Opinión 10 nov de 2011
por Paco Barragán
Alberto Baraya con Octavio Zaya - Foto de Paco Barragán
Recién llegado de la intensa Bogotá, me encuentro con la realidad de la escena patria: una reseña de "El fin de la historia... y el retorno de la pintura de historia" en el DA2 superficial, tendenciosa y falta de cualquier argumentación intelectual. La verdad es que últimamente leo poco los culturales y las revistas de arte en nuestro país, pero prometo dedicar mi próxima entrega a esta profesión que, salvo escasos y honrosos ejemplos, se ha convertido en un ejercicio banal, partidista y cruento. ¡Basta ya de tanto abuso y tanto sectarismo!
Pero volvamos a Bogotá, que es de lo que vengo a hablar, una trepidante metrópoli de 9 millones de habitantes que está saliendo poco a poco de ese terrible conflicto interno donde la guerrilla, los paramilitares y los ''narcos'' camparon a sus anchas. Es difícil no arrugar el ceño ante tanto militar apostado en las esquinas de las calles más céntricas de Bogotá. Pero acaso lo que se convierte para el visitante foráneo en un elemento cuando menos extraño o distópico, para muchos colombianos forma ya parte de ese devenir diario que, aunque en momentos absurdo, garantiza una tranquilidad hasta hoy tímidamente vislumbrada.
Bogotá es una ciudad ininterrumpida, vamos, que está hecha de un tirón. A diferencia de muchas ciudades norteamericanas o europeas como Chicago, Miami o mismamente Madrid, donde el centro urbano y la periferia están claramente delimitados y conectados por autopistas, allí es un ''continuum'' de casas, edificios, fábricas, tiendas y centros comerciales que hasta bien transcurrida una hora en automóvil no empieza a clarear.
No es la primera vez que visito Bogotá (y explico esto para que entiendan el título del artículo). Ya estuve allí en julio de 2004 cuando comisarié la exposición "Urbanismo sintético" para el Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO), en la que participaban Alexander Apóstol, Ana Adarve, César Álvarez, Gian Paolo Minnelli, José Manuel Ballester, Monika Bravo, Darren Siwes, Luis-Molina-Pantin y Ángel Marcos. Recuerdo además que era la época tormentosa de la aerolínea de bajo coste AIR MADRID, que llevaba algún tiempo transportando viajeros a Colombia y a varios países latinoamericanos. Pero, ya saben todos ustedes cómo terminó la RYAN AIR española a pesar de tener una gran demanda: en bancarrota. Y lo traigo a colación porque AIR MADRID había cancelado el vuelo de regreso a Madrid de un viernes hasta el martes siguiente y no había ofrecido un vuelo alternativo, ni dinero, ni hotel, ni nada. Al final muchos viajeros quedamos ''embarcados'' y me vi obligado a pagarme un billete de mi bolsillo con AIR EUROPA a través de Caracas. Pero, como bien saben ustedes, la experiencia como periodista te permite acceder a los medios de información y persuadirlos para que apoyen la causa de un pobre viajero desamparado en tierras extrañas. Y en esas andaba yo molesto porque AIR MADRID no había contestado mis reclamaciones, cuando haciendo ''zapping'', a primera hora de la mañana, me encuentro con el programa ''Arriba Bogotá'' de City TV. Un programa matutino realizado en estudio al cual las personas llamaban por teléfono expresando sus quejas acerca del tráfico, la inseguridad, los agujeros en las aceras u otros temas que les preocupaban, mientras los conductores contestaban a las llamadas entrantes una vez hecho el filtro pertinente. Para acortar este culebrón: llamé, salí en antena y, comprobando que surtía efecto, acto seguido contacté, con la ayuda del jefe de prensa del MAMBO, con la emisora W Radio y su locutor estrella Julio Sánchez, una suerte de Iñaki Gabilondo de la SER, y el problema se resolvió de inmediato y a todos los pasajeros ''embarcados'' nos devolvieron el dinero. Lo divertido fue que en aquellos días cuando tomaba un taxi y daba mi nombre, el taxista me preguntaba si era el Sr. Barragán de la radio. Supongo que esos fueron mis 5 segundos de gloria bogotanos... Tengo entendido que el programa aún sigue funcionando. Desde entonces ha llovido mucho, lo cual no es extraño, pues raro es el día en Bogotá que no llueve, y vivir la experiencia de las 4 estaciones en un mismo día es algo muy común y, para mi gusto, demasiado frecuente. Londres se lleva la fama, pero en Bogotá me aseguran bastantes personas que llueve más que en la ''city''. De hecho, el negocio de venta de paraguas ambulante en las calles bogotanas funcionaba de maravilla...
