Opinión 25 oct de 2024
por Maya Juracán
Dar Yusuf Nasri Jacir for Art and Research, 2019
La curadora Maya Juracán escribe sobre la cumbre Creative Time Summit 2024. Celebrada en un contexto cargado de tensiones políticas y sociales, Juracán destaca la convergencia de artistas y activistas en un espacio donde las opresiones, las fronteras y los conflictos se entrelazan como un terreno fértil para fomentar un diálogo sobre la relación entre arte y política.
La cumbre de Creative Time Summit (CTS) se llevó a cabo el pasado 20 de septiembre, bajo el título Estado de Emergencia, celebrándose en Nueva York en un momento muy particular. Con las elecciones presidenciales cerca, no era extraño ver muestras de apoyo a Trump o Kamala Harris en las calles al mismo tiempo de protestas en contra del genocidio palestino que el gobierno de Estados Unidos financia. Paralelamente, en Manhattan, se llevaba a cabo la asamblea de la ONU, y nosotres, un grupo de activistas y artistas, abordamos los mismos aviones que los delegados y presidentes que formaron parte de la misma.
Sin embargo, nuestra travesía no comenzó ahí. La invitación llegó en marzo por parte de la curadora de Creative Time, Diya Vij, junto con la curadora asociada Anna Harsanyi y el gerente de investigación artística Gervais Marsh. Como asesores, fuimos invitades a formar parte de la cumbre. Junto a mí, estaban: Sarah Biscarra Dilley, Ntone Edjabe, Emily Jacir, Adam Khalil, Dominic Leong, Aziz Sohail y Hanlu Zhang.
Nuestro trabajo consistía en proponer artistas y activistas que representaran nuestras respectivas regiones y cuya labor coincidiera con los marcos de trabajo planteados: desastres, fronteras, apatridia, comida y agricultura, derechos subterráneos, derechos de la naturaleza, negociación de derechos de propiedad, así como reparaciones más allá de la propiedad o formaciones para vivir más allá de la ella. Además, debíamos redactar un pequeño texto y elaborar un Summit 2024 Reader, que respondería a libros, ensayos y textos propuestos para colectivizar. La cumbre también incluía cenas organizadas por diferentes anfitriones —líderes comunitarios y curadores— interesades en crear convivencias no tradicionales con les ponentes, artistas e invitades.
El sábado 21 comenzó con la intervención de la artista Bahar Behbahani, titulada I Do Not Believe in Time, I Do Believe in Water, título del poema de Dionne Brand. El escenario principal presentaba un paisaje que se movía de un lado a otro con el viento, detrás estaba el mar, y en una pequeña isla, un grupo de músicos lideraba el tiempo. Las presentaciones en el escenario principal fueron amenizadas por el comediante y activista Morgan Bassichis, quien en numerosas ocasiones involucró a la audiencia, generando canciones espontáneas que acompañaron las más de 30 presentaciones de artistas, activistas, teóricos y colectivos.[1]
La curadora Diya Vij abrió el escenario reconociendo el territorio de Lenape Hocking, hoy conocido como “Nueva York”, tierra de los Lenape, pueblo despojado por el colonialismo. Este fue un momento importante, un reconocimiento de la ocupación. Más tarde, en la cuarta presentación, la artista indígena Caddo-Lenape River Whittle finalizó diciendo: «Y por favor, dejen de reconocer el territorio si no lo van a devolver», a lo que la audiencia aplaudió y celebró.
Esto marcó una reflexión importante en la cumbre: ante la convergencia de más de 20 territorialidades —cada una con sus opresiones, luchas, relaciones con la tierra y conocimientos—, era inevitable que en ese espacio se entrelazaran diversos privilegios y formas de opresión, lo que propició un sinnúmero de debates y diálogos entre les participantes. A pesar de las barreras del lenguaje, se sentía como un lugar propicio para el intercambio, el desafío mutuo y la comprensión. Parecía que teníamos a nuestro alcance múltiples herramientas pedagógicas: el arte, las imágenes, el cine, la teoría y la experiencia viva. Se trataba de un momento importante en cuanto a pensar la relación entre estética y política en un contexto planetario de circunstancias que ponen la vida al límite. Ante la economía de guerra, las fronteras y los nacionalismos y la colonialidad, ¿por qué no habríamos de movilizar un disenso en torno a esas estructuras tan normalizadas? ¿Por qué no habríamos de ensayar la colectividad, la solidaridad y la cooperación?
