Actualidad 06 feb de 2025
por REDACCIÓN AI
Pedro Lemebel portando su "Corona de jeringas" durante una manifestación en len una marcha en conmemoración de Stonewall, Nueva York, 1994
A diez años de su muerte, Pedro Lemebel sigue siendo una figura crucial en la cultura chilena y latinoamericana. Escritor, cronista y performer, su obra subversiva y provocadora desafió tanto a la dictadura como a las normas sociales de su tiempo. Su legado, marcado por la lucha contra la marginalización de los cuerpos disidentes, continúa inspirando a nuevas generaciones de artistas y activistas.
Diez años sin Pedro Lemebel: el legado de una loca que sigue revoloteando en el cielo rojo
A una década de su partida, Pedro Lemebel (1952-2015) sigue siendo una presencia incómoda, necesaria y vibrante en la cultura chilena y latinoamericana. Escritor, cronista, artista visual y activista, Lemebel se erigió como un símbolo de resistencia frente a la dictadura de Pinochet, el machismo de izquierda, la homofobia y el neoliberalismo. Su voz, tan desafiante como poética, sigue resonando en las calles, las artes y las luchas sociales de un Chile y una Latinoamérica llenas de rabia, alegría y duelo.
En este décimo aniversario luctuoso, su figura ha sido revisitada desde múltiples perspectivas como sucede con el libro Tu voz existe (Ed. Planeta, 2025), una biografía escrita por su representante literario Jovana Skarmeta y el periodista Marcelo Simonetti a partir de sus cuadernos, fotos, dibujos, y algunas cartas. Sin embargo, una de las más conmovedoras es la de su amigo y compañero de luchas, el escritor Juan Pablo Sutherland, quien en Lemebel sin Lemebel. Postales de una ciudad sin ti (Alquimia Editorial, 2025) construye un retrato íntimo y afectuoso del artista. Sutherland, fiel al pacto de la amistad que Jacques Derrida describió como «el deber de recordar», se sumerge en la tarea de evocar al Lemebel marginal, crítico, irreverente y profundamente humano. No al ícono canonizado, sino al amigo de carne y hueso que compartió borracheras, fiestas y manifestaciones, y que nunca se arrodilló ante el poder.
Pedro Lemebel también uso el cuerpo como extensión de su escritura. Junto a Francisco Casas, formó el colectivo Yeguas del Apocalipsis, que en plena dictadura realizaba intervenciones artísticas subversivas en los espacios públicos de Santiago. En 1986, en una reunión del Partido Comunista, Lemebel irrumpió maquillado, con tacones y una declaración que se volvió legendaria: «Yo no pongo la otra mejilla, yo pongo el culo, compañero». Esta frase encapsula su postura frente a un mundo que lo marginaba por ser pobre, indígena y marica. Su literatura, especialmente Loco afán. Crónicas del sidario (1997), permitió que las realidades de las locas y travestis durante la pandemia del SIDA contaminaran la categoría de obra de arte a través de crónicas que narraban la muerte y la solidaridad como flores que brotaban de la enfermedad. Así mismo, Lemebel denunció cómo, tras la crisis del SIDA, no sobrevino el apocalipsis para las locas, sino el triunfo de una estética gay neoliberal, marcada por el culto al cuerpo y la belleza al estilo Calvin Klein. Su pluma, afilada y poética, fue un arma contra la invisibilización y el olvido.
Aunque Lemebel partió hace diez años, su presencia sigue viva en la cultura popular. Como escribe Sutherland, “a veces te veo convertido en una chapita, en una polera pirateada o en un imán vestido en Lastarria como souvenir del barrio”. Su poesía aún se canta en los barrios populares, y su legado inspira a nuevas generaciones de artistas y activistas maricas, travestis y trans. Para les jóvenes nacides en los noventas, Lemebel fue una madre que enseñó a escupirle en la cara a los viejos rancios, a salir del closet sin tapujos ni normas y a no olvidar lo que da náuseas en cuanto al régimen heterosexual que gobierna. Como señala un texto anónimo: «Para todos los pobres que nos hemos dedicado a escribir, no podría sino ser un referente, de cómo hacer las cosas sin siutiquería, amiguismos, fanfarronería y protocolos paranoicos».
Como escritor, Lemebel tiene una obra narrativa está integrada por la colección de relatos Incontables (1986) y la novela Tengo miedo torero (2001; Las afueras, 2021). Publicó los libros de crónicas La esquina es mi corazón (1995), Loco afán. Crónicas de sidario (1996), De perlas y cicatrices (1998), Zanjón de la Aguada (2003), Adiós mariquita linda (2005), Serenata cafiola (2008) y Háblame de amores (2012), además de el libro póstumo de crónicas Mi amiga Gladys (2016). Estos textos, que mezclaban el lenguaje barroco con la jerga callejera, retrataban la marginalidad y la resistencia de las locas, travestis y otros cuerpos disidentes en un Chile que transitaba de la dictadura a la democracia neoliberal.
A pesar de su impacto cultural en el mundo de las letras, Lemebel nunca recibió el Premio Nacional de Literatura. Como ironiza Sutherland, «a los viejos plenipotenciarios de la cultura les incomoda que un mariposón de primera se acapare las luces con su tristeza proletaria”. Su pobreza y su disidencia sexual lo convirtieron en un outsider, incluso dentro de la izquierda. Sin embargo, su obra ha sido reivindicada por académicos, críticos y artistas que ven en él a uno de los escritores más radicales y contestatarios de América Latina. El libro La vida imitada. Narrativa, performance y visualidad en Pedro Lemebel (Ed. Iberoamericana Vervuert, 2020), editado por Fernando A. Blanco, es un ejemplo de este rescate crítico. A través de quince ensayos, se analiza su obra desde múltiples perspectivas: su relación con el cine, la música, el arte visual y performático, y su producción literaria. Lemebel no solo fue un cronista excepcional, sino también un performer que utilizó su cuerpo como herramienta de resistencia política.
