El mercado de la certificación de lo auténtico

Mercado 20 abr de 2008

por ARTEINFORMADO

       

El mercado de  la certificación de lo auténtico

El creciente mercado de las subastas de arte moderno y contemporáneo está generando a su alrededor todo una legión de certificadores de obras, cuyo juicio positivo se considera, cada vez más, aval imprescindible para que la obra pueda salir, con éxito, a la venta. Por contra, sin acreditar su autenticidad es, casi seguro, que la obra no podrá salir a subasta. El incauto propietario se encuentra, por tanto, con una obra que siempre ha tenido en valor, sin duda de su autoría, pero de la que desconoce su origen -más allá de su último cedente- careciendo, también, de cualquier control documental sobre la misma. El paso del tiempo y el tradicional convencimiento de que lo importante era la obra, han llevado a la situación actual, justo cuando las casas de subastas han impuesto el criterio de que el valor económico de una obra de arte va íntimamente unido a su documentación, que memoriza y autentifica su autoría, el origen y recorrido por diferentes manos o colecciones, y hasta su pedigrí, información toda ella con importancia capital en la valoración y tasación de la obra.

 

Catálogos de galerías, cada día menos

Con obras más recientes, y a partir de la irrupción de internet, ha aparecido un nuevo riesgo, con la creciente eliminación de catálogos físicos de exposiciones. Es normal remitir a la página web de la galería, donde se ofrece una visita virtual de la muestra con todos los datos técnicos de las obras. El importante coste de la edición de los libros-catálogos ha hecho que su publicación haya quedado limitada a un reducido grupo de grandes galerías de nuestro país, cuando es casi imprescindible en países extranjeros. Entre las galerías que siguen apostando por los catálogos se encuentran, en Madrid, salas como Marlborough, Alvaro Alcazar, Metta o Soledad Lorenzo, que lo utiliza "como una herramienta de trabajo, además de una vía de promoción y documentación básica en el arte contemporáneo". A falta de catálogo, incluso con él, las galerías del primer mercado del arte suelen fijar, en el reverso del cuadro, una etiqueta con el nombre de la galería, el del autor, así como la ficha técnica de la obra -título, fecha de realización, técnica y dimensiones-, para que acompañe a la pieza en el futuro, datos todos ellos que le aportarán aval de autenticidad cuando, pasado el tiempo, la obra pueda salir a subasta.

 

Catálogos razonados, una fuente todavía rara

Otra de las fuentes de autenticidad, para un puñado limitado de artistas consagrados, es su catálogo razonado, un texto que documenta y describe la totalidad de las obras realizadas por un artista, refiriendo el título, los títulos alternativos, la fecha, la técnica, el tamaño de la tirada, el formato de la obra, el material empleado y otros datos pertinentes. Pero en España no más de 20 artistas poseen este elemento de consulta necesario y definitivo, cuyo coste supera normalmente los 60.000 Euros, sin que los museos, siempre escasos de presupuesto, hayan apostado definitivamente por estos trabajos de documentación. Y cuando lo han hecho, como el IVAM, se les ha criticado -posiblemente con justicia- su distracción en artistas no visuales -como los modistos Francis Montesinos o Ágatha Ruiz de la Prada-, mientras sólo ha publicado, hasta ahora, catálogos razonados del cartelista republicano Josep Renau, del escultor Andreu Alfaro y de Equipo Crónica. El Museo Nacional Reina Sofía ha publicado, desde el año 2000, los catálogos razonados de Manolo Millares, Francisco Bores, Martin Chirino (un primer volumen), o los dibujos de prensa de Juan Gris. También se han editado los de Antonio Saura y su obra gráfica, Jaume Plensa y su producción en papel, el de pinturas de José Guerrero, el de Remedios Varo, editados estos dos últimos en este mismo año 2008.

