortesía de Karim Khourrou Gadour

La curadora Emily Sun destaca el papel de los colectivos Catàrsia y Al'Akhawat en la construcción de narrativas y espacios que abordan la migración, la memoria y la resistencia desde una perspectiva íntima y colectiva. Enfatizando, además, cómo estas agrupaciones utilizan el arte y la creación comunitaria para desafiar las estructuras de poder y redefinir la pertenencia en contextos diaspóricos como España.

¿Cómo se expresa el afecto cuando la migración separa a las familias? En una galería, una pila de cajas resistentes, selladas con cinta y dirigidas a Edna y Claudia Fabricante en Pangasinan y Baguio City, Filipinas, ofrece una respuesta. Los logotipos coloridos en el cartón dicen «balikbayan», término tagalo que significa «volver al país». Cada mes, los filipinos en la diáspora envían medio millón de estas cajas a sus familias, llenas de artículos que simbolizan su cariño cuando el regreso físico es imposible. Para muchas madres, trabajadores del hogar en el extranjero, estas cajas representan los cuidados que no pueden brindar personalmente. Sin embargo, estos regalos también reflejan las estructuras de poder globales que fomentan la migración filipina, como las políticas que promueven la exportación de mano de obra al Norte Global. Como símbolo cultural, la caja balikbayan puede perpetuar el mito del sueño europeo o estadounidense, otorgando un prestigio cuestionable a lo proveniente del exterior.

Sin embargo, las cajas que tengo ante mí no cruzarán el Pacífico para llegar a su presunto destino. Este invierno pasado se expusieron en la Galería Córdova, en el barrio del Raval de Barcelona, que cuenta con una gran concentración de residentes del sur y el sudeste asiáticos. Esta exposición, Encaixar, presentaba obras colectivas de Gemma Ferreón, Cinthya Fung y Mercedes Saya Rosés como miembros de Catàrsia, un colectivo artístico-político de personas asiáticadescendientes con sede en Barcelona. Sus obras surgieron de una residencia de un año que Catàrsia realizó en el CCCB. La humilde caja, su capacidad para transportar, guardar y regalar, inspiró una meditación sobre los sentimientos íntimos y los recuerdos diásporico.

«Balikbayan Box», Gemma Ferreón/Catàrsia, “Encaixar,” en Galería Cordova, Barcelona, 2024. Fotografía por Roberto Ruiz

En su instalación, Gemma Ferreón conviertió la caja balikbayan en una cabina de grabación improvisada, reimaginándola como un archivo participativo para las comunidades filipinas en diáspora. Agazapada en el pequeño rincón como unx niñx jugando al escondite, escucho un paisaje sonoro de voces en diferentes idiomas y ruidos ambientales. A través de talleres con otrxs filipinxs, Ferreón identificó sonidos que les recordaban a su hogar: un gallo de pueblo, las llamadas de vendedores ambulantes o el estruendo de los abarrotados jeepneys, un popular medio de transporte público. En la Bienal de Pensament, organizada por Catàrsia y el CCCB el 12 de octubre, Gemma propuso a lxs participantes grabar mensajes en una cabina, como si fuera un locutorio capaz de conectar con cualquier persona en cualquier lugar. También evocaba un karaoke, espacio catártico para muchas comunidades asiáticas, donde, bajo la protección de una canción pop melodramática, se expresan emociones que de otro modo quedarían ocultas. Dentro de la cabina balikbayan, algunxs cantaron canciones de su infancia, recitaron recetas o revivieron recuerdos sensoriales. Otrxs, en cambio, lloraron, liberando el dolor al ponerlo en palabras.

Cualquiera cuyas familias hayan migrado de un hemisferio a otro lo sabe: nos enviamos mensajes para mitigar el dolor de la separación, intentando atravesar realidades distantes. Hoy en día, estos mensajes se envían allí donde llegan los datos y las conexiones a Internet, creando la ilusión de proximidad. Pero cuando los padres de Ferreón emigraron a España y dejaron a su hija pequeña en Filipinas al cuidado de sus familiares, esperaban recibir fotos y postales de los momentos perdidos. Estas fotos acompañan la instalación, junto a postales en blanco con vistas pintorescas de la costa filipina: otros mensajes por escribir.

