Creación 01 dic de 2020
por ARTEINFORMADO
Invención, 2012 - Obra de Greta Alfaro
Con la muestra “MÁS, MÁS, MÁS”, Rosalía Banet ha sido la triunfadora de la segunda edición del concurso “Queremos Más Arte”, promovido por DKV Seguros, con la colaboración de ARTEINFORMADO, con el objetivo de reflexionar sobre “la nutrición y la alimentación saludable”, en el que también resultó finalista Rodrigo Carreño Rio, con la exposición “LO QUE NO VES”.
Banet ha elegido a cinco artistas (Greta Alfaro, Luna Bengoechea Peña, Manuel Franquelo-Giner, Marina Vargas y Ofelia Cardo) que reflexionan, a través de conceptos como obesidad, estética corporal, hiper-consumo, manipulación,… sobre “una sociedad insaciable e insatisfecha”.
La alimentación es uno de los retos más importantes de futuro y el tema de la exposición “MÁS, MÁS, MÁS”. En la época actual, además de la preocupación por conseguir alimentos, debemos lidiar con la elección de la comida, un asunto complejo y confuso, dominado por la publicidad y los medios de comunicación. Nos movemos entre la desnutrición por falta de alimentos y la sobrealimentación promovida por la industria alimenticia, que nos alienta a consumir más, más y más.
La industrialización de la alimentación ha sido un proceso muy importante para el desarrollo de las sociedades, pero también ha supuesto un peligro para la salud de la población y del planeta, debido a los métodos de producción masivos y a la aparición de productos de dudosa calidad nutritiva. La obesidad es una de las consecuencias de este caos alimenticio y la enfermedad que mejor simboliza la sociedad actual. Hay productos directamente relacionados con la obesidad como los ultraprocesados y el azúcar. Considerados por muchos como los nuevos venenos de nuestro tiempo, las drogas más baratas, fáciles de conseguir y con mayor aceptación social. Pero estos productos por sí solos no explican la pandemia de obesidad que sufren la mayor parte de los países ricos, más allá de lo puramente nutricional, encontramos respuestas en la aceleración de la sociedad actual, en su estilo de vida, en sus exigencias o en la confusión informativa que predomina en un asunto tan relevante como la alimentación, pues es la publicidad, las grandes industrias alimenticias y los medios de comunicación los que dictan qué y cómo debemos comer.
El primer tema que surge cuando hablamos de obesidad es, sin duda, la salud. Y, en este sentido, la obesidad, al igual que la anorexia o la bulimia, forman parte de las llamadas patologías de la sociedad de la abundancia. La obesidad, como los otros desórdenes alimenticios, supone un peligro para la salud del individuo, pues conlleva una mala calidad de vida, el desarrollo de graves enfermedades y patologías que en último término pueden llevarnos a la muerte. Y, dentro de este perverso sistema en que se ha convertido la alimentación, el azúcar y sus efectos son su máximo exponente. Los dulces, ya sean pasteles, tartas o golosinas, nos traen recuerdos de la niñez, de celebraciones y encuentros, nos confortan con su sabor y producen un efecto placentero e inmediato en nuestro cerebro, pero nutricionalmente son comida vacía, cuando no venenosa para nuestro organismo. Muchos expertos, hoy en día, consideran el azúcar la droga más potente, por su carácter adictivo, su fuerte efecto sobre nuestro cerebro, y por ser una droga barata, fácil de encontrar y socialmente admitida. Ofelia Cardo en su video “Descontrolados” (2020), nos muestra el frenético ir y venir de las hormigas alrededor de una piruleta con forma de corazón. Una pieza metafórica que parte del efecto físico del azúcar en el organismo, para reflexionar sobre los excesos y desigualdades de la sociedad de consumo.
El azúcar domina el mercado y, se apodera de nuestras ansiedades y angustias, es consuelo y refugio, la nueva religión que nos abraza y protege. En su obra Invención (2012), Greta Alfaro crea una capilla barroca mexicana realizada enteramente con merengue. Para ello contó con la colaboración de numerosos maestros pasteleros que realizaron un exquisito trabajo. La instalación, como la casita de los hermanos Grimm, era completamente comestible, y la pieza se completaba con la performance del público asistente que devoró literalmente ese templo dulce. Incorporando a su cuerpo no sólo el merengue sino también toda su carga simbólica.