Estas inconsistencias climatológicas mediante, Bogotá está irreconocible. Antes de hablar de ARTBO, tal vez sea bueno contextualizar un poco la escena artística. Un gran número de universidades públicas y privadas como la Universidad Nacional, la Universidad de los Andes, la Jorge Tadeo Lozano y la Javeriana, unido a instituciones como la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, el Banco de la República -que gestiona entre otros la Biblioteca Luis Arango, el Museo de la Moneda, el Museo Botero y varios espacios dedicados al arte contemporáneo-, La Fundación LIA, el Centro Colombo-Americano, la Alianza Francesa y varias salas expositivas que gestiona la Secretaría de Cultura y Deporte de la Alcaldía de Bogotá conforman una interesante oferta cultural. Así, por ejemplo, durante ARTBO en el Museo de la Universidad Nacional se pudo ver la compleja y magnífica exposición Datamatics del artista japonés Ryoji Ikeda, comisariada por María Belén Sáez de Ibarra, que gira básicamente en torno al cúmulo de datos invisibles que marcan nuestro mundo contemporáneo y que pasan desapercibidos para el ser humano. En el Colombo-Americano se presentó la película NO, Global Tour de Santiago Sierra y se realizó una acción de la serie Veterans: un militar retirado vestido con su traje comando colocado en una esquina durante 4 horas contra la pared a razón de 20 dólares la hora. Esta acción, que Santiago Sierra realizó anteriormente con militares norteamericanos, adquiere también aquí en Colombia una complejidad y contradicción añadidas.
Sin embargo, la red de galerías de arte contemporáneo aún es discreta y se limita a un puñado de nombres como Galería Casas Riegner, Galería el Museo, LA Galería, La Central, Galería Christopher Paschall, Galeria Nueve Ochenta (propiedad del antiguo presidente de Colombia y conocido coleccionista César Gaviria), Galería la Cometa o la Galería 12:00. Y esto sorprende un poco porque el número de artistas plásticos es muy alto, y una vez más nos permite evidenciar cómo en lugares de conflicto social, económico y político la creatividad está a flor de piel. De hecho, desde hace varios años pienso que estamos asistiendo a ese ''momentum colombiano'' con una pléyade de artistas jóvenes entre los que citaría -admito que me quedo corto y desde aquí ya mis disculpas anticipadas a los que se me hayan quedado en el tintero- a Rodrigo Echeverri, Leyla Cárdenas, Miler Lagos, Alex Rodríguez, María José Arjona, Pablo Tamayo, Johanna Calle o Nicolás Cárdenas.
ARTBO habla español
Para ellos y para otros artistas ya más establecidos, el afianzamiento de ARTBO es una más que buena noticia. La feria ha mejorado, eso se nota. (No, no era mi primera vez, estuve ya hace dos años, pero entonces había una mezcla extraña entre galerías buenas y menos buenas, y el resultado final se resentía). En esta edición ha habido un importante salto adelante, y en eso se nota ya la buena mano del Comité de Selección de la feria, en el que figuraban entre otros Catalina Casas, Eduardo Bueno Brandao de la galería Vermelho y nuestra Elba Benítez, quien ya participara en la anterior edición de ARTBO como galerista. Sin duda, su positiva experiencia ha tenido que pesar dado que de las 57 galerías que se reunieron en el recinto ferial de la Cámara de Comercio entre los días 21 y 24 de octubre, 11 galerías eran españolas, casi el 20% del total, que comparadas con las 13 galerías colombianas, nos da una nítida idea de que las galerías patrias, a falta de ventas en el mercado español y en ARCO, están forzosamente haciendo prospección de nuevos mercados.
ADN, Distrito 4, Galería Cayón, Elba Benítez, Espacio Líquido, Espacio Mínimo, Magda Bellotti, Galería Senda, Espaivisor, La Fábrica y Max Estrella, junto a ocho galerías ''falsamente'' norteamericanas -Alejandra von Hartz, Magnan Metz Gallery, Sicardi Gallery, Now Contemporary Art, Y Gallery, León Tovar, Durban Segnini y AB Projects- (y digo ''falsamente'' norteamericanas dado que se trata de galerías especializadas en arte latinoamericano mayoritariamente) y 33 galerías más procedentes de Latinoamérica -por ejemplo Enrique Guerrero, Faría +Fábregas, Luisa Strina, Jacob Karpio, 80 m2 o Ignacio Liprandi-. Todo ello da una buena idea del enfoque o, al menos, del tándem latinoamericano-español. (Eché de menos a la Galería Horrach-Moya de Palma de Mallorca, que sí estuvo en ediciones anteriores.)