Mercedes Saya Rosés concibió su instalación Casa-caja de muñecas como un mensaje en honor a su abuelo materno en Japón, quien lamentó haberse perdido su infancia. Recreó una versión de su dormitorio infantil, fusionando su yo pasado y presente. Juguetes de punto de Doraemon y Mario, pegatinas de Hello Kitty y miniaturas en una vitrina llenan el espacio. Mercedes explica que su dormitorio real no era tan kawaii; ahora incorpora esta estética japonesa de inocencia y encanto que de niña rechazaba por la presión de asimilarse. La instalación surge de procesos colectivos: muchos objetos representan recuerdos infantiles compartidos por miembros de Catàrsia. En la Bienal de Pensament, Mercedes también dirigió un taller de fanzines con miniaturas, inspirando a la gente a desbloquear recuerdos de infancia; lxs participantes crearon habitaciones de papel que están repartidas por la instalación.

«Balikbayan Box», Gemma Ferreón/Catàrsia, “Encaixar,” en Galería Cordova, Barcelona, 2024. Fotografía por Roberto Ruiz

 Frente a la instalación de Saya Rosés, la obra sPAIN de Cinthya Fung me transportó de un acogedor cuarto infantil a una fría oficina de inmigración, pero con un giro. En el centro, un videojuego recrea los trámites absurdos y agotadores para obtener la residencia en España. Los jugadores avanzan recolectando monedas para lanzarlas a figuras cuadradas que representan funcionarios y policías, evitando que un borde rojo ominoso —símbolo de los plazos de residencia— los alcance. Para ganar, deben reunir papeles que deletrean «sPAIN», una hazaña que pocos lograron durante la interacción pública. La dificultad del juego refleja cómo el Estado diseña políticas migratorias para servir intereses específicos y excluir a ciertas poblaciones. Cynthia, quien migró de Perú a Estados Unidos de niña y luego a Barcelona de adulta, vivió estos obstáculos burocráticos. Inspirada por los comentarios de sus compañerxs de Catàrsia, usó el humor para criticar la arbitrariedad de estos procesos. Los comentarios de sus compañeros de Catàrsia influyeron en el diseño del juego, en el que el humor critica los procesos burocráticos arbitrarios.

Encaixar me recordó tanto la presión a la que se enfrentan las comunidades racializadas diaspóricas para encajar en la sociedad dominante, como su resistencia para encontrar formas alternativas de pertenencia, reflejo de los orígenes de la propia Catàrsia. Hace siete años, Gemma Ferreón, Mary Grace Hernández y Cristina Zhang se conocieron en la programación de la obra teatral Tagó: Filipinas en Barcelona, dirigida por Berjer B. Capati, un raro momento en el que gente asiáticadescendiente representaba sus propias historias sobre el escenario. Frente a una carencia de espacios de acción y reunión entre dicha comunidad, en lo general así como dentro del panorama antirracista, las tres se motivaron a colectivizarse. Empezaron con encuentros informales abiertos para acompañarse, pero gradualmente fueron conectando con más gente, creciendo en ramas y pasando a producir acciones concretas.

«Casa-caja de muñecas», Mercedes Saya Rosès/Catàrsia, “Encaixar,” en Galería Cordova, Barcelona, 2024. Fotografía por Roberto Ruiz

Para Carolina Zhou, otro miembro del colectivo, Catàrsia empezó como un espacio de acompañamiento. «Cuando toda mi vida había podido encajar de forma performativa en mis entornos, dice, Catàrsia era un lugar donde podría estar de una manera que sintiera más mi piel». Además, como hija de inmigrantes qingtianeses que trabajan en hostelería, vincularse con otras personas asiáticadescendientes con experiencias muy diferentes amplió su noción de la identidad colectiva. Como reflexiona Gemma, «nos hemos juntado como respuesta a una imposición racial y colonial de quién es nuestra comunidad.» La colectivización, por tanto, implica replantear este «nosotrxs» que interpela la «asiáticadescendencia» en sus propios términos, enfrentándose a las jerarquías dentro de lo asiático para construir en común políticas antirracistas, feministas, y decoloniales.

