Entrevistas 14 jul de 2020
por ARTEINFORMADO
Paco de Blas y Sabrina Amrani, en la galería de ésta. Cortesía de Paco de Blas
PACO DE BLAS plantea LA DISTINCIÓN como una serie de encuentros con creadores, mediadores o distribuidores del arte contemporáneo en España, que pretende abundar en las estrategias de diferenciación y distinción que propician su lugar único en nuestro panorama cultural contemporáneo.
Al habla con Sabrina Amrani, alma, vida y corazón de la galería que lleva su nombre. Estamos en su precioso galpón de la calle Sallaberry, en el madrileño distrito de Carabanchel. Un espacio que es toda una declaración de intenciones y que, a buen seguro, no fue concebido para la crisis del coronavirus. Pero tiene ese valor diferencial, que aspira a distinguirse de las galerías de arte ubicadas en el centro de la capital, ofreciendo notables posibilidades a la visualización de instalaciones y a la ambición de planteamientos que otros lugares no permiten. Otro factor de distinción en la galería es presentar artistas de ese “sur global” que, con mejor o peor fortuna, alude a creadores nada conocidos en Madrid y muy poco vistos en nuestro entorno cultural. Algo que se agradece, porque siempre es bueno romper cualquier escala, cualquier frontera o límite. Sabrina lleva muchos años en España, por eso es una alegría que mantenga un cierto acento francés al hablar español, pero una pena que la entrevista escrita no recoja el matiz… prueben a acentuar todas sus palabras en la última sílaba… Discurso de seda para una propuesta contundente.
Paco de Blas (PB): Sabrina, detrás de toda gran galerista hay un hombre, prudente, paciente… El tuyo lo parece… ¿cómo participa en la vida del negocio?
Sabrina Amrani (SA): Mi hombre?
PB: Tu marido. Puede haber más, pero yo me refiero a él, que es al que conozco…
SA: (Risas) Cuando empecé la galería él me apoyó al 100X100, muy especialmente en el aspecto emocional. Me ayudó en todo desde la primera exposición, se involucró en los montajes… y al final se convirtió en un socio, una pareja gestionando la galería al 50%. Permanece detrás de la escena, es verdad, porque no le apetece colocarse al frente, pero su presencia es absoluta: en producción, comunicación o gestión.
PB: Felicidades, porque entiendo que el paso del sector de actividad en el que estabas a la vida intensa del galerista se transita mucho mejor en compañía.
SA: La verdad que sí. No sé cómo era la vida del galerista antes, pero la imagino con un ritmo más local, con más tiempo y centrada en una relación entre personas, ¿más agradable? Quizá, es verdad que desde que abrimos en 2011, el ritmo ha sido muy intenso porque la proyección internacional de la galería nos demandaba estar en todas las partes del mundo, dado el tipo de proyecto que tratamos de poner en pie.
PB: 2011… eso te convierte casi en una experta en crisis, no solo como galerista sino como miembro activo de tu generación. 2 crisis económicas y sociales de calado en menos de 10 años terminarán modificando el gusto, la percepción, el ocio y los consumos de la gente, lo que te obliga a una continua adaptación a un mercado siempre cambiante.
SA: Me hubiera gustado conocer cómo eran las cosas antes. Es verdad, comenzamos en 2011, quizá el momento peor del mercado, pero cuanto más me informo o comparto experiencias con otros galeristas de todo el mundo, más me doy cuenta de que el mercado del arte está sometido a un constante proceso de cambio. Cuando no es una crisis financiera, es una crisis sociopolítica, la situación en el Golfo Pérsico, el colapso medioambiental… Estando el arte tan próximo de las personas, cualquier cosa que suceda en el mundo le afectará.
PB: Más cuando una galería se dedica a trabajar, después de acuñarlo, un concepto tan volátil como el Sur Global, siempre más expuesto, quizá. Aquí tenemos un principio de distinción claro: tu interés en la geopolítica al desarrollar un concepto como ese Sur Global. Trabajas con artistas a los que les resultaría muy difícil entrar en el registro occidental si no fuera así.
SA: Pero más que una fórmula, ese concepto es una evolución orgánica en mi vida. Siempre quise trabajar con artistas que puedo entender. Me cuestioné mi propia identidad: soy francesa, argelina, y vivo en España. De forma natural tiendo hacia artistas con quiénes comparto un destino nómada, una historia de transculturación. En un principio no tenía mucho sentido trabajar con artistas españoles, porque acabando de llegar, te enfrentas a un país con una enorme tradición cultural y una potente escena artística, que quería explorar antes. Así que el Sur Global se ha ido configurando como parte de mi vida. ¿Qué es?, no sé si encuentro una palabra en español… es lo, ¡non western!