En cuanto a las obras, pues bien, sin novedad al frente, como en la mayoría de las ferias, que para eso son ferias y no bienales (¡aunque las bienales se parecen últimamente cada vez más a ferias y basta sólo con fijarse en la última Bienal de Venecia!).
Muchos artistas, críticos y curadores colombianos con los que pude compartir coinciden en que ARTBO ha mejorado sensiblemente. Estoy de acuerdo, y de hecho creo que tiene las condiciones para convertirse en la feria más importante de Latinoamérica en breve ante el galimatías impositivo de las ferias brasileñas y la marcada idiosincrasia del coleccionismo brasileño, quienes para el arte aplican aquella máxima de la canción: quiero un Brasil brasileiro.
Ahora bien, hay dos aspectos que llaman poderosamente la atención: 1) la excesiva presencia española (supongo que el año que viene será aún mayor dado que casi todas las galerías se han ido contentas y con ganas de volver y esas noticias ya han sido recibidas intramuros) y 2) la ausencia de galerías internacionales de Nueva York, Londres, Berlín u otras metrópolis (de hecho la única era Anita Beckers de Fráncfort, pero como trabaja con María José Arjona ya contemplaba la participación de motu proprio).
La pregunta que entonces nos deberíamos hacer, en primer lugar, sería la siguiente: ¿es adecuado o estratégico para ARTBO tener una presencia española tan fuerte? Me recuerda un poco ARTELISBOA y todos hemos visto en qué poca cosa ha quedado ARTELISBOA. En segundo lugar, me gustaría lanzar como reflexión otra pregunta más: ¿es adecuado el enfoque tan centrado en el arte latino-americano o sería más adecuado un enfoque más global con presencia de arte internacional? Sencillamente creo que hoy por hoy es el resultado de una situación dada habida cuenta de que ARTBO es una feria relativamente joven (esta era la 7a edición) y aún no se ha asomado al mercado internacional a la caza y captura de galerías de otras latitudes. Por otro lado, igual no es necesario reproducir el mismo esquema de galerías globales que presenta por ejemplo VOLTA, PULSE o NADA. Ahí queda esa reflexión que habrá de decidir la futura estrategia de ARTBO.
Presencia internacional
En lo tocante a esta edición, la presencia internacional fue escasa, siendo Holly Block del Bronx Museum la más conocida de entre una lista en la que figuraban entre otros Claire Gilman, Anne Shelton, Juan Carlos Verne Giannoni, George McNeely, Carolina Ariza, Julia P. Herzberg, Carol Damian, María Carlota Pérez o Carlos Urroz (confieso no conocer a la mayoría de ellos). Una manera fácil de atraer visitantes internacionales de renombre sería invitándolos a participar en mesas redondas, como hacía ARCO en los años dorados de Rosina Gómez-Baeza a finales de los 90, cuando visitaban España los absolutos protagonistas del arte contemporáneo: Okwui Enwezor, Glenn Lowry, Alana Heiss, Barry Schwabsky, Hou Hanru, Hans-Ulrich Obrist, Nicolas Bourriaud, Adriano Pedrosa...
Sí, también Carlos Urroz andaba por ARTBO haciendo su trabajo, o sea, conseguir galerías latino-americanas para ARCO -ya saben ustedes que, de repente, esa es la pócima mágica desde que lo dijera un director de museo español poco amante de las ferias...-, pero la cosa está harto complicada porque el flujo es de Europa a Latino-América, donde todos sabemos que están las economías boyantes como Brasil y Colombia, y máxime con el agravante de la compleja situación económica en España que ha hecho que esos 4 coleccionistas privados que compraban arte ya hayan dejado de hacerlo. No, ARCO no pinta nada bien, al fin y al cabo esta institución no deja de ser un vivo reflejo de la economía española y la era dorada del ladrillo.
Sin embargo, y como ejemplo de esa imparable ''bienalización'' de las ferias en busca de legitimidad artística y con el afán de elevar la calidad y ofrecer algo más que una vista guiada booth tras booth, tenemos que destacar el proyecto comisariado por Octavio Zaya para los projects room de ARTBO bajo el título Tropical Hangover/Resaca Tropical: un proyecto bien presentado -Zaya prescindió de los booths de los típicos project rooms de ferias y dispuso de un espacio considerable que acometió cual se tratara de un espacio expositivo museístico-, bien argumentado -podríamos resumirlo en un cuestionamiento de esa locura modernista europea trasladada a Latino-América sin ningún tipo de reflexión crítica y su posterior resaca- en el que participaban Jonathas de Andrade, Alexander Apóstol, Julieta Aranda, Alberto Baraya, Carolina Caycedo, Felipe Cortés y Simón Fujiwara. Un proyecto que le dio ''cachet'' a la feria.