Uno de los primeros proyectos de Catàrsia fue la obra 8M: ¿Feminismo interseccional?, que surgió de los talleres de teatro que realizaron en torno a sus experiencias de violencias como mujeres asiáticas en España. Representaron la obra en diferentes espacios, como colegios y centros culturales de barrio, y evolucionó para incorporar nuevos miembros al colectivo así como para responder al aumento del racismo antiasiático durante la pandemia del COVID. Entre 2020 y 2022, Catàrsia programó el festival anual de artes escénicas Furiasia, con el objetivo de ofrecer a artistas asiáticxdescendientes una plataforma y una oportunidad para crear sinergias entre sus prácticas.

Al igual que muchos colectivos autogestionados, experimentar el ritmo de organizarse mientras se hacen malabares con el trabajo y las responsabilidades familiares, era insostenible. Catàrsia necesitaba un descanso para la introspección, lo que les llevó a su residencia en el CCCB, la cual les permitió prestar atención a cómo se relacionan entre sí y cómo sostienen dispositivos de apoyo mútuo. Desde sus inicios, Catàrsia ha recurrido al arte y a la creación colectiva como lenguaje común para abordar cuestiones en torno a la migración y el racismo a menudo invisibilizadas o distorsionadas en el discurso público. Ahora, el arte abrió canales para compartir sus experiencias más íntimamente, una apertura que se extendió a la gente que participó en los talleres y vio la exposición. Se generó una cadena que desempacó recuerdos y emociones, como la catarsis que inspiró el nombre del colectivo. Lxs artistas comparten un deseo de que estas cajas sigan abriéndose en distintos espacios, llegando a las nuevas generaciones y convirtiéndose en una referencia que ellxs mismxs no tuvieron en su juventud.

«sPAIN», Cinthya Fung/Catàrsia, Encaixar,” en Galería Cordova, Barcelona, 2024

*** 

¿Cómo se tejen los lazos familiares cuando el tiempo y la distancia los ponen a prueba? Al descolgar el teléfono, escucharás mensajes familiares en distintos dialectos árabes enviados a través del espacio y el tiempo: relatando los eventos que se pierde viviendo en el extranjero, cantando una canción de cumpleaños, preguntando si estás bien, esperando verte pronto, deseándote protección y abundancia. Aunque no entiendas el idioma, podrás percibir la preocupación, la risa o el cansancio en su tono. Oirás las respuestas de sus hijas en poesía, versos fragmentados y crudos que expresan lo que no se pudo decir en tantas llamadas transcontinentales, truncadas por falta de tiempo o monedas, o por la urgencia de otros asuntos.

En las paredes, más mensajes: preguntas garabateadas como lxs adolescentes escriben sus crushes en los lavabos, anuncios de citas para renovar los papeles de residencia, los contactos de abogados de inmigración, publicidades de té, habitaciones disponibles para alquilar o transferencias de dinero por Western Union. «SERIVISIO DE LIBERACIÓN Y REPARACIÓN», reza uno. En cierto modo, este locutorio, una instalación del colectivo Al'Akhawat, libera y repara las memorias colectivas arraigadas en la diáspora marroquí mismas que resuenan en otras comunidades. Hasta ahora, el locutorio ha constituido la base de dos instalaciones: ¿Alló? Labas? en Nadie Nunca Nada No (octubre de 2024, Madrid) y +212 en la Bienal Contemporánea TEA (octubre de 2024 a enero de 2025, Tenerife).

Los locutorios nacieron como un lugar para hacer llamadas, pero con el tiempo, sus usuarios los convirtieron en lugares necesarios de acogida para personas migrantes donde se comparten recursos: ayuda con la inmigración, traducción e interpretación, búsqueda de vivienda o hacer trámites de todo tipo. El locutorio de Al'Akhawat transita por el terreno imaginario de la memoria sin dejar de estar anclado en la realidad práctica. Para sus instalaciones, buscaron anuncios reales en locutorios de Madrid, Tenerife, y Barcelona, cartografiando la presencia física de estos y de las comunidades a las que apoyan. Al igual que en los locutorios que funcionan en la calle, la gente empezó a intervenir en las instalaciones, trayendo sus propios folletos o escribiendo mensajes en las paredes. 