PB: (Risas) Veo la integración de tu experiencia vital con tu horizonte profesional, en una síntesis que resulta muy diferente, para mi muy atractiva. Sin embargo, la galería es una institución comercial, ¿no se corre el peligro de exotizar determinadas creaciones culturales, a las que conviertes en marca, destinada a este occidente capaz de deglutirlo todo por su tarjeta de crédito, si viene correctamente preparado para el consumo? ¿Alguno de tus artistas se ha enfadado contigo alguna vez por estas cuestiones?
SA: No, mira las obras expuestas ahora: no hay nombres en las paredes, sería muy difícil decir quién es de Madagascar, o Irán… lo que quiero decir es que he extremado el cuidado en la elección de las obras que presentamos y también la forma en que lo hacemos. La presentación de determinados artistas y obras ha de incluir la reflexión sobre el contexto del que vienen y al que llegan. La audiencia ha de tener las claves de interpretación que eviten la caída en el estereotipo. No es fácil. Podemos equivocarnos, pero la atención está ahí. La significación política de determinados mensajes o símbolos varía según la localización geográfica o cultural y hay que tenerlo en cuenta.
PB: Efectivamente, asistí a tu primera exposición aquí con Manal Aldowayan y la ambición y audacia de su planteamiento rebasaba los tópicos construidos sobre una sociedad como la saudí. De todos modos, mi planteamiento no se refiere solo a la galería, más bien a nuestro contexto cultural, en particular a la comunicación. Esas crónicas de tus presentaciones en las que se asegura que Sabrina Amrani da voz a las nuevas voces que están surgiendo en el Sur. ¿Nuevas? ¿Cuándo había estado callado el Sur?
SA: El Sur no estaba callado, pero quizá nuestro entorno no estaba preparado para escucharlo.
PB: Muy bien, ¿y qué es lo que quiere escuchar el norte? La exposición de Aldowayan era compleja, íntima y entiendo que arriesgada para la artista. En el fondo un ser privilegiado que puede mostrar su mensaje y cobrar por ello. Nada que objetar, por supuesto, pero ¿en los procesos conceptuales o planificando la comunicación, has detectado algún tipo de tensión en artistas provenientes de situaciones tan diferentes y las peculiaridades del mercado artístico occidental?
SA: No hemos vivido ninguna tensión y no veo el problema diferente al que se plantea cualquier galería que trata de asegurar la llegada del discurso del artista a su audiencia. En cualquier caso, sí, la tensión existe y la globalización ha revelado todo tipo de contradicciones. Sin duda, la presentación de un artista saudí en USA, por ejemplo, es más compleja.
PB: Hay estupendos artistas en tu cuadra: Andrianomearisoa, Tacla, mi favorito es Waqas Khan… y últimamente has incorporado a Dagoberto Rodríguez, incorporación quizá sorprendente y también celebrada.
SA: El programa de la galería ha crecido de forma muy orgánica, junto conmigo. No estamos adscritos a una región geográfica, aunque en un principio se nos identificó como una galería de artistas árabes. Pero comenzando en África nos extendimos rápidamente a Asia, el sur asiático, de gran tradición cultural musulmana… Viajando por Asia encontramos artistas coreanos que nos encantan, y siempre busqué entre los artistas españoles. Pero necesitaba tiempo para conocerlos y descubrir sus vinculaciones con nuestro proyecto. Eso me ha llevado casi una década, pero hemos encontrado, por ejemplo, a Gabriela Bettini, artista española… con raíces argentinas y hemos incorporado a Jorge Tacla. En el caso de Dagoberto … siempre me ha interesado el Caribe. En el Caribe hay artistas muy conectados con África, así que no es tan importante el país concreto de origen de un artista como su entendimiento y expresión de la cultura africana en el Caribe. Dagoberto, como artista cubano, comparte una historia con el mundo árabe, que es el comunismo, en él coinciden países de entornos muy diversos bajo la influencia de la Unión Soviética. Las tensiones postcolonialistas de los años 60 crearon vínculos culturales que de una u otra forma siguen operativos.
PB: Entre los artistas de que hablamos, ¿cuáles alcanzan los precios más altos?
SA: Te interesas por Waqas Khan… es un artista que conocimos muy joven, hemos crecido mucho juntos. Cuando lo presentamos había obras desde 900€, ahora hay obras suyas, gran formato, en torno a los 120,000 € y hemos presentado instalaciones suyas en museos que alcanzan los 250.000 €. No sé si hablamos de un caso de éxito, pero su propuesta es muy universal, parte de la abstracción geométrica árabe y amplía el concepto de miniatura maravillosamente, dentro de una concepción muy espiritual del universo.
