Opinión 15 jun de 2016
por Marisol Salanova Bruguera
Visita privada para un selecto grupo organizada por We Collect Club a la exposición \"Solo es sexo\"
Se hace necesaria una reflexión en torno a qué tipo de coleccionista adquiere arte contemporáneo en nuestras galerías, del stand al espacio privado, según la autora de este artículo que concluye: Queda claro que el coleccionismo no tiene edad ni estatus o posición social.
"El problema de la escasez de coleccionismo en nuestro país tiene que ver con que aún lo asociamos a la idea de inversión, de algo muy caro y fuera del alcance de la gente normal", sentencia el ex-galerista y coleccionista Javier Castro Flórez, entrevistado para este artículo.
Se avecina una concentración de galeristas y coleccionistas muy suculenta de modo que los ánimos están alterados y es que comienza Art Basel. Suiza acapara toda la atención del mundo del arte contemporáneo y de lo que allí sucede cada año depende el futuro de muchos. Siete galerías españolas tienen presencia en Art Basel 2016 más otras quince que acuden simultáneamente a ferias satélite como Volta Basel, Scope Basel, Liste y Photo Basel. A propósito de las citas actuales y del revuelo habido antes con ARCO Lisboa cabe pararse a pensar si hay coleccionistas para tanta oferta.
"Revuelo" porque lo de Lisboa ha sido sin duda un salto ambicioso, a pocas semanas de Basel, que no sabíamos si saldría bien y porque a muchos profesionales nos surgireron dudas sobre si los coleccionistas españoles compran en ARCOmadrid, si los portugueses también suelen venir a Madrid, entonces ¿coleccionistas de qué procedencia iban a acudir allí? Se hace necesaria una reflexión en torno a qué tipo de coleccionista adquiere arte contemporáneo en nuestras galerías, del stand al espacio privado. Conocer si existen asociaciones de coleccionistas que hagan fluir ese tránsito, si plantean actividades efectivas, si hay edad para el coleccionismo, si es algo en lo que iniciarse a través de la educación, del entorno académico-lúdico (se intentó con ARCOKids hace unos años),... podría ayudar a precisar cuántos coleccionistas de arte contermporáneo hay en España así como estimular que haya más. Ello requiere analizar si vivimos una época de coleccionismo extranjero o andamos de capa caída, cómo "consumimos cultura" en la actualidad, si las ferias son el punto álgido, pues muchos se reservan para comprar una vez al año en una feria determinada, o existe un goteo constante a lo largo del año que favorece a galeristas y artistas, en cuyo caso cuáles son los parámetros de ese goteo es lo que trataremos de dilucidar.
Por un lado tenemos el pequeño coleccionista, el coleccionista privado que compra para sí mismo, a veces de forma errática y otras veces con determinación en vías de completar una colección con cierta coherencia. Por otro tenemos al coleccionismo corporativo o las colecciones institucionales que tanto impulso aportan a las ventas en feria. En este sentido, la base de datos de ARTEINFORMADO muestra cientos de fichas de coleccionistas españoles. Puede que existan muchos más que se mantengan anónimos aunque el anonimato es difícil en este ámbito. Conozcamos, pues, a algunos de los que sí figuran aquí, recogiendo dos testimonios dispares y esclarecedores para aclarar parte de las cuestiones que nos ocupan.
Comencemos por Antonio Lobo (Sevilla, 1967), coleccionista residente en Madrid, mediático, pese a ser una persona elegante y discreta, por su presencia en galerías, fundaciones y ferias así como su proceder claro y comprometido con el apoyo a los jóvenes artistas, además de coleccionar con una rigurosa correspondencia lógica según sus gustos y pálpitos nada impulsivos si no siempre razonados. De hecho Lobo, seudónimo que preserva su apellido, es prácticamente comisario de su colección e incluso ha realizado exitosas incursiones en terreno de curadurías como por ejemplo para el proyecto Slowtrack de la galería de Marta Moriarty, demostrando que el comisariado no entiende de "intrusismo laboral" ni limitaciones en cuanto a procedencia o experiencia, el respeto por el arte y el trabajo del artista, así como una sensibilidad especial para poner en diálogo distintas obras es la clave. Anunciaba hace poco que estaba considerando la posibilidad de unirse a la asociación de coleccionistas privados 9915, presidida por Jaime Sordo González, que recibe su nombre porque esa cifra es el código con el que organismos internacionales identifican a los coleccionistas en general. Dicha asociación asesora y defiende los derechos de los coleccionistas en el proceso de compra, instaurando los cauces y elaborando documentos que generen seguridad y confianza en tal actividad.