«¿Alló? Labas?», Al’Akhawat. Instalación en Nadie Nunca Nada No, Madrid, 2024. Crédito: Colectivo Al’Akhawat

Si Al'Akhawat explora la poética del locutorio como espacio de comunicación, ayuda mutua y memoria para las comunidades marroquíes y migrantes en general, podría decirse que los caminos de lxs seis artistas del colectivo se cruzaron en busca de un espacio similar. Hace un año, Sanae El Mokaddim, Youssef Taki Miloudi, Karim Khourrou Gadour, Oumaima Manchit Laroussi, Aicha Josefa Trinidad Gououi y la colaboradora periódica Salma Bechar Aatif empezaron a reunirse. Les unían experiencias y traumas comunes, pero también una visión de la acción cultural en respuesta a la falta de representación marroquí en «el ámbito cultural», a pesar de que esta diáspora es la mayor de España. Las raíces de lxs miembros del colectivo abarcan un amplio abanico de diversidad geográfica a través de España y Marruecos; Tánger, Marrakech, El Rif, el Sahara, Oujda, Extremadura, Madrid, contextos urbanos o rurales, de centro y de periferia. Trabajando desde estas diferencias, el colectivo espera «romper con los relatos hegemónicos que nos homogeneizan, criminalizan, u orientalizan.» Además, Aicha y Salma han descubierto en el colectivo la poderosa posibilidad de aceptar su identidad cuir, y desean explorar más esa coexistencia entre su ser musulmana, marroquí y la disidencia sexual.

Al igual que Catársia, el deseo de Al'Akhawat de colectivizar también surgió de una necesidad personal de «sentir pertenencia y conectar con su comunidad», al haber crecido en entornos alejados de sus raíces. A lo largo del año, han creado desde experiencias personales en diversos medios para fomentar diálogos sobre realidades compartidas por muchas comunidades migrantes. Sin embargo, su base no es solo el trabajo, sino también una familia elegida. Al'Akhawat significa «hermandad» en árabe; connotaciones religiosas aparte, en el fondo, hermanar es unirse. Según Youssef, hermanar algo es «ponerlo horizontalmente», y «la raíz de muchas cosas que hacemos». Al'Akhawat empezó a crear un territorio que tiende puentes entre los sentimientos contradictorios de no sentirse en casa en una u otra comunidad. Según Sanae, entre ser juzgada tanto por la comunidad marroquí como por la española, Al'Akhawat responde a las preguntas que resuenan en su interior: ¿Dónde me quedo, y qué puedo hacer desde aquí? Karim lo compara con montar su tienda de campaña en la liminalidad. Oumaima encuentra una pertenencia en lxs otrxs del colectivo, a un tercer lugar que no tiene territorio fijo, «sino que oscila como un péndulo entre nosotros».

Todxs lxs miembros también experimentaron una falta de referencias al crecer, especialmente en el sistema educativo. Intentan corregir estas grietas institucionales haciendo investigaciones en las que no nombran referencias occidentales. Como dice Oumaima, también han encontrado referencias entre ellxs como artistas, y esperan convertirse en referencias para sus comunidades, especialmente los jóvenes. Les motiva la posibilidad de inspirar a otras personas con los mismos intereses que están aisladas en algunas partes de España y poder ampliar el acceso a la cultura. Karim comenta que dentro de la cultura visual árabe, muchos discursos fueron heredados de Europa: un imaginario visual donde, a través de la fotografía colonial, la imagen ha hecho violencia en la representación de una otredad. Como manera de resistencia, el colectivo ha recurrido a archivos cotidianos y familiares para componer miradas alternativas.

Taller «Cuentos entre Al’Akhawat», La Capella, Barcelona, 2025. Imagen cortesía de La Capella

Su trabajo como artistas conlleva esta responsabilidad de reflexionar sobre los recuerdos de su familia, una reflexión que la generación de sus padres no podía permitirse, porque, como expresa Karim, tenían que sobrevivir. Sin embargo, como hijxs, los recuerdos que no vivieron directamente aún les persiguen como sombras, manchan sus manos sin haberlas sumergido en el petróleo, citando uno de los poemas de Sanae. Cuando la exhibición museística occidental puede petrificar la memoria como un objeto externo, «es importante reivindicarla desde lo íntimo y lo vivido», dice Oumaima. Para ella, este proceso también implica una deconstrucción: corregir una mirada sesgada sobre un territorio la ha llevado a cuestionar su propia perspectiva, condicionada por el mismo sistema de cultura y educación, y a replantear cómo está interpretando su memoria en relación con las comunidades que la rodean.

