Opinión 18 sep de 2009
por Ana de Alvear de Alvear
Ana de Alvear, videoartista y creadora del festival VIVA (Vital International Video Art), que acaba de celebrar su última edición en el holandés Gouda Museum, reflexiona sobre las "malas" prácticas a la hora de exhibir videoarte en nuestro entorno expositivo. Y apunta soluciones, además, muy fáciles. ¡Compruébelo!
¿Sería lógico pedir la apreciación de una pintura a través de un detalle de 3 cm. cuadrados? Si no lo es, ¿ porqué se pretende que una obra de videoarte monocanal sea entendible con sólo ver 20 segundos de la misma?
La mayoría de los videoartistas, se han enfrentado alguna vez a la imposibilidad de mostrar sus trabajos de video en monocanal, tal y como ellos los habían concebido. Los espacios expositivos invitan con demasiada frecuencia al visionado parcial, por parte de un "espectador paseante", de obras mostradas en una reproducción sin fin.
Desde luego que la incorporación del video a los lenguajes artísticos es muy reciente y, por tanto, también lógico que las características especificas de cada formato -léase instalación multidisciplinar, montaje de video, documentación de video, videoarte monocanal ....- estén, todavía, algo en nebulosa. Además, la mayoría de los artistas practican casi todas las disciplinas sin analizar en profundidad las especificaciones, características y posibilidades que ofrece cada formato. En este sentido un error muy corriente es la utilización de un video hecho para una instalación multimedia como si fuera un video monocanal, ignorando la perdida de información que ha sufrido desde que formaba parte de aquella, pues, es bien sabido que la forma de lenguaje que utiliza el video en una instalación es distinta que si fuera en monocanal.
Las necesidades y requisitos especiales que tiene el videoarte monocanal -el tiempo y la estructura de las obras son fundamentales para poder entender su concepto y sentido- hacen, pues, necesario buscar una solución para la presentación de los trabajos, tal y como fueron concebidos por el artista. Y ello, además, no es especialmente complicado ni costoso.
Para evitar que el espectador sólo vea un detalle de la obra o en su defecto la obra tergiversada, los centros expositivos sólo tendrían que añadir un pequeño cronómetro en la entrada del espacio o, en su defecto, una simple cartela con el horario de los pases. Especificaciones como el nombre del artista, título de la obra, duración, año de producción e incluso una pequeña introducción al trabajo del autor son indicaciones que, sorprendentemente, en la mayoría de las presentaciones de videoarte monocanal no existen. Al espectador, sin embargo se le exige que, sin dato alguno, permanezca en un lugar un tiempo indeterminado viendo algo que no tiene ni pies ni cabeza, porque empezó a verlo a la mitad.
Desde aquí mi homenaje sincero a todos aquellos que en esas circunstancias tan adversas se tomaron el tiempo de ver una obra de videoarte monocanal hasta dos veces para entender lo que estaban viendo. Más aún teniendo en cuenta el valor del tiempo hoy en día, donde todo va deprisa, deprisa. ARTEINFORMADO
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