 

Joan Miró tiene catálogos razonados en pintura, esculturas y cerámicas, así como Pablo Gargallo de sus esculturas, y Eduardo Chillida en obra gráfica. Están en preparación los catálogos de los escultores Oteiza, Pablo Serrano y Julio González, este último por el IVAM, así como del pintor gallego Laxeiro. Tàpies lleva publicados varios volúmenes de su obra pictórica y otros tantos de su producción gráfica, junto a los dibujos de Anglada-Camarasa que están ya recogidos por la Caixa. La obra pictórica de Salvador Dalí se puede consultar en su página web para los años comprendidos entre 1910 a 1939. Hay que tener en cuenta que este artista, que amó las falsificaciones -que él mismo confeccionó con amigos-, tiene muchos problemas de autentificación hasta el punto de que se estima que existen en el mercado más de 500.000 trabajos falsos en obra gráfica de Dalí.

 

Fuentes alternativas de autentificación

Precisamente para evitar estas falsificaciones, centradas hasta ahora en artistas de la llamada "edad de oro" del mercado español, con el periodo de 1870 a 1936 como eje principal, es por lo que el mercado de subastas -y en menor medida los anticuarios- exige, cada vez más, la validación y autentificación de las obras, trabajo que realizan desde los propios artistas -cuando aún viven- hasta sus familiares, los especialistas en sus obras, las instituciones que se ocupan de sus legados o sus galeristas.

 

Entre los artistas que autentifican su autoría habría que señalar a Rafael Canogar, Carmen Laffon, Jorge Castillo, Gerardo Pita, Eduardo Naranjo, Eduardo Arroyo o Guillermo Pérez Villalta. En algunos casos, adjuntan también otros documentos como fotografías del artista con la obra, o certificados del artista realizados en el momento de la venta de la obra al coleccionista.

 

Los familiares -esposas, hijos, nietos, ...- autentifican las obras de Manuel Ángeles Ortiz o Manolo Millares, éste ya con catálogo razonado también. María López lo hace sobre la obra de su padre Antonio López, Carmen Bores con obra de Francisco Bores, y Blanca Pons Sorolla con la de su bisabuelo Joaquín Sorolla. También Lucrecia Enseñat Benlliure se encarga de revisar todas las obras de su bisabuelo, el escultor Mariano Benlliure.

 

Algunos profesores universitarios, directores de museos o historiadores y críticos que se han dedicado con ahínco en el estudio de un artista. Son los casos de Inés Vallejo y Carlos Pérez revisando la obra de Manuel Hernández Mompó; Francesc Fontbona para los cuadros de Isidre Nonell y, junto a Francesc Miralles, para la pintura de Anglada-Camarasa; Jacques Dupin (Francia, 1927), amigo de Miró y experto en su obra, sobre obra de Miró; María José Salazar en piezas de María Blanchard o Gregorio Prieto; Michèle Dalmau para la obra sin conocer del Equipo Crónica; Francesc Miralles para los cuadros de Pere Pruna o Joaquín Mir; Ana Vázquez de Parga para piezas del surrealista Óscar Domínguez; y Juan San Nicolás para las pinturas de Darío de Regoyos. Barrachina Ramoneda es especialista en Ramón Casas y Rafael Baixeiras (1947 - 1989).

 

Las instituciones -museos del artista, archivos, asociaciones, fundaciones …- son también fuente de autentificación. Es el caso del archivo de artistas como el escultor vasco Eduardo Chillida, o el pintor catalán Antonio Clavé, ambos con un archivo catalogado y numerado por parte de sus propios centros o museos, como el Chillida-Leku, así como la Casa Museo Pinazo de Godella. También la Asociación de Defensa de la Obra de Miró (ADOM) -a la que pertenece el referido Jacques Dupin- certifica en subastas obras del artista catalán sin referencia en los catálogos razonados. Las Fundaciones Cuixart o César Manrique están, también, siempre dispuestas a investigar las piezas de estos autores que aparezcan en el mercado.

 

Y, por último los galeristas que tienen la representación de la obra de algunos artistas, sobre los que inspeccionan todas las piezas que puedan verse en el mercado, especialmente en subastas. Es el caso de la galería sevillana Rafael Ortiz con obras de Equipo 57 o del legado de Jaime Burguillos, o de la madrileña Antonio Machón y su artista Barjola. Todo un surtido de alternativas de autentificación que aprovechan las casas de subastas para su mejor valoración de las obras ofertadas por este segundo mercado. Por Joaquín Gallego - ARTEINFORMADO



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