Creative Time me confirmó lo necesario y urgente que es la práctica política del arte pues ahí se encuentra la posibilidad de ensayar herramientas de supervivencia. En ese espacio, parecía que nadie podría concebir un arte no político, simplemente porque las opresiones que atravesamos no nos lo permiten. Y ante todo, había una insistencia en imaginar futuros que nos dotaban de confianza, esperanza y respiro. Cabe recordar que todo arte es político pues nombrarlo es fundamental para el tejido social. Todo arte es político pues todo ser humano es un sujeto político; despolitilizar su existencia a partir de despolitizar el arte es dar cabida a su deshumanización. Esta es un práctica muy común desde la institución donde se glorifica al objeto de arte y se ignoran las relaciones humanas que permitieron su concepción. Si bien las instituciones hacen un mínimo esfuerzo para enfocarse en los temas tratados en CTS, siempre existe la oportunidad de repensar las prácticas y estructuras institucionales que perpetúan las violencias y opresiones sistémicas. En el arte no podemos continuar hablando de utopías y seguir funcionando de la misma manera.
De ese primer día de encuentro, recuerdo particularmente tres proyectos que desafían al arte. Primero, la presentación de Dar Jacir for Art and Research, con sede en Belén, Palestina, quienes contaron sobre su más reciente proyecto SOUTH WEST BANK - Landworks, Collective Action and Sound colateral a la 60ª Bienal de Venecia, el cual destaca las narraciones sonoras que manifiestan la simbiosis entre vegetación y naturaleza ante un territorio herido, así mismo compartieron sobre su trabajo con las mujeres de su comunidad y sus espacios de resistencia en torno a la memoria y la comunidad. En su charla, compartieron la última foto del equipo antes de tener que cerrar el espacio debido al genocidio en curso. Su presentación estaba llena de coraje y poesía. Las palabras del poeta Marwan Makhoul resumen muy bien su realidad:
«Para escribir una poesía que no sea política,
debo escuchar a los pájaros,
pero para escuchar a los pájaros,
los bombardeos deben cesar.”
Recuerdo también la presentación de The Alarm Phone, un proyecto gestionado desde el 8 de octubre de 2014 por voluntaries de ciudades como Túnez, Palermo, Melilla, Tánger, Cádiz, Marsella, y otras, que se dedican al rescate marítimo de refugiades que atraviesan el Mediterráneo. Una línea de emergencia que no posee ni botes ni helicópteros, solo la promesa de hacer todo lo posible por no dejar a las personas solas y brindarles toda la información de supervivencia en sus travesías. Un proyecto potente y hermoso que abre reflexiones sobre solidaridad e imaginación política en torno al rescate más allá de las herramientas convencionales con las que trabajamos en el arte en cuanto a representación y la articulación de testimonios y denuncias.
Finalmente, el proyecto Give It Back de New Red Order, el cual a través de la sátira ha creado una especie de "anti-inmobiliaria" que se dedica a devolver tierras a los pueblos indígenas de Estados Unidos. La propuesta, creada por Adam Khalil, Zack Khalil y Jackson Polys, fue interpretada por el actor blanco Jim Fletcher en un performance que navegaba entre lo real y lo ficticio en torno a la reclutación de colonos a “devolver” lo que fue robado.
Además de las presentaciones, la cumbre también dio espacio a talleres que exploraban sistemas de resistencia. Entre los que más resonaron conmigo estaban: Comer solo es morir solo de Vivien Sansour; Cuidado emergente para nuestras comunidades: justicia climática, seguridad alimentaria y ayuda mutua de Jen Chantrtanapichate y Davina Resto; y Arte en vivo en la política de la muerte de Tania El Khoury. Lamentablemente, no pude asistir a todos porque se realizaban simultáneamente.
Por mi parte, dirigí un taller titulado La curaduría como un acto político, en el cual compartí un poco de mi contexto y la historia de la Bienal en Resistencia, así como otros proyectos de artivismo que hemos trabajado junto a periodistas en Guatemala. Al taller asistieron artistas y pensadores como Rinaldo Walcott, profesora y Directora del Departamento de Estudios Africanos y Americanos en la Universidad de Buffalo en SUNY; les artistas Anca Benera y Arnold Estefan, radicades entre Bucarest, Rumania y Viena, Austria, cuya investigación explora patrones ocultos dentro de narrativas históricas, sociales y geopolíticas a través de instalaciones, video y performance; así como Enzo Camacho y Ami Lien, artistas y escritores de Filipinas y Estados Unidos, quienes abordan formas de resistencia dentro de las economías globalizadas del trabajo, particularmente en el contexto de Filipinas.