PB: Y a todo esto, estamos en Madrid, ¿por qué Madrid, Sabrina?
SA: Me encanta España. Ahí tampoco hay ninguna estrategia, es una decisión de vida, de verdad. Llegué con un proyecto de la consultora para la que trabajaba, como estratega de negocios. En 2008 me traslado indefinidamente, pido a mi empresa que me ubiquen en Madrid con la idea de quedarme a vivir. Así fue y tengo un gran amor por España, su gente, su estilo de vida… Soy parisina, aquí encontré el sol, pero no solo eso, también una idea de espontaneidad que en París notaba a faltar.
PB: Bueno, alguna parte de eso sí comparto. Hemos hablado de tu escaneo de la realidad artística madrileña hasta detectar artistas con los que compartir proyecto, qué bueno. Pero, en general, ¿no ves la escena madrileña demasiado local y poco cosmopolita?
SA: Bueno, demasiado no, pero Madrid tiene esa peculiaridad. Es una escena muy rica si atendemos a la cantidad de artistas, de estudios abiertos… basta dar una vuelta por Carabanchel, hay una gran ebullición y libertad creativa. Pero sí entiendo que Madrid, hasta hace unos años, era muy local. De hecho, no es frecuente encontrar artistas no hispanohablantes. No me parece tanto una carencia de la ciudad, más bien el hecho de su falta de posicionamiento como un destino global del arte. Algo que veo cambiar a gran velocidad en los últimos años. Antes eran Paris, Londres, Nueva York, pero el mundo del arte se ha descentralizado. Y Madrid ocupa su propio lugar en ese universo, hay instituciones de referencia, únicas, el Museo Reina Sofía se ha situado a la cabeza de los europeos y consolida su prestigio en todo el mundo.
PB: En Madrid has tenido la experiencia de dirigir la Asociación de Galeristas, gestionaste Apertura en 4 ocasiones. Siempre parece un capítulo abierto, este de la Asociación a la que no todas las galerías terminan de vincularse y que resulta tan aplaudida como criticada. ¿Por qué crees que no se ha logrado articular un frente común para aproximarse tanto al público como a las instituciones como un sector claramente articulado?
SA: En mi opinión, tenemos una de las asociaciones más antiguas de Europa, ha cumplido ya 20 años. Es una asociación única, a la que pertenecen galerías veteranas y nuevas, en todas las escalas y tamaños, de las históricas a las alternativas. Eso es muy interesante. Y me gustaría desplazar el problema, que no sería tanto llegar a la uniformidad, sino abrir vías a un mejor conocimiento de los proyectos alternativos. No hay tantos espacios para hablar de arte y galerismo en Madrid, la prensa especializada se va reduciendo por las presiones que sean, económicas o de otra especie. Creo que hay que insistir en lograr una mayor visibilidad para la actividad artística en general y, desde luego, para la de las galerías.
PB: Es clásico que las galerías se quejen de la falta de apoyo institucional. Otros sectores comerciales no mantienen esa reivindicación permanente. ¿Por qué las galerías sí?
SA: No puedo entrar mucho en eso porque no he vivido la historia de las políticas culturales en España, puedo aportar formulaciones vistas en otros países y que quizá funcionaran también aquí. Por ejemplo, los FRAC en Francia (http://www.lescollectionsdesfrac.fr/index.en.html), que son una herramienta de apoyo a la producción, la divulgación nacional e internacional, tiene también una función educativa y de apoyo al coleccionismo. Un proyecto muy bien dotado económicamente. No conozco en detalle ayudas similares que pueda haber en España. Y no sé si existen ayudas a los artistas para pasar a formar parte de las colecciones estatales, no sé cuánto dedican los museos a compras en territorio nacional. Y no culpo a esos museos, hay que mirar más arriba, cuál es el presupuesto que se destina a la cultura. Pero no me interesa tanto la política, tampoco cuando estaba al frente de la Asociación, cuya misión es fomentar el coleccionismo de arte contemporáneo.
PB: Bueno, el diablo está en los detalles, ese “fomentar” ya es bastante político en potencia. Pero también me interesa mucho más, en este precioso espacio que tenéis, saber qué compran tus clientes. Porque rara vez el cliente compra aquello que la empresa cree estar vendiendo. ¿Qué compran tus coleccionistas, cuál es su motivación al elegir una pieza determinada?
