DATOS GENERALES
Con obra de
Descripción de la Organización
Caja España de Inversiones, Salamanca y Soria, Caja de Ahorros y Monte de Piedad (Caja España-Duero) fue el resultado de la fusión en el año 2010 de Caja España de Inversiones, Caja de Ahorros y Monte de Piedad (Caja España) y la Caja de Ahorros de Salamanca y Soria (Caja Duero). Ambas entidades fusionadas fueron, además, el resultado de distintas absorciones y fusiones anteriores que afectaron a diferentes cajas de ahorro.
En síntesis, por lo que se refiere a Caja España, dicha entidad surgió de un proceso de fusión culminado en el año 1990 en el que participaron las siguientes cajas de ahorro: Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Palencia; Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Caja de Ahorros Provincial de Valladolid, Caja de Ahorros Provincial de Zamora y Caja de Ahorros y Monte de Piedad de León, que un año antes había adquirido la Caja Rural Comarcal del Bierzo. Poco después, en ese mismo año, Caja España adquirió la Caja Rural Comarcal de Carrión de los Condes.
Caja Duero fue el resultado de un dilatado proceso cuyos hitos principales se encuentran en la absorción durante la década de los ochenta del pasado siglo por parte de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca de las siguientes entidades: Caja de Ahorros y Préstamos de la Provincia de Palencia, Caja Rural de Ávila, Caja Agrícola de Ciudad Rodrigo, Caja Rural de Cáceres y Caja Rural de Arenas de San Pedro. En el año 1991 la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca se fusionó con la Caja de Ahorros y Préstamos de Soria, dando lugar a la Caja de Ahorros de Salamanca y Soria, la cual, en el año 1997, adoptó el nombre comercial de Caja Duero.
En el año 2011, el Consejo de Administración de Caja España de Inversiones, Salamanca y Soria, Caja de Ahorros y Monte de Piedad (Caja España-Duero) acordó la segregación de la actividad financiara y sus activos en favor del Banco de Caja España de Inversiones, Salamanca y Soria, S.A. (Banco CEISS). En la actualidad éste ha pasado a ser filial del Grupo Unicaja.
Por su parte, Caja España de Inversiones, Salamanca y Soria, Caja de Ahorros y Monte de Piedad, desde el momento en que se produce la segregación a que se ha hecho referencia, se ha venido ocupando de gestionar las actividades propias de la Obra Social y los bienes y derechos de su titularidad, causando baja en el Registro de Entidades del Banco de España a finales de 2013, y convirtiéndose, a la vista de lo dispuesto en la Ley 26/2013, de 27 de diciembre, de cajas de ahorros y fundaciones bancarias, en fundación ordinaria.
Atendiendo a lo dispuesto en la citada ley y, en particular, a lo establecido en su disposición transitoria primera, procede dotar de Estatutos a la Fundación Obra Social de Castilla y León con objeto de que pueda promover y llevar a cabo los proyectos, programas y actuaciones que contribuyan al progreso, el bienestar y la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos residentes en las provincias en las que desarrolle principalmente sus actividades.
LA COLECCIÓN CAJA ESPAÑA DE PINTURA
Eduardo AGUIRRE ROMERO [Comisario de la exposición]
Una colección de cuadros es el reflejo de los artistas representados, de quien la encarga, de quienes la seleccionaron, de la época a lo largo de la cual fue realizada... todo esto se cumple en mayor o menor medida con los fondos pictóricos de Caja España, aunque con importantes matices que deben ser precisados, para discernir entre las obras calificables verdaderamente de coleccionismo, hayan sido compradas o recibidas en donación, y las que integran un inventario. La actual catalogación supera las 4.000 piezas (obra de caballete y obra gráfica). La selección realizada ha dejado fuera, por razones de espacio, pintura de gran calidad; no ha quedado agotado el fondo digno de ser contemplado y admirado. No obstante, creemos que el visitante de estas muestras -León, Madrid y Valladolid- podrá hacerse una idea ajustada sobre la gran valía de esta pinacoteca. Asimismo, hemos buscado que nuestro criterio no coincidiese en todas las piezas con otras meritorias selecciones recogidas en su día en libros.
El origen de estos cuadros hay que explicarlo desde la historia misma de Caja España, nacida de una fusión entre entidades, cada una de las cuales aportó patrimonio artístico, sin olvidar las obras provenientes del Banco de Fomento. Como hemos dicho, unas piezas tienen detrás una clara intención de coleccionismo y otras han ido incorporándose sin obedecer a un criterio definido.
Pero tan importante como el origen de una colección es la esencia de la misma, que en este caso no es otro que el compromiso de las Cajas con la sociedad, su singular proyecto que las diferencia de otras ofertas similares. El proceso de acceso mayoritario a la cultura no puede ser historiado con rigor sin ese reconocimiento a la labor desempeñada por estas entidades, que fueron y son uno de los motores que posibilitan la difusión de la cultura en todas sus manifestaciones posibles y para toda clase de públicos. Caja España es una clave en la promoción de las artes plásticas, y sus fondos pictóricos son consecuencia de su compromiso.