Las performances de las Yeguas del Apocalipsis
Las intervenciones de las Yeguas del Apocalipsis son fundamentales para entender la potencia del trabajo de Lemebel. En 1987, en plena dictadura pinochetista, el dúo formado por Lemebel y Francisco Casas irrumpió en la escena cultural chilena con performances que desafiaban los cánones establecidos y las normas sociales en torno al silencio y la censura que el fascismo necesitaba para ganar poder. Una de sus acciones más memorables fue la Coronación de Espinas durante la entrega del Premio Pablo Neruda en 1988. Lemebel y Casas aparecieron en la Casa Museo La Chascona con una corona de espinas para el poeta Raúl Zurita, en una acción que mezclaba provocación y seducción. «No pienso ponérmela», fueron las palabras de Zurita, según el diario La Época. Esta performance no solo cuestionaba la figura del poeta premiado por estado fascista, sino que también ponía en evidencia la tensión entre el arte y la política en un contexto represivo; «una estrategia político-cultural de provocación y seducción hacia el campo artístico-literario».
Otra de sus intervenciones emblemáticas fue Refundación de la Universidad de Chile, realizada en 1988 durante una toma estudiantil en la Facultad de Artes. Lemebel y Casas aparecieron desnudos sobre una yegua, parodiando la figura del conquistador Pedro de Valdivia. Esta performance, guiada por las poetas Carmen Berenguer, Carolina Jerez y Nadia Prado, erotizaba la iconografía viril del militar y hacía referencia a la homosexualidad masculina. «Se veía muy bonito, como una escultura en movimiento», recordó Casas años después. Una escultura que con su amaneramiento penetraba la nación heterosexual chilena.
Por último, podemos recordar otro hito del arte latinoamericano que nos regalaron las Yeguas, cuando en 1989, presentaron La conquista de América en la Comisión Chilena de Derechos Humanos. Sobre un mapa de Latinoamérica cubierto de vidrios rotos de botellas de Coca-Cola, bailaron una cueca descalzos, dejando hilos de sangre que marcaban la violencia de las dictaduras del cono sur. Esta performance, realizada el 12 de octubre, "Día de la Raza", denunciaba no solo la represión política, sino también la imposición del consumismo estadounidense en la región.
Lemebel y la potencia política del travestismo
El travestismo en la obra de Pedro Lemebel no fue solo una expresión estética, sino una herramienta política de resistencia que desafiaba las normas de género y sexualidad impuestas tanto por la dictadura como por la democracia neoliberal. A través de sus performances con Las Yeguas del Apocalipsis y sus crónicas literarias, Lemebel visibilizó la marginalidad de los cuerpos disidentes, convirtiendo el travestismo en un acto de subversión que cuestionaba la heteronormatividad dominante. Sus intervenciones, cargadas de ironía y provocación, no solo desestabilizaron los cánones sociales, sino que también redefinieron el arte como un espacio de lucha y resistencia.
En sus crónicas, el travestismo adquiere una dimensión literaria y performativa, especialmente a través de la figura de la Loca, un alter ego que recorre las calles de Santiago narrando historias de exclusión y resistencia. Como señala la investigadora Regina Vanesa Cellino, en La esquina es mi corazón (1995), Lemebel describe cómo la Loca transforma los espacios públicos en lugares de deseo y denuncia, utilizando su cuerpo como un lienzo para desafiar las normas de género. Este travestismo no se limita a una expresión individual, sino que se colectiviza en el espacio público, resistiendo a la violencia y la exclusión que enfrentan las poblaciones LGBTQ+.
Además, el travestismo en Lemebel funciona como un archivo de memoria, documentando las historias de violencia y resistencia de la población LGBTQ+ en Chile. En Loco afán. Crónicas de sidario (1996), el autor narra las historias de travestis y locas que murieron a causa del sida, visibilizando una crisis ignorada por el Estado y la sociedad. A través de sus performances y crónicas, Lemebel no solo cuestiona la heteronormatividad, sino que también preserva las historias de aquellos que fueron marginados y olvidados. Su obra se convierte así en una intervención política que transforma el mundo, abriendo nuevas posibilidades para la expresión y la resistencia de las poblaciones LGBTQ+.
El cielo rojo de Lemebel
Pedro Lemebel soñaba con un cielo rojo, un espacio de libertad y belleza para las locas, las travestis y les marginades. Hoy, ese cielo rojo es un territorio reconquistado, un legado que deja a todes les que luchan y sueñan con futuros más libres, críticos y solidarios. Como escribió Paul Preciado en su despedida: «Tú me criaste y de ti salí como un hijo, de los cientos que tuviste, inventado por tu voz. Tú eres mi madre y te lloro como se llora a una madre travesti».
A diez años de su partida, Lemebel sigue revoloteando en ese cielo inmensamente rojo. Su voz, su risa y su rabia siguen siendo una fuerza para todas aquellas que ponen el culo, mariposean y vuelan. Porque, como bien dijo Sutherland, «Pedro vive… en cada loca desmesurada».
Toda la información en torno a las Yeguas del Apocalipsis puede ser encontrada en el website www.yeguasdelapocalipsis.cl, un proyecto realizado por lxs investigadores Fernanda Carvajal y Alejandro de la Fuente que recopila archivo en torno a la memoria de este icónico duo del arte latinoamericano.
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