Opinión 29 jul de 2014
por Nieves Limon Serrano
Nieves Limón
Nieves Limón es autora de un estudio de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) que analiza, por primera vez, las características de las casi 800 fotografías que retratan a la artista mexicana Frida Kahlo a lo largo de más de 40 años.
A pesar de que la artista es una figura muy relevante en el imaginario mexicano, no se contaba hasta la fecha con un estudio de estas características sobre las fotografías en las que ella aparece.
Una de las cosas que más me sorprende cuando se habla de algunas mujeres vinculadas a la producción artística es el descrédito (a veces soterrado, otras veces evidente) que se le da a sus creaciones. En numerosas ocasiones he escuchado que Frida Kahlo es una figura construida "desde fuera", fruto de la necesidad de encumbrar, cada poco tiempo, a alguien que exponga cierto grado de excentricidad y sirva, casi, como catarsis visual al costumbrismo cotidiano de algunos espectadores. De esta manera, parecería que la obra de Frida no alcanza las cotas de complejidad exigibles para ser considerada como tal y que, en cierta medida, estaríamos ante una artista muy conocida por su proyección comercial, pero poco importante. Las intrigas que rodean su vida, su aparente exotismo, los retazos de su personalidad serían los protagonistas del relato forjado en torno a la mexicana. Es evidente, tal y como explica pormenorizadamente la historiadora Laura González Flores en el volumen "Frida Kahlo. Sus fotos", que Kahlo fomentó (como una estrategia creativa) cierta confusión entre el cuerpo de su obra y su propia vida. No sé si es tan obvio que para juzgar algunas de sus propuestas artísticas quizás sea necesario replantearse los patrones bajo los que se han analizado dichas creaciones.
Este es el caso del material fotográfico donde aparece posando la mexicana. La relación de Frida Kahlo con el medio fotográfico fue muy estrecha. Primero por cuestiones biográficas: su padre Guillermo Kahlo, fotógrafo de profesión, le puso en contacto con la técnica y la sintaxis de esta disciplina. Segundo, porque a ella le gustaba coleccionar, intercambiar e intervenir fotografías que, en muchas ocasiones, usaba para inspirar sus cuadros y, en otras, le servían sencillamente para satisfacer el placer visual de obtener y organizar impactos visuales según sus cualidades morfológicas y compositivas. Y tercero, porque elaboró un discurso creativo no sólo "detrás de la cámara", es decir atesorando o incluso tomando fotografías, sino también "delante del objetivo". A día de hoy sabemos que Kahlo llegó a posar para un nutrido grupo de fotógrafos en numerosísimas ocasiones y a lo largo de más de cuarenta años dando como resultado un corpus de imágenes relevante que se presenta, además, como una excelente oportunidad para volver a pensar algunas cuestiones nodales de la teoría fotográfica.
Acercarse y dar sentido a este conjunto de imágenes no es una tarea sencilla. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de aproximadamente 800 fotografías en las que aparece posando y, además, estos retratos se encuentran desperdigados en diferentes colecciones públicas y privadas, en diversos países y sin estar catalogados en muchos casos. Incluso así, y tras detener la mirada sencillamente en los posados más conocidos de la artista, se perciben algunas evidencias: no estamos ante meros reflejos de un acontecimiento fotografiado o ante las creaciones exclusivamente orquestadas por los fotógrafos con los que ella trabajó. Kahlo utilizó estas imágenes como superficies que le permiten llevar a cabo parte de sus propuestas creativas y lo hizo, además, cuestionando ideas fundamentales que han tenido mucho desarrollo en la teoría fotográfica. Si uno contempla, detenidamente podríamos decir, las imágenes donde aparece la artista encontrará gran parte de las huellas que dejó inscritas. Con esto no me refiero a las notas que en muchos casos Kahlo escribió en sus retratos, ni a los rastros de carmín que estampó y que delatan sus gestos físicos y emocionales. Me refiero, más bien, a los estilemas que igualmente pueden extraerse de sus posados fotográficos.
Al rastrear las características de estos posados veremos que Kahlo utilizó la fotografía como una herramienta plástica, pero también como una herramienta escénica. Por eso organizaba sus trabajos fotográficos en sesiones donde podía aparecer como una joven con vestido de raso y medias de seda para, acto seguido, posar vestida con un traje de chaqueta y pantalón sosteniendo un bastón. Es decir, la disciplina fotográfica le servía como el instrumento perfecto para cuestionar la identidad de género que se le presuponía, por aquel entonces y en esa sesión fotográfica de 1926, a una joven de diecinueve años. Pero también para realizar exageradas puestas en escena donde descubre el trampantojo que se esconde en alguna parte del discurso nacional con el que convivió. La ostentación de su cualidad como modelo (por ejemplo, en las fotografías donde aparece "simulando" pintar sobre sus lienzos sin una sólo mancha de pintura en sus manos o en su pincel) es continua en sus trabajos fotográficos y es una muestra de cómo debemos analizar estas propuestas visuales.
En este sentido, algunos de sus posados pueden calificarse como fotoperformativos, aunque con importantes matizaciones. El entramo teórico que sostiene la noción de performance ofrece herramientas para analizar parte de estas fotografías. Así vemos como en sus retratos fotográficos Kahlo no "da cuerpo" a un tercer papel (es decir, en ningún caso es un actor), sino que se representa a sí misma. Y lo hace una y otra vez en un gesto casi ritual donde también reivindica su autoría en estas imágenes. Por eso, al observar estas fotografías, es fácil preguntarse si únicamente son los fotógrafos –como autores empíricos- los que han dejado sus huellas en ellas para concluir, seguidamente, que Frida también marcó concienzudamente las imágenes donde posa mostrando las características propias de su obra gráfica. Asimismo, es importante tener en cuenta que Kahlo no fomentó un uso de la fotografía que subrayase sus cualidades instantáneas, de unicidad y estatismo. Entendió este medio como un arte narrativo y, por eso, trabajó en secuencias sostenidas de imágenes a lo largo de toda su vida, repitió patrones de posado en muchas imágenes, realizó collages fotográficos y desarrolló fructíferas relaciones intertextuales entre sus fotografías y sus lienzos. Frida llegó a reinterpretar fotográficamente algunas de sus pinturas e incluso usó ciertas fotografías para encastrarlas, con puntuales cambios, en sus cuadros.
A la vista de estas y otras cuestiones que habitan, latentes, en ese gran conjunto de imágenes es fácil concluir que Kahlo tenía una forma peculiar de crear fotografías, de retratarse y, con ello, de reflexionar sobre los usos y costumbres de la disciplina fotográfica. Sólo hay que mirar de otra manera y atender, con los ojos bien abiertos, a las propuestas creativas de una artista que hoy, sesenta años después de su muerte, no deja de sorprendernos.
Por Nieves Limón, autora de un estudio de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), que analiza, por primera vez, las características de las casi 800 fotografías que retratan a la artista mexicana Frida Kahlo a lo largo de más de 40 años.
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