La Fundación Espigas inició su andadura hace exactamente un cuarto de siglo de la mano del coleccionista Mauro Herlitzka, que adquirió los archivos de las galerías Witcomb y Carmen Waugh. Esta última, considerada como la primera galerista chilena, tuvo galería abierta en Buenos Aires durante una década desde finales de los años sesenta, como recordó recientemente una exposición en la ciudad porteña. Fue el inicio de una colección que ha llegado a convertirse en el mayor acervo de arte latinoamericano del mundo y que ahora, veinticinco años después, se deposita en una nueva sede de la calle Perú (San Telmo), que acoge desde ayer el Centro de Estudios Espigas bajo la batuta de su director, Agustín Diez Fischer. 

El archivo cuenta con más de 250.000 documentos entre libros, catálogos, cartas, manuscritos, fotografías, cuadernos... Una ingente colección cuyo peso ha estado repartido hasta ahora entre dos almacenes bonaerenses y que, además, ha comenzado a digitalizarse recientemente con la intención de poner todo el material a disposición de aquellos que quieran consultarlo.  

A lo largo de este cuarto de siglo se han realizado investigaciones, publicaciones, seminarios... Actividades que aumentaron con la creación del Centro de Estudio Espigas en 2016, fruto de un acuerdo entre la fundación homónima, la Universidad San Martín (USNAM) y el Taller Tarea de dicha universidad.  

El nuevo centro también quiere reforzar este tipo de actividades. Luisa Tomatti, coordinadora del centro y responsable del nuevo programa público, avanza que se han planteado dos ejes de actividades para los próximos dos años: ‘Mujeres en el arte argentino y latinoamericano’, centrado en la incorporación de los fondos documentales Carmen Valdés, Alicia Penalba y Mirtha Dermisache; y ‘Nuevos territorios en la historia del arte’, que explora las nuevas geografías del arte argentino y latinoamericano. 

Estos fondos no son los únicos que conforman el archivo, que incluye aportaciones de ‘miles de donantes’, como señala Herlitzka. En el centro también está depositado el acervo de Ricardo Campani y parte de la correspondencia de Pablo Neruda, así como el archivo Mario Canale y copias de los fondos documentales de Marta Minujín y Antonio Berni. 

El Archivo Espigas tiene un cierto paralelismo con el Archivo Lafuente, en España, gestionado por el madrileño Museo Reina Sofía y que, precisamente, también inaugurará sede muy pronto. Ambos tienen como objetivo preservar la memoria artística, aunque la colección argentina hace mucho más hincapié en la práctica latinoamericana, desde el arte precolombino hasta la actualidad. ‘Lo importante’, en palabras de Herlitzka, ‘será establecer contactos y proyectos para conectar estos archivos y así brindar información a quien la requiera’.