Otro de los temas relacionados directamente con la representación de la obesidad es la estética corporal. En las últimas décadas se han producido importantes cambios sobre el ideal corporal, que ha sido llevado al extremo, debido, en gran parte a la influencia de la moda, el cine y sobre todo los medios de comunicación y la digitalización de la imagen. El cuerpo ha sido cosificado, se ha convertido en objeto de culto. Delgadez, perfección, belleza, juventud y salud en su grado máximo son los nuevos cánones estéticos, que se entrelazan con ideales filosóficos y estilos de vida marcados por las grandes multinacionales. Estos cánones impuestos además de ser un imposible para la mayoría, además de recortar libertades y miradas, chocan frontalmente con la alimentación promovida desde los medios de comunicación y con el ritmo de vida actual.
El arte feminista ha tratado constantemente este tema, que afecta superlativamente a las mujeres, a quienes se exige mucho más en términos de estética y comportamiento. Marina Vargas reflexiona sobre los diferentes parámetros con los que tradicionalmente se ha definido el cuerpo humano, cuestiones de género, identidad o belleza. Sus obras reivindican los cuerpos reales, con sus particularidades, no sometido a los vaivenes de modas y cánones imposibles y absurdos, que nada tienen que ver con la salud ni la belleza, sino con la sumisión y la cosificación del cuerpo y de la mujer. Sobre estos cánones dominantes reflexiona su serie “Ni animal, ni tampoco ángel” (2015). Para ello se apropia de esculturas clásicas, que buscan la perfección y belleza corporales, para después subvertirlas. Sacando todas sus vísceras al exterior y con ellas su vulnerabilidad, mostrando por un lado la realidad doliente de esos cuerpos ideales, de esos cuerpos que explotan en un gran vómito, resquebrajando la barrera entre interior y exterior, violando la superficie inmaculada de estos estereotipos y cuestionando su pertinencia.
Por último, la obesidad también ha servido para representar, desde el arte, la sociedad del hiper-consumo. En este sentido, la obesidad es la representación de lo monstruoso, pero únicamente como cuerpo que simboliza la hiper-abundancia, los excesos y desequilibrios del sistema que habitamos. Simboliza una sociedad insaciable e insatisfecha. El mundo parece haberse convertido en un enorme supermercado donde las grandes multinacionales son las que nos dictan qué comer, cómo comportarnos, cómo pensar y sentir. Y las estrategias de estos gigantes de la alimentación con su más, más, más (más producción, más ventas, más ganancias), han convertido la sociedad contemporánea en una sociedad sobrealimentada. Hoy en día los hábitos alimenticios de los países desarrollados dependen más de las estrategias de mercado, de las compañías de la alimentación que de las recomendaciones de las autoridades sanitarias.
En la obra “Questionable Friends” (2019) Luna Bengoechea reflexiona sobre el bombardeo de mensajes sobre alimentación que recibimos. La obra se centra específicamente en los mensajes y personajes de los envases de cereales para el desayuno, que en grandes y coloridas letras mandan mensajes saludables como: “KID TESTED, MOTHER APPROVED. THE BREKFAST OF CHAMPIONS. SERIOUS NUTRITION WITH A HAPPY TASTE. POWERFUL GOOD”. Pero dentro de cuyos paquetes, no encontramos mucho más que azúcar. La instalación es una gran alfombra realizada enteramente con azúcar y colorantes alimenticios. La obra nos habla de la manipulación del comensal contemporáneo, de lo que se esconde detrás de esos envoltorios de colores, de todo aquello que la industria invisibiliza y oculta intencionadamente.
Y es que, en muchas ocasiones, las estrategias de producción de estas grandes multinacionales se muestran contrarias a la vida en su sentido más amplio. Las políticas de producción de las grandes multinacionales de la alimentación socaban nuestra salud, secan el planeta, fulminan la biodiversidad y nos sumergen en un sistema insostenible tanto para nuestros cuerpo y sociedad como para el planeta. Manuel Franquelo Giner pone la lupa sobre este perverso sistema de producción. Y señala la distancia entre el comensal contemporáneo y la producción del alimento como uno de los desencadenantes de nuestra problemática relación con la nutrición. Este alejamiento del origen del alimento, reduce a cosa comestible todo aquello que ingerimos, reduce a mera superficie aquello que es básico para nuestra supervivencia. Ejemplo aumentado de ello son las piezas Mortadella o Cheddar que poco o nada nos dicen de los nutrientes que las conforman, pero, sin embargo, convertidas en iconos, están llenas de contenido estético y filosófico. Pues la industria alimenticia nos ofrece objetos abstractos que previamente ha llenado de significados. Contenido necesario para poder penetrar en nuestro yo más íntimo, pero que poco o nada tiene que ver con la nutrición, con el cuidado de los cuerpos, del entorno y de la naturaleza.
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