Fue revelador comprender que, quizá, nuestros contextos no eran tan distantes o distintos como pensábamos, y que había algo que nos unía: la necesidad de resistir e imaginar. Tristemente, también compartíamos la experiencia de la opresión. Ya fuera desde el ámbito académico, artístico o en las calles, todes teníamos la certeza de que, si no fuera imprescindible, hubiéramos preferido no tener que luchar. Sin embargo, resistíamos porque no hacerlo implicaba perdernos a nosotres mismes y arriesgarlo todo, incluida nuestra humanidad.
Es cierto que para algunes es más fácil resistir, pero la madurez política me llevó a entender que cada espacio es importante. El hecho de estar allí era, en sí, una fractura en el sistema que me permitía hablar y gritar. También me llevó a comprender el privilegio que me había permitido llegar hasta allí. Pensaba en todes les artistas, activistas y actores políticos que habían sido exiliades y perseguides, que carecían de las mínimas condiciones de acceso a necesidades básicas. Cuando Andrés Cano, de Guatemala, presentó su organización Maíz de Vida y explicó la relación del agua con las comunidades maya Quiché, Kaqchikel y Tz’utujil en Guatemala, nos recordó que muches de elles habían sido encarcelades, asesinades y siguen siendo perseguides por defender el agua. Elles, sin duda, deberían ser quienes ocupen estos espacios.
Al finalizar la cumbre también entendí de qué se trataba todo esto. Los tres días concluyeron con Cosmologyscape, una invitación al público a soñar. Creado por las artistas Kite y Alisha B. Wormsley, planteaba preguntas profundas: si los sueños son el material con el que construimos la vida en vigilia, ¿de quiénes son los sueños que han creado los entornos en los que vivimos hoy? ¿Qué sueños permitirían una visión de futuros donde todes puedan prosperar? Así cerraba este espacio en una calle de Nueva York, con un performance que incentivaba el sueño colectivo.
Siendo muy crítica con mis propios espacios de resistencia, entendí que tal vez ese espacio era para nosotres: quienes resistimos en las calles, quienes estamos cansades y nos preguntamos: «¿Será que estoy haciendo lo suficiente?» Lo que Creative Time propone no es dar respuestas, sino ofrecer un lugar donde podemos cuestionarnos, pensar en estrategias conjuntas a nivel global, reconocernos y propiciar solidaridad; una política cultural urgente. Es extraño pensar en esto en una ciudad de cemento, en el epicentro del despojo, la violencia y el capitalismo. A pesar de ello fue un momento para tomar un respiro. Sabíamos que, después de unos días en los que todes nos dirían «¡Qué increíble trabajo!», tendríamos que regresar (quienes podemos) a nuestros territorios heridos. Tal vez poco había cambiado desde que nos fuimos, tal vez nada, o tal vez todo estaba peor. Pero, por un momento, pudimos respirar, aprender y escucharnos.
Ahora me quedo con una duda: ¿Cómo encontrarnos más en los espacios artísticos? ¿Cómo conspirar juntes para que las calles lleguen a los espacios artísticos o para que los espacios artísticos lleguen a las calles? ¿Cómo detonamos coalición, solidaridad y colectividad activa? ¿Cómo utilizar el sistema sin que el sistema nos utilice? Y principalmente, ¿cómo es que las instituciones artísticas y la academia podrían entender que son parte elemental del problema? ¿Cómo hacerles entender a sus directores y curadores que bajo su necesidad de concebir las categorías y no las prácticas, se perpetúan las visiones de extractivismo epistemológico, social y de resistencias?
Son preguntas que cada une de nosotres deberá responder, o no, en sus propios términos. Sería un error pensar que Creative Time tiene las respuestas o criticar su alcance, sea corto o largo, cuando existen tantos espacios artísticos que ni siquiera lo intentan, que ni siquiera se incomodan.
Quedan muchas batallas por resolver, pero no lo haremos solo con el arte, ni lo haremos soles. Esa es la certeza.
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NOTAS
[1] Algunes de les presentadores fueron: Darling Green, River Whittle, Natalie Ball, Sean Connelly, Alofipo So’oalo, Fleur Ramsay, Andrés Cano Sierra, Tizintizwa, Centre d’art Waza (Feza Kayungu y Patrick Mudekereza), Anca Benera y Arnold Estefan, Ather Zia, Isshaq Albarbary, Alarm Phone, Leil Zahra Mortada, Tanya Aguiñiga, Natalie Diaz, Dar Jacir for Art and Research, Karachi LaJamia, Andrea Ballestero, Eliza Evans, Mao Chenyu, Las Nietas de Nonó, Marwa Arsanios, Kezi Collective, Enzo Camacho y Ami Lien, Abou Farman, Rinaldo Walcott, y New Red Order.
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