Actualidad 13 abr de 2008
por ARTEINFORMADO
José Martínez Calvo y Luis Valverde Espejo seguramente nunca pensaron, quince años atrás, que aquel proyecto de galería que abrieron en la ciudad de Murcia con apenas 12 m2, y bajo el nombre de Espacio Mínimo, se convertiría en una de las galerías con mayor proyección internacional del panorama español, tiempo después de su traslado a la ciudad de Madrid en el año 2000. ARTEINFORMADO ha hablado con ambos galeristas para conocer lo que es y ha sido su trabajo desde la fundación de la galería, en 1992, hasta hoy.
Esta pareja, unida hace 22 años y casada en 2005, representa un ejemplo destacable de lo que constituye en la actualidad el quehacer galerístico. Martínez, de 52 años y doctor en Historia del Arte, trabajó en sus inicios en la administración pública de Murcia coordinando exposiciones e, incluso, llegó a ser admitido como académico de la Real Escuela de Bellas Artes de San Fernando, por la región de Murcia. Mientras que Valverde, de 42 años y con formación en Historia del Arte y Arte Dramático, después de dedicarse a éste y a su docencia, decide entregarse a la galería frente a la que considera, como su compañero, que el compromiso, la definición de objetivos a alcanzar, la entrega al trabajo y la ilusión diaria son ingredientes clave para lograr el éxito de un proyecto como el que han venido desarrollando.
Desde sus inicios Espacio Mínimo se ha centrado en las últimas tendencias del arte, tanto nacionales como internacionales. Estos trabajos plásticos deben, según indican ambos galeristas, reflejar la realidad de nuestro tiempo desde un discurso que, de forma imprescindible, genere emoción e inquietud ante quien lo contempla. En tal sentido, Martínez explica el interés que poseen para la galería los denominados artistas trampa, es decir, aquellos que no entregan todo en una primera lectura, que requieren un trabajo de acercamiento, de reflexión, para acceder a lo mejor y más interesante de sus obras a partir del juego con el espectador. Entre los artistas internacionales con los que cuenta la galería es posible mencionar a: Jan Fabre, Liliana Porter o Erwin Olaf, y, entre los nacionales, a Manu Arregui, Nono Bandera, Rosalía Banet, Isaac Montoya, Manu Muniategiandikoetxea o el sonado Enrique Marty, uno de los grandes aciertos de los primeros tiempos. Aunque en Espacio Mínimo, que posee dos áreas para exposiciones y un pequeño sótano concebido para instalaciones, videos y proyectos, también ha podido verse la obra de Martin Parr, Li Wei, Tom of Finland o Yeondoo Yung, por sólo nombrar algunas de las figuras con las que han trabajado.
Para Martínez y Valverde es necesario mantener una buena relación con sus artistas, definida por el sentido ético, la confianza entre las partes y el compromiso hacia el trabajo. Ante éste, es indiscutible la importancia del riesgo, incluso con proyectos que no reporten beneficios comerciales. Es evidente que la producción de todas las exposiciones no siempre pueden estar guiadas por este aspecto pero, en la medida en que sea posible, estos galeristas no dejan de apostar por proyectos de interés plenamente artístico, amparados en su solidez conceptual. Tal gesto, no siempre observado en el medio, define el quehacer de este dúo para el que un buen galerista es aquel que cree en su proyecto, desarrolla un programa coherente y se deja guiar por sus convicciones.