A pesar de lo que puedan indicar las vitrinas protegidas de los museos, la memoria no es inerte e impoluta, es material sensible, mancha y deja huellas, reacciona a las emociones, se calienta al tacto. Al'Akhawat comenta cómo en contextos diaspóricos, especialmente en la generación de sus padres que emigraron, existe una cultura tóxica de fortaleza, donde callarse y seguir las normas es mostrar su valía. Su taller Cuentos entre Al'Akhawat, busca crear el espacio necesario para ser vulnerable y liberar esos recuerdos, así como evocar las tradiciones de «la memoria de boca a boca», contrarrestando el dominio de los documentos en las instituciones y archivos occidentales. Justo en sus casas familiares, los objetos más valiosos son los documentos de residencia que demuestran que existen en territorio español, cuidadosamente escondidos en pequeñas maletas. El taller de Al'Akhawat convierte esta maleta de papeles en un vehículo para compartir historias, resistiendo de algún modo la violenta reducción de la existencia de personas migrantes a estos documentos expedidos por el Estado. 

Tanto Catàrsia como Al'Akhawat centran lugares específicos de enunciación diásporicos, los de la segunda generación o generación 1,5; personas que emigraron de niñxs o nacieron de padres migrantes en España. Actúan como archivistas de memorias generacionales históricamente borradas del imaginario nacional. Los procesos colectivos detrás de sus obras son cruciales y van más allá del supuesto resultado que podemos ver en una exposición o en una nota de prensa. Entre rituales que se manifestan en el envío de mensajes envueltos en cajas o en susurros en un locutorio, la circulación de la memoria colectiva destaca en esos procesos. Come dice Al’Alkhawat: «La memoria es lo que nos ensambla cuando la historia no nos incluye. Es una manera de generar comunidad». 

Taller «Cuentos entre Al’Akhawat», La Capella, Barcelona, 2025. Imagen cortesía de La Capella

Estos colectivos artísticos, entre otros, surgieron de la necesidad de crear una comunidad cuando no podían encontrarla. Van en contra de los sistemas individualistas en el arte y el activismo, donde la autopromoción y la visibilidad pueden primar sobre la comunidad. El racismo endémico en el mundo del arte —como llenar las cuotas de diversidad o la devaluación de las experiencias de comunidades racializadas como materia para el arte— puede agudizar una cultura de competencia y separación. Como parte de Al'Akhawat, Aicha y Sanae se inspiran en perspectivas marroquíes e islámicas, donde la comunidad se entiende de manera más cotidiana: se trata de formar parte de todo, de compartir en lugar de guardar, de «desear para otros lo que deseas para ti». El colectivo aspira a llegar a más «espacios de poder» juntxs, manteniendo el espíritu de compartir en esas luchas. Buscan reformular estos espacios y sus lenguajes para hacerlos accesibles a sus comunidades, como cuando Salma se conmovió al ver a los padres de Oumaima ocupando un museo en Tenerife. Ambos colectivos sueñan con un espacio físico independiente donde aterrizar las redes que están construyendo.

Por supuesto, trabajar colectivamente entraña dificultades sustanciales, desde la negociación de múltiples diferencias políticas internas, momentos vitales y horarios, o las presiones externas. Los ritmos capitalistas arraigados en las instituciones pueden dar más importancia a la producción y los resultados que a los procesos lentos y reflexivos esenciales para construir la comunidad. Desde Catàrsia, se expresa la esperanza de mantener espacios de intercambio íntimo frente a la presión de producir y llegar a un gran público. Gemma admite su deseo de «volver a lo artesano» en el hacer colectivo: construir a fuego lento, sin prisas, sin necesitar resultados, confiando más en lo pequeño y lo próximo. En su arte, Catàrsia y Al’Akhawat nos recuerdan el poder de colectivizar lo íntimo y lo sensible, para responder a cuestiones de identidad y luchas que no pueden ser enfrentadas solx.



¿Quieres estar a la última de todos los premios y concursos que te interesan?

Suscríbete al canal y recibe todas las novedades.


Recomendaciones ARTEINFORMADO

Premio. 01 feb de 2025 - 28 feb de 2025 / Madrid, España

Artistas en Residencia 2025

Ver premios propuestos en España

Exposición. 18 feb de 2025 - 15 jun de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España

El Greco. Santo Domingo el Antiguo

Ver exposiciones propuestas en España

Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España

Máster PHotoESPAÑA en Fotografía 2024-2025

Ver cursos propuestos en España