Actualidad 24 ene de 2024
por ARTEINFORMADO R.
El ministro de Cultura, Ernest Urtasun. Imagen vía Ministeria de Cultura
Dentro de su comparecencia ha instado a los 17 museos nacionales dependientes del Gobierno de España a revisar sus colecciones y ajustar sus programaciones temporales con el objetivo de superar narrativas coloniales y estereotipos de género o etnocéntricos que han influido en la percepción del patrimonio y la historia.
Madrid, España - El pasado lunes 22 de enero, el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, compareció por primera vez ante la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados. Urtasun adelantó que su hoja de ruta estará marcada por tres objetivos: el derecho a la creación, el derecho de acceso a los bienes culturales y el derecho a la participación en la vida cultural de la comunidad. Dentro de su comparecencia ha instado a los 17 museos nacionales dependientes del Gobierno de España a revisar sus colecciones y ajustar sus programaciones temporales con el objetivo de superar narrativas coloniales y estereotipos de género o etnocéntricos que han influido en la percepción del patrimonio y la historia; se intuye que refiere especialmente al Museo Nacional de Antropología y el Museo de América.
En línea con las recomendaciones internacionales de organismos como el Consejo Internacional de los Museos, Urtasun enfatizó la necesidad de establecer espacios de diálogo e intercambio para superar el marco colonial en el ámbito cultural. Aunque no especificó si el Museo del Prado estaría sujeto a estas directrices, donde hay una nula referencia al imperio colonial español, elogió la dirección de dicho museo. Por su parte, el Museo Nacional Centor de Arte Reina Sofía ya ha incorporado el discurso de decolonización en su enfoque narrativo a partir de la dirección de Manuel Borja-Villel, hilo narrativo con el que continúa su actual director, Manuel Segade.
Por otro lado, el ministro anunció la creación de una Dirección General de Derechos Culturales encargada de desarrollar políticas a medio plazo de acuerdo a la Agenda 2030. Dichas políticas estarían centradas en combatir la censura, promover la igualdad de acceso a la cultura, conectar las políticas educativas y lograr una vertebración territorial con un sentido de redistribución. La prioridad del ministro es democratizar el acceso a la cultura, con especial atención al medio rural, barrios desfavorecidos, mujeres y colectivos LGTBI. Como primer esfuerzo, propuso el Bono Cultural para acercar la cultura a la población joven, el pago de 400 euros a quienes cumplen 18 años para adquirir productos culturales. También mencionó que le dará continuidad al Estatuto del Artista, una iniciativa legislativa de largo recorrido para la mejora de las condiciones laborales de quienes se dedican profesionalmente a la creación cultural en España y de la que aún faltan por aprobar cuestiones como el tratamiento tributario de los rendimientos irregulares y la revisión de gastos deducibles; o la situación de los autónomos culturales, ámbito vulnerable del sector. Para respaldar estas iniciativas, se anunció el incremento del presupuesto destinado a la cultura, del 0.7% al 1%.
Así mismo, Urtasun subrayó la importancia de la diversidad lingüística en España y destacó la creación de leyes para el cine y el patrimonio, así como mejoras fiscales para el mecenazgo cultural.
Los museos son «una de tantas instituciones que sostienen el orden colonial racista»
La política de decolonización de los museos en España ha sido una asignatura pendiente desde el periodo de Miquel Iceta como ministro de Cultura y Deporte anterior a Urtasun. Según un reportaje publicado en el El Salto en mayo de 2023, profesionales del arte y la cultura consideran que esta política es más compleja de lo que parece. Entre estos profesionales, destaca la reflexión de Daniela Ortiz, artista peruana que, tras residir en Barcelona de 2007 a 2020 y sufrir acoso por expresar su defensa del derribo de la estatua de Colón, regresó a Perú.
Ortiz cuestiona la función de los museos, considerándolos parte del orden colonial racista, y critica la falta de acciones concretas por parte de estos en la decolonización. «[Los museos] no generan ningún tipo de denuncia, a pesar de tener las herramientas y los mecanismos, cuando se dan situaciones de violencia por parte de otras instituciones», un comentario que tiene nuevos contrastes ante el silencio sistemático de instituciones culturales en relación al genocidio palestino.
Ortíz lamenta la falta de oposición de las instituciones culturales a leyes como la de Extranjería, destacando que muchos museos expresan su intención de decolonizar, pero sus acciones no respaldan estas declaraciones: «Si en el museo no pueden trabajar las personas migrantes ilegalizadas, si les artistas migrantes sin permiso de residencia no pueden facturar, ese museo continúa formando parte de la maquinaria de racismo, por más charlas o exposiciones en las que excepcionalmente toquen ciertos temas».
Así mismo, Ortiz subraya la persistencia de la desigualdad en las estructuras de poder de los museos, con altos cargos mayoritariamente ocupados por personas blancas de clase media o alta, mientras que las tareas de mantenimiento son realizadas mayormente por personas migrantes y racializadas.
La decolonización no es una metáfora
En la última década, el concepto de decolonización ha sido objeto de debates intensos en los ámbitos cultural y académico. Mientras en Latinoamérica se ha arraigado principalmente en el ámbito académico, en Estados Unidos y Europa ha tenido un impacto significativo en la cultura popular y en las narrativas revolucionarias del liberalismo político de clase media. No obstante, se señala que el concepto ha sufrido despolitización y descontextualización en ambos contextos, alejándose de transformar materialmente realidades históricas y participar en coyunturas políticas.
Según el escritor, investigador y periodista, Fabián Villegas, y la curadora y escritora, Cindy Sissokho, es crucial aplicar el concepto con mayor rigurosidad, reconociendo su importancia más allá de lo estético como parte esencial de una lucha más amplia. Ambas destacan que la implementación de políticas culturales decoloniales en instituciones a menudo resulta en actos performativos que simbolizan la diversidad (el programa «Negro y Marrón», el programa «queer») sin comprender completamente con quién están hablando, a quién están dirigidos o las implicaciones ético-políticas que esto conlleva más allá de la imagen. Ante ello, señalan puntos de divergencia como la financiación, la gestión, la estructura laboral y las formas de programación que influyen en la efectividad de una política de decolonización para los museos. Además, destacan que las políticas culturales decoloniales requieren un esfuerzo transversal que involucre múltiples instituciones, actores e instancias, y que es imposible que estas puedan existir fructíferamente bajo modelos coloniales, capitalistas o neoliberales. La posibilidad de la decolonización del museo es mucho más que una cuestión discursiva.
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