Espacio Mínimo no escapa a la dinámica actual ante la que se encuentran muchas galerías destacadas, como es, la preparación constante de exposiciones, la organización de su presencia en ferias nacionales e internacionales, la selección, apoyo y seguimiento de sus artistas y la atención cuidada a los clientes. Sobre ellos, llama la atención el tratamiento que Martínez y Valverde les otorgan, ya que en beneficio de la satisfacción del comprador no tienen recelo en recomendarle otras galerías donde pueda encontrar lo que busca. Precisamente para este dúo, uno de los sentidos que debe primar en el medio es el de la interrelación, aspecto que aprendieron de su trabajo en Murcia donde muchas de las ventas eran obtenidas gracias a la variedad de relaciones logradas -teniendo en cuenta la naturaleza artística y cultural que implicaba estar en la provincia-, y sobre todo, a las establecidas en ferias. Al respecto, vale la pena indicar que para Espacio Mínimo el valor de eventos de este tipo es fundamental para su promoción y ventas, como se ejemplifica con su presencia actual en el mercado asiático a través de CIGE (China International Gallery Exhibition), Art Beijing... Y es que la internacionalización, aunado al perfil de sus artistas, es lo que ha permitido a la galería, entre otras cosas, contar con ventas a importantes instituciones extranjeras. Si bien es cierto que Espacio Mínimo ha estado presente en las más destacadas y conocidas ferias del mundo del arte (Art Basel Miami Beach, FIAC, Frieze Art Fair, Art Chicago, Art Cologne, Art Forum Berlin, Artissima, VOLTAshow y ARCO, entre muchas otras), no obstante, la galería decide, tras cuidada reflexión, su presencia en determinados eventos porque el prolífico calendario artístico obliga a ser selectivos. Aunque para Martínez y Valverde las ferias se han convertido en una de las mejores vías de publicidad, porque en ellas el público tiene ocasión de apreciar de forma directa el trabajo de la galería, también recurren a canales tradicionales que no tienen la velocidad e impacto de las ferias, según señalan estos dos profesionales.
Para Martínez y Valverde es evidente que las dinámicas del mercado reciente y actual han impuesto una natural y necesaria globalización y profesionalización del medio, que también se ha traducido en el coleccionismo. El comprador joven de hoy, y que cada día cobra más importancia en este terrero, no se restringe a galerías, formatos o tipos de arte porque sus compras están guiadas por las informaciones del mercado y un gusto personal frecuentemente arriesgado que escucha, en contraparte, el consejo de expertos. Para Martínez y Valverde, uno de los sentidos que lleva implícito vender arte está asociado con el hecho de que las obras se encuentren en el lugar más adecuado, razón que les incita a velar por la idoneidad de su inserción en una colección. Al respecto, hay que decir que ambos se reconocen también coleccionistas. Esta pasión, para muchos indisociable al galerista aunque no siempre dada, tiene como precedentes los primeros tiempos de Martínez, en los que compraba modestamente piezas o las adquiría por intercambio de trabajo. El coleccionismo que estas dos figuras han venido realizando se aleja de criterios usuales que siguen muchos compradores, es decir, la adquisición de grandes nombres. Para Martínez y Valverde la prioridad está en obtener buenas piezas más allá de su autoría, aunque es evidente que su colección la conforman grandes y variados artistas de décadas recientes.
En torno a la situación actual que está viviendo el ámbito galerístico nacional, en el que se ha creado meses atrás la Federación de Asociaciones de Galerías de Arte Moderno y Contemporáneo (Fagam) y han existido importantes pugnas en el sector sobre el trabajo del Consorcio de Galerías de Arte Contemporáneo, hemos preguntado a Martínez su opinión como actual director de esta asociación. Para él, lejos de intereses personales o cuestionamientos de gestión pareciera que se ha olvidado el sentido de este tipo de asociaciones, en las que los objetivos grupales deben prevalecer ante los individuales. Para nadie son desconocidas las grandes diferencias existentes entre las galerías, en virtud de la variedad de perfiles que definen su trabajo, pero el Consorcio agrupa precisamente a galerías de distinto tipo. Es por ello que la defensa de los intereses de una totalidad es lo más importante, como se evidencia al defender un I.V.A. cutural, las facilidades fiscales para galeristas y coleccionistas, el establecimiento de contratos serios para los artistas o la dignificación del trabajo, poco apreciado a veces, del galerista. A la falta de consideración de aspectos como los mencionados, Martínez observa también la falta de criterio e incluso, en algunas ocasiones, de profesionalización por parte de unos pocos en el gremio, lo que genera una visión desvirtuada de los objetivos a cumplir en una asociación como el Consorcio, la cual, junto a todas las demás asociaciones existentes y que puedan crearse a futuro, son fundamentales para el diálogo con las autonomías y por supuesto, para el mejor desarrollo del quehacer de las galerías en el país. Por Mónica Núñez Luis - ARTEINFORMADO
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