Otra de las asociaciones de coleccionistas activa últimamente con sede en la capital y a la que ya pertenece Lobo es We Collect Club. Dicha asociación o "club" lo integran diversos profesionales entre los que destacamos el tándem Amaia de Meñaka y Enrique del Río que gestionan y comisarían colecciones incipientes ayudando a crear desde cero gracias a un programa específico para nuevos coleccionistas desarrollado por ellos. Una asociación por y para el coleccionismo implica asesoramiento integral para una colección de arte contemporáneo o emergente personalizada. Seleccionar obras de artistas para coleccionistas privados y corporativos según las pasiones e intereses del cliente mediando en su adquisición. Elaboran lo que ellos denominan "informes de calidad", valoración de obras de arte y, sobre todo, lo más atractivo es que organizan visitas en "petit comité" a estudios de artistas, galerías, ferias, festivales, centros de arte y museos con clientes privados a los que se les proporciona un trato directo con el artista para preguntarle cosas y aproximarse a él, también con los comisarios de las muestras o personal del centro.
Según declara Antonio Lobo para este artículo: "Un coleccionista, dicen, tiene tres motivaciones fundamentales con las que jugar: un sincero amor al arte, la posibilidad de inversión y la consideración social. En una feria de arte las tres se entremezclan, como en la propia identidad de las colecciones, y coleccionistas". Alguien lo definió una vez como "incisivo, critico, algo escéptico e incluso un pelín anárquico en el caminar", lo que traducido al ámbito ferial significa, como él señala, que no es un coleccionista de feria. Visita las ferias, por supuesto, y lo hace en busca de la emoción, de "ese golpe en el estómago que hace que desees aquello que ves, pero en mi caso no de forma inmediata. No formalizo compras jamás. Sí entablo relaciones que finalizarán probablemente en compras, pero sin determinar el cuándo, ni el qué, sobre la moqueta de los pasillos de la feria", sentencia.
La mayoría de colecciones de arte en nuestro país tienen cierta visibilidad pero Lobo pone el acento sobre lo que es un proyecto de colección, el proceso en sí, aduciendo que "para el propio coleccionista ese proyecto está en su cabeza. Si a eso añadimos que hay algún estudio psiquiátrico que advierte que el proceso mental de decidir qué obra incorporar a una colección es uno de los procesos más complejos que ejecuta el cerebro humano, en base a decenas de motivaciones, la cosa es todavía más difícil de desenmarañar. En mi caso, en mi colección, la “ETRA”, cada pieza debe encajar a modo puzzle, tener un discurso que me seduzca, que me lleve al ejecutor del mismo, para que finalmente encuentre 'la' pieza que encaje en la colección. No creo que eso se pueda desarrollar de una forma fortuita e inmediata, al menos no en mi caso en el entorno ferial. Ni siquiera si mis recursos economicos fueran mayores, creo que actuaría de esa forma.
Las ferias en todo caso, como la actividad galerística, son actividades de relativamente reciente creación que, tal vez, estén tardando en adecuarse al tiempo actual, a las herramientas con las que ahora se cuenta. "Hoy uno puede comprarse cualquier obra, en cualquier país del mundo desde el sofa de su casa. Ya no es necesario esperar a esa concentración de arte para ver el arte más actual, basta con estar metido hasta las rodillas en el fango para sentirlo bajo tus pies. Claro que eso es cansado, roba tiempo, energías. Y en España es mucho más fácil esperar por ejemplo a febrero, e ir saludando a amigos con una cartera en la chaqueta. La combinación de motivaciones entonces tiene un orden claro, reconocimiento social, posibilidad de inversión, y amor al arte… Ese orden yo lo descarto, yo y otros muchos. El arte es anterior al dinero, no debemos olvidarlo. De todas formas yo compro en la parte baja del mercado y colecciono obras de artistas que no estan aún muy bien establecidos. Esa es mi apuesta, el futuro. Por qué, si no, respondería a la pregunta ¿qué es coleccioniar arte? con la misma respuesta, una y otra vez, comprar futuro.", concluye Lobo.
