Crítica 01 abr de 2025
POR MARISOL SALANOVA BRUGUERA
Vista de la exposición «Lita Cabellut. Vida desgarrando arte», Fundación Bancaja, Valencia, España. Imagen cortesía de Fundación Bancaja
Marisol Salanova analiza la polarización en torno a Lita Cabellut: ¿artista visceral o producto comercial? Su éxito en el mercado contrasta con el escepticismo de las élites, planteando si su estética, emotiva pero repetitiva, logra trascender el efectismo.
Lita Cabellut es un fenómeno que no deja indiferente. Cada vez que expone, el debate se reaviva: para unos, es puro efectismo, una fórmula pictórica de éxito comercial que no aporta verdadera innovación; para otros, su lenguaje es potente, visceral y capaz de emocionar sin necesidad de justificaciones teóricas. En este tira y afloja se esconde una pregunta peliaguda: ¿hasta qué punto el éxito en el arte es una cuestión de estrategia? Lo cierto es que Cabellut, desde su residencia en La Haya, ha construido una marca reconocible. Cultiva una estética inconfundible que, aunque polariza, la ha convertido en una de las artistas españolas más vendidas en el extranjero y más admiradas por el público general.
Su impacto en el mercado del arte es innegable, hasta el punto de que incluso aquellos que la critican no pueden ignorarla. Su escasa presencia en los circuitos institucionales españoles contrasta con su popularidad en colecciones privadas y galerías internacionales que venden sin parar sus lienzos. ¿Por qué su obra encuentra tanta resistencia entre las élites intelectuales de la cultura en España? ¿Es su lenguaje demasiado accesible, demasiado directo? ¿O es que su aproximación pictórica, lejos de la abstracción conceptual y el arte político imperantes, resulta incómoda para quienes buscan una producción artística que responda a determinados discursos contemporáneos?
El atractivo de Cabellut radica en su particular manera de abordar la figuración. Su técnica está calculada al milímetro: un uso dramático del claroscuro, retratos de gran formato donde la piel parece resquebrajarse, como si la propia materia pictórica compartiera la fragilidad de los sujetos representados. Sus modelos, en ocasiones, son rostros anónimos que la impactan y quedan fijados en su memoria.
Otras veces, figuras icónicas como Frida Kahlo, Coco Chanel o Charles Chaplin se convierten en protagonistas de su obra, envueltas en una estética que fusiona lo clásico con lo contemporáneo. Sin embargo, es aquí donde surge una de las principales críticas: ¿hasta qué punto estos retratos icónicos aportan algo nuevo al imaginario colectivo? La fascinación por tales personajes, aunque eficaz, puede resultar reiterativa y limitar la exploración de otros caminos más innovadores.
Su exposición más reciente, Lita Cabellut. Vida desgarrando arte, en la Fundación Bancaja de Valencia, curada por Eloy Martínez de la Pera, es quizá la que mejor explora su universo creativo hasta la fecha. No es una retrospectiva convencional, sino un recorrido por sus pulsiones artísticas a lo largo de 120 obras de las últimas dos décadas, prestadas por coleccionistas privados y centros públicos. Puede visitarse hasta agosto de 2025 y no dejará a nadie indiferente.
Aquí, la pintura convive con la escultura, el vídeo y la instalación, revelando el carácter multidisciplinar de una artista que, pese a la controversia, mantiene una coherencia formal y narrativa en su trabajo a lo largo del casi medio siglo que lleva creando. El concepto no es excesivamente sesudo, ni lo necesita. La muestra habla de la vida, la pasión, el poder, la identidad y la libertad, sin pretensiones filosóficas impostadas. Lo hace a través de un montaje sobrio, de paredes negras y luces tenues, que invita a la introspección más que al análisis.
Entre las salas, un espacio dedicado a su proceso creativo nos permite asomarnos a su taller: pinceles usados, aerosoles, telas rasgadas y restos de pintura sobre una mesa. El acto de rasgar, de romper, aparece como un gesto recurrente, un símbolo de transformación que atraviesa su producción. Sin embargo, este recurso, por impactante que resulte, corre el riesgo de convertirse en una firma visual predecible si no se le dota de nuevas lecturas o giros en su evolución artística.
A pesar de las comparaciones inevitables con pintores de ayer y de hoy, como Francis Bacon o Santiago Ydáñez, Cabellut no justifica su trabajo desde la teatralidad. Es el espectador quien, al recorrer la exposición, decide con qué quedarse. Su propuesta no busca un impacto fugaz ni un mensaje cerrado pues está abierta a la interpretación, donde el arte se presenta como una herramienta para explorar emociones universales. No obstante, en un momento en el que la pintura figurativa lucha por redefinir su lugar en el panorama contemporáneo, sería interesante ver hasta dónde puede llevar su lenguaje sin caer en la repetición de fórmulas exitosas que se agotan en sí mismas.
Cabellut ha demostrado una gran habilidad para conectar con el público, pero el desafío para cualquier artista de su alcance es la capacidad de reinventarse sin perder su esencia. ¿Será capaz de sorprender en el futuro con nuevos enfoques? Esa es la gran incógnita. Mientras tanto, su trabajo sigue despertando pasiones y resistencias a partes iguales, lo que ya es un logro destacable. Para formarse una opinión es imprescindible acudir en persona y detenerse frente a sus cuadros, experimentar las luces y las sombras, dejarse llevar por los sentidos sin prejuicios.
¿Quieres estar a la última de todos los premios y concursos que te interesan?
Crítica 09 abr de 2025
Exposición. 16 abr de 2025 - 11 may de 2025 / Centro Botín / Santander, Cantabria, España
Formación. 08 may de 2025 - 17 may de 2025 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España