Entrevistas 01 may de 2020
por ARTEINFORMADO
Luis Pérez-Oramas. Fotografía de Jaime Castro Oroztegui
"Estar en cuarentena es un privilegio si piensas en todos aquellos que no pueden".
"Las gentes se cuidarán de las grandes multitudes, incluidas las multitudes en el mundo del arte".
Dentro del proyecto informativo colaborativo de reflexión sobre el futuro del arte y nuestra sociedad (#pensandoelfuturo / #pensandonofuturo), nacido en plena lucha contra la crisis del coronavirus, presentamos esta nueva entrevista con el curador, crítico, escritor y poeta Luis Pérez-Oramas, conducida por el crítico de arte y curador independiente Juan José Santos Mateo, y que, como el resto publicadas y/o por publicar, ARTEINFORMADO ofrece en abierto para que sigamos "todxs en casa pero todxs bien informadxs":
Juan José Santos Mateo (JSSM): ¿Cómo estás viviendo estos momentos tan duros?
Luis Pérez-Oramas (LPO): Estoy, como la mayoría de las personas, en estado de prudente aislamiento. Sin embargo, no es otro el estado natural de mi trabajo, como escritor, de suerte que salvo por reducir la movilidad al estado mínimo que es mi casa, no me siento necesariamente confinado. Al contrario: estar en cuarentena es un privilegio si piensas en todos aquellos que no pueden, precisamente, aislarse, que no viven en circunstancias en las cuales es posible la cuarentena o la 'distancia social'. Una de las cosas que más me choca en esta crisis es cómo se confirma que eso que llamamos el mundo –al menos para quienes nos "informan"- es sólo el mundo de los privilegiados que poseen casa propia o abrigo para confinarse, o que viven en situaciones en las que es imposible la distancia social. Ese 'mundo' que puede protegerse en la cuarentena no es definitivamente el mundo de las favelas de Rio o de las barriadas de Caracas, Mumbai o Dacca, por no mencionar a las personas sin domicilio fijo. Esta crisis me ha hecho pensar mucho en Glissant: el Todo-Mundo no es el mundo de la globalización 'cataclísmica', sino el mundo en relación, es decir el mundo en presencia de todos, donde todos llevamos rastro del otro. Y ese es el mundo que esta tragedia olvida.
JSSM: ¿Cómo crees que está afectando al mundo del arte?
LPO: Hacia 1989, una década antes del fin del siglo XX, me atreví a pensar –en un ensayo consagrado al arte de la década de los 80- que la caída del muro de Berlín podía leerse como un rebus –es decir, como un acertijo, como un evento cifrado. Que no era sólo lo que parecía ser: la caída de un imperio y una mutación en el equilibrio de poderes políticos, aún menos una esperanzadora metonimia de democracia futura. La obsesión por la exterioridad –ese rasgo tan occidental que nos impide comprender tantas prácticas culturales ajenas, desde la hiyab islámica hasta los ritos ceremoniales domésticos de las culturas orientales- nos había puesto a buscar obsesivamente, a la vez la utopía y la amenaza, fuera de nosotros: era la esperanza de resolverlo todo gracias a la conquista del espacio inter-estelar, por ejemplo, o la amenaza de las bombas de exterminio nuclear, etc. Pero a inicios de aquella década se produjo la primera pandemia viral del fin del siglo, la crisis del Sida, que aún hoy se cobra la vida de un millón de personas anualmente, y su ápex coincidió con aquellos inicios de los 90. Un pliegue hacia el interior de los cuerpos implicaba un reverso epistemológico mayor: hoy sabemos que la mayor esperanza y también la mayor amenaza para los humanos yace, con toda probabilidad, en el universo micro-orgánico. No es la conquista de las galaxias sino la conquista de las células lo que podrá salvarnos; y no son las grandes armadas lo que viene a amenazarnos sino más bien, entre otros, un virus invisible.
JSSM: Otra pregunta doble: ¿Qué crees que va a pasar una vez se levanten las restricciones, y que te gustaría que pasara?
LPO: Es difícil saber cómo será el mundo después de esta pandemia, pero no es complicado afirmar que, a menos de encontrarse el equivalente de una penicilina antiviral –una medicina de amplio espectro contra los virus- el mundo será, de ahora en adelante, muy diferente a lo que era a finales del 2019. Las gentes se cuidarán de las grandes multitudes, incluidas las multitudes en el mundo del arte… Quizá es una oportunidad, paradójica, para reconciliarse nuevamente con las fuentes de la fruición solitaria, de reencontrarse en la contemplación, una ocasión para que florezca la 'música de cámara' en los museos, para pensar eventos 'menos populares' pero 'más significantes' que no atraerán grandes masas sino grupos movidos por un interés que no se alimente del 'fomo' (del 'temor a perdérselo' típico de los 'influencers'). Pero por encima de todas las paradojas, si el arte (visual) tiene aún la potencia de hacernos interrogar sobre una dimensión menos aparente de la realidad (a veces lo dudo mucho ante el arte contemporáneo); si puede aún re-conciliarnos con la lentitud de las imágenes, ayudarnos a esbozar las esperanzas y los riesgos de la intimidad, entonces el arte tiene definitivamente un lugar privilegiado en el mundo postpandémico en el que tendremos que aprender a vivir.
JSSM: ¿Se deberían de iniciar estrategias públicas de ayuda al mundo del arte, de forma temporal o permanente?
LPO: Sin duda. Pero habría que comprender de una vez por todas –sobre todo en el flaquísimo y muy mediocre mundo del liderazgo político y económico actual- que la interlocución cultural, el orden de lo simbólico pertenece a la línea de acciones humanas que deben ser consideradas de primera necesidad. No podemos condenar la expresión artística a una lógica de sobrevivencia. Naturalmente cada país, cara región es diferente y es fútil pretender que todas deben responder a los mismos criterios. Lo que no excluye la necesidad muy urgente de repensar la dimensión internacional: la tragedia actual consiste en que a la pandemia le responden las naciones, como enanos ante Gulliver. La reinvención del imperio de la ley en la civilización global y digital pasa, a mi juicio, por un fortalecimiento del internacionalismo. Lamentablemente la burocracia internacional, calcada de la muy provinciana burocracia burguesa y nacional, es su primer enemigo. Esto debería aplicar al mundo del arte, a las instituciones del arte, a los museos, a la gestión del patrimonio humano. Cada cierto tiempo el mundo es obligado por las circunstancias a re-pensarse totalmente. La historia no deja lecciones muy optimistas sobre su capacidad –es decir sobre nuestra habilidad- para hacerlo. Pero ciertamente vivimos uno de esos momentos.
JSSM: A nivel individual, ¿se está viendo modificada tu forma de afrontar y de pensar la curaduría?
LPO: No necesariamente. Pensar curatorialmente, por ejemplo, en los soportes virtuales no creo que afecte fundamentalmente mis criterios: afecta mis posibilidades, para bien y para mal. Impone, inevitablemente, un mayor nivel de alejamiento hipotético con relación a la experiencia. Me parece vanidoso, fútil y hasta detrimental pretender suplantar –o igualar- la experiencia real de las obras –o de las cosas, de la vida- con instrumentos digitales, sin por ello menoscabar todas las tentativas para que desde el distanciamiento virtual o digital podamos tener experiencias cada vez más satisfactorias. Pero tenemos que volver a enfrentarnos, cuerpo a cuerpo, con la obra de arte, así como tenemos que volver a enfrentarnos cuerpo a cuerpo con la realidad ajena, exterior. No podemos darnos el lujo –que es en verdad una misera- de prescindir de ello, así sea al precio de re-inventarnos.
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