También en el apartado de exposiciones cabe destacar el Pabellón de Artecámara para jóvenes artistas colombianos o artistas extranjeros residentes en Colombia menores de 35 años. Comisariada por Santiago Rueda, se seleccionaron 21 artistas entre los que me llamaron la atención Hernando Velandia, Sara Milkes, Fabián Cano, Camilo Bojaca y Daniel Castellanos. (Una buena iniciativa que ARCO podría copiar ya que permite al visitante extranjero apreciar de manera cómoda y de un vistazo el talento local.)
Coleccionismo incipiente, pero con ganas...
Existe un nuevo coleccionismo en Colombia que, apoyado en unas activas clases medias empresariales, está ayudando a la feria a crecer. Dos casos coincidieron en ARTBO: la colección privada MARALOTO presentada en el Banco de la República y la apertura de un espacio expositivo propio por parte del coleccionista privado Alejandro Castaño. La colección MARALOTO fue creada en el 2008 y gira en torno al cuerpo y el espacio. De marcado carácter conceptual ha atesorado en estos años un número interesante de obras de María José Arjona, Mario García Torres, Jenny Holzer, André Komatsu, Francis Alÿs o Nicolás París. Por su lado, Alejandro Castaño abrió su propio espacio privado de 3 plantas tipo loft industrial en la Carrera 20c con la Calle 11: una colección que posee más de un millar de obras fruto de una larga dedicación al coleccionismo y que ahora presentaba en sociedad con obras de entre otros Gamaliel Rodríguez, Carlos Blanco, Alex Rodríguez o Juan Fernando Herrán.
Sería bueno que en España coleccionistas como Helga de Alvear, Fernando Meana y muchos otros tomaran nota y subvencionaran sus propios espacios, sí, digo subvencionaran, y dejaran de pedirle al papá-estado que financiará sus gustos privados con dinero público. Estoy seguro que si Helga de Alvear tiene dinero para comprar arte, también tendrá dinero para mantener un espacio. Y lo digo porque ya he oído estos últimos años a varios coleccionistas pidiendo un museo en voz alta. Seamos serios señores: si quieren un museo público, entonces sus colecciones habrán de ser evaluadas de acuerdo a criterios profesionales, y ahí me temo que hay poca gloria que cosechar. ¡Dónenlas a los museos y hasta les ponemos una sala con una bonita plaquita dorada con sus nombres! O si no, hagan sencillamente como han hecho en Miami los Rubell, los de la Cruz y los Margulies...
Finalmente, deberíamos hablar de Celia Birbragher, la tenaz editora de ARTNEXUS, cuya revista cumplió 30 años de apoyo al arte latino-americano recibiendo un merecido reconocimiento, y quien además presentó fondos de su propia colección en los Estudios las Nieves, un magnifico edificio de los años 40 que la Fundación ARTNEXUS redimió del abandono y que ahora aloja estudios de artistas. La muestra comisariada por Francine Birbragher giraba en torno a obras en las que la presencia de texto era determinante y recorría un poco todos esos grandes y jóvenes nombres del arte latino-americano, desde Luis Camnitzer, Alfredo Jaar hasta Sandra Gamarra, Fernando Bryce o Miler Lagos. Las jornadas de puertas abiertas de los estudios de artistas fue sin duda una de las experiencias más divertidas, pues a lo largo de las 7 plantas están alojados diferentes artistas de diferentes generaciones con diferentes estilos: Carlos Blanco, Rodrigo Echeverri, José Horacio Martínez, Camilo Villegas, Catalina Mejía, Guillermo Londoño, Lina Espinosa, Saúl Sánchez, Carolina Gómez, José García, Ivette Khoudari, Miler Lagos y Jaime Franco. Y, cómo no, la fiesta de cierre de ARTNEXUS en el divertido y kitsch Vinacure estuvo divertida y a la altura de todas las fiestas de ARTNEXUS (la que organizan en Art Basel Miami Beach es siempre la mas exitosa de todas).
ARTBO y Bogotá son una experiencia que sin duda aconsejo para el 2012. Paco Barragán
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