Un coleccionista de otro perfil es Javier Castro Flórez (Plasencia, 1966), coleccionista y galerista de Bores & Mallo, galería cacereña con larga presencia en ARCO que desapareció en 2006 después de diez años de promoción del arte contemporáneo en Extremadura y Lisboa con sus dos sedes, la española y la portuguesa. En la actualidad reside en Murcia, donde trabaja para el Centro de Documentación y Estudios Avanzados de Arte Contemporáneo (CENDEAC) y dirige la Fundación Newcastle, entrañable y ambicioso proyecto de una fundación de arte en miniatura para la cual adquiere obras de tamaño inferior al de una postal, expuestas en el espacio que es tamaño casa de muñecas pero adecuado a las condiciones de un riguroso centro con dos salas expositivas e iluminación profesional. Tal y como explica Castro Flórez, impulsor del arte emergente y mecenas a pequeña escala: "La colección Newcastle está asociada al proyecto del espacio expositivo que instalé en el salón de casa; una casa de muñecas. Por eso la colección tiene ese aire entre soñador y utópico que tiene el arte de imaginar pequeños mundos, de quienes creen que a veces hay mucha belleza en los detalles, en lo pequeño y abarcable. Dada mi modesta economía actual de mileurista me propuse atender sobre todo a artistas jóvenes. La colección la integran ahora mismo unas cincuenta piezas y lo que busco es que a pesar de ser piezas pequeñas (Dado que las paredes de la casita miden 22 cm de alto ninguna pieza puede superar ese tamaño) tengan fuerza y sean representativas de la obra de ese artista".
La mayoría de las piezas de Castro Flórez para su colección "Newcastle" están compradas a galerías pero también hay algunas compradas directamente a los artistas, eso depende de si se encuentran representados por una galería o no, respetando las dinámicas del mercado. "Realmente son las circunstancias concretas las que lo determinan. Es muy raro que pueda comprar algo en ferias porque el tipo de pieza que compro es tan diminuto que a los galeristas no les compensaría llevarlo. Se trata más bien de obras que los artistas guardan con cariño porque a veces son piezas que dieron lugar luego a grandes series o bocetos", explica.
Cuando preguntamos dónde están los coleccionistas españoles de arte contemporáneo, él lo tiene claro: "El problema de la escasez de coleccionismo en nuestro país tiene que ver con que aún lo asociamos a la idea de inversión, de algo muy caro y fuera del alcance de la gente normal. Esto ha llevado a que existan muy pocos coleccionistas con un perfil modesto en cuanto a capacidad económica, pero apasionados e informados. Por otra parte me asombra un programa de televisión llamado “¿Quién vive ahí?” en el que algunos ricachones enseñan sus casas pues resulta deprimente ver lo que entiende la clase acomodada en nuestro país por arte. Los engendros que he llegado a ver no tienen nombre. Son casas sin libros y con cosas en las paredes que dan verdadero miedo. Casi todos los que salen de lo que más presumen es de tener una cocina enorme porque, confiesan, les encanta cocinar. Tal vez el que los que económicamente podrían interesarse por el coleccionismo estén pochando cebolletas explica el pobrísimo panorama y la precariedad en la que se encuentra el sistema del arte y las galerías de nuestro país", cuenta Castro Flórez. Pese a todo el director de Newcastle, ahora también con una línea editorial propia, no se declara derrotista e intenta, con el ejemplo de su pequeña colección, demostrar que es posible "disfrutar muchísimo reuniendo una colección preciosa pese a no tener una mansión con una cocina grande y no ser aficionado a meterse en los fogones a trajinar". Queda claro que el coleccionismo no tiene edad ni estatus o posición social, nuestros coleccionistas crecen como sus colecciones y puede esperarse que la visibilidad de las mismas y las asociaciones relacionadas establezcan redes que contribuyan a ese crecimiento, a la expansión de una actividad tal vez más emocionante y bella que lucrativa. Por Marisol Salanova Burguera
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