SA: Múltiples razones. Algunos coleccionan arte por regiones, otros coleccionan arte africano, muchos ya. Otros inciden en el arte hecho por mujeres…
PB: Sí, pero tras esa elección de arte hecho por mujeres, qué se busca: ¿beneficiar a una artista, seguir una causa, estar a la moda?
SA: No estoy segura de entender la pregunta…
PB: Si yo me compro una lavadora, no es porque busque un bonito mueble blanco, es porque quiero lavar ropa… Tú ofreces un producto muy singular, esto es el Sur Global… Por ser más específico, ¿Cuánto de redención de la mala conciencia occidental o de simple voluntad de estar a la moda hay tras una decisión de compra?
SA: Francamente, muy poco, de hecho, en casi todos los casos nuestros coleccionistas se convierten en amigos, por compartir un mismo mundo de inquietudes. Es lo mismo que ocurre con nuestros artistas, no trabajo con una persona con quien no hay una conexión intelectual, personal, clara. De igual manera los coleccionistas comparten en la galería un espacio de conversación, que a muchos no les resulta atractivo, pero sí a los nuestros. Una conversación hilvanada en torno al género, la geografía, la globalización, el sur… ¡y el amor al arte!
PB: Entendido: hay una marca Sabrina Amrani que atrae a un tipo de coleccionista… ¿puede esa marca llegar a sustituir el gusto del coleccionista?
SA: No creo que sea mi caso. Es una galería joven, no nos conoce tanta gente, creo que eso puede ocurrir en Gagosian o Zwirner, que sí aportan ese plus del que hablas, compran algo en Gagosian, más que un artista concreto. No es mi intención, en cualquier caso. Lo que quiero es que mis artistas sean conocidos, que puedan entrar en grandes colecciones, tanto estatales como privadas. Creo que la universalidad de un artista como Joel Andrianomearisoa expresa una concepción de la sentimentalidad que trasciende la frontera de su origen y trabajo para verlo exponiendo en grandes museos; en el Reina Sofía, ¿porqué no?
PB: Ya hemos hablado de las tensiones creativas en el mundo contemporáneo. Al otro lado del mostrador, ¿tienes coleccionistas de marcado estilo de vida neoliberal comprando obras que, en principio, surgen en contra del heteropatriarcado capitalista?
SA: (Risas) Seguramente, qué quieres que te diga. Es una pregunta retorcida (risas). A ver, sí, no creo que sea todavía el caso del segmento de mercado en que estamos… pero puede ocurrir, cómo no.
PB: O sea, ¿cuánto de postureo hay en el mercado del arte, estremecido de horror ante las situaciones que el arte valientemente pone de manifiesto, mientras corre el champagne?
SA: No lo sé. Que el arte te valida socialmente, es evidente. Quizá más cuando tienes en casa, no sé, un Jeff Koons. Con los artistas de la galería no lo veo así, en su mayoría son jóvenes, sus cotizaciones no aportan brillo social, quizá sí esa sensación de pertenecer a un área de intereses especial.
PB: Posiblemente la clave generacional sea interesante sí, también en los coleccionistas. Sabrina, no vamos a despedirnos sin dedicar un saludo a las ferias de arte, ¿qué será de ellas?
SA: Está en las noticias casi diarias, prácticamente se han cancelado todas las de este año. Hay que repensar las cosas, indudablemente. Yo, y muchos colegas están de acuerdo, creo que habíamos llegado a un nivel de intensidad inhumano. No solo los galeristas, he procurado siempre mantener a mis artistas ajenos a esa presión de la demanda, pero también les ha afectado, indudablemente. La cuestión está en saber si una galería puede vivir sin ferias. Porque, más o menos, España representa el 2% del mercado europeo, lo que es muy poco. Eso quiere decir que las galerías viven del coleccionismo fuera de España, si no podemos viajar, si nuestros coleccionistas tampoco, ¿hasta qué punto podemos sobrevivir? Internet ayuda, pero no sustituye. El mundo del arte es un mundo de personas, es un mundo relacional en el que la comunicación directa resulta esencial. No hay bola de cristal, no sé qué ocurrirá. En la galería hemos decidido ser pacientes, tanto como podamos; esta temporada está cerrada, pero seguimos programando sabiendo también que la audiencia es incierta. Mucha incertidumbre. Lo que sí creo que es interesante es que vamos a ver emerger un nuevo tipo de arte, no es cuestión de proponer online lo que antes se presentaba en la galería, veremos un arte basado en lenguajes y formas adaptados a la realidad online.
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