No es del todo cierto que una pinacoteca sea definida mejor por sus carencias que por los autores representados en la misma. Tan importante como el origen de unos fondos es la intencionalidad. Y la intención de Caja España es y ha sido siempre clara: el arte al servicio de la sociedad. De poco o de nada vale que un magnate tenga en su inaccesible despacho un extraordinario Picasso si la obra no puede ser admirada salvo por él, si nunca es expuesta, si no se conoce su existencia. La importancia del coleccionismo que llevan a cabo las Cajas consiste en, que por encima de la ubicación puntual de una obra, su destino es ser compartida y contemplada por los ciudadanos; una diferencia esencial, la intencionalidad a la que nos hemos referido.
Cabe destacar también la importancia de las obras procedentes de los concursos de pintura convocados desde la Obra Social, para lo que se forman jurados que garantizan la objetividad de las decisiones, sin que desde la institución se busque primar un estilo sobre otro.
No hay una directriz o un canon predominante en la colección, sin embargo, por encima de la falta de uniformidad destacan sus grandes posibilidades potenciales, sin desmerecer su brillante presente. Una colección nunca es una realidad cerrada, sino abierta. Ha de estar en constante crecimiento. Y no mediante mera acumulación numérica, sin más. Dicho crecimiento constante ha de tener un sentido; más que una dirección concreta, ha de seguir direcciones, pero coherentes. Debe primarse la voluntad de dotarla con energía espiritual, de convertirla en reflejo de un proyecto ilusionado e ilusionante. Eso es lo que la mantiene viva.
Ante la imposibilidad de ir haciendo una descripción detallada de todas y cada una de las obras, proponemos al lector un breve viaje por los estilos, lenguajes y algunos de los nombres propios más destacados. Empecemos por la pintura antigua, que es excelente. Obviamente, faltan nombres cuyas obras no suelen salir al mercado, o cuando lo hacen es ya con cifras que exceden los límites razonables de gasto para una obra social, pero estamos ante piezas dignas de estar en cualquier museo.
Cómo no sentirse admirado con la belleza dramática de las tablas anónimas, como la que abre la exposición, adscrita a la Escuela de Juan de Borgoña, conocida como Retablo de la Beltraneja, representativa del último hispanoflamenco, el preferido de los Reyes Católicos, lo que llevó a que se extendiese como estilo imperante. Esta obra es el primer óleo de la colección, un material que iría conquistando el interés de los pintores, y que hasta la aparición de los acrílicos fue el preferido por los artistas.
La pintura religiosa está muy bien aprendida, ya sea en piezas firmadas o anónimas. Véase la fuerza dramática del Cristo con la Cruz al hombro, de autoría desconocida, que dialoga con el atribuido a Luís de Morales; dos extraordinarias visiones pictóricas del sufrimiento físico y espiritual, ambas del siglo XVI, al mismo tiempo con ya clara voluntad de realismo y a la vez impregnadas de un halo de ingenuidad expresiva, compatible con la tragedia plasmada. La colección cuenta con una Crucifixión, un cuadro con tres apóstoles -San Pedro, Santiago y San Juan- y un par de tablas con monjes dominicos, todas del siglo XVII. La Historia de la Pintura hasta el XIX es, en gran medida, la historiade la expresión religiosa. Hay autores que consideran que con la llegada del Romanticismo no desaparece estrictamente la concepción religiosa sino que evoluciona hacia una espiritualización centrada en la plasmación de la naturaleza y en el retrato psicológico. Lo cierto es que la manifestación religiosa en la pintura nunca ha desaparecido como tal, pues crucifixiones han pintado Gauguin, Dalí, Saura y Picasso, entre muchos otros, pero ya será desde planteamientos pictóricos muy distintos a los de los pintores de la antigüedad, incluso aceptando que estos las obras las pudieran haber realizado como encargos y no manifestasen la fe del pintor.
Precisamente en el siglo XX será José Vela Zanetti, excelentemente representado en la colección, uno de los pocos pintores figurantes que hará durante toda su vida pintura de temática religiosa, incluso impregnará sus cuadros sobre el mundo rural de un halo de franciscanismo.
Los cuadros dialogan entre sí, resaltándose virtudes, dejando en evidencia defectos, jerarquizando logros... ero, y esto es muy importante tenerlo en cuenta, en pintura una obra menor puede ser excelente; cualquier museo de pintura antigua tiene en sus almacenes cuadros sin exponer, por falta de espacio, y que tienen méritos más que suficientes para ser admirados, sobre todo cuando pertenecen a escuelas seguidoras de maestros. Es frecuente ver en un cuadro menor fragmentos, pinceladas de maestría, aciertos de sensibilidad.
Tres escenas sobre la Diosa Venus, pertenecientes a la Escuela Italiana del siglo XVIII representan lo profano; aunque obras menores, con esa matización que hemos hecho de que una obra menor suele tener sus aciertos mayores, merece destacarse en ellas el uso del color y los fondos arquitectónicos. Ya es digno de más alta valoración el paisaje holandés de Jacob van der Croos, muy en línea del más destacado pintor de la escuela de La Haya a la que ambos pertenecen, Jan van Goyen. Asimismo, el visitante de la exposición disfrutará con el cuadro del flamenco Philips Wouwermans, especializado en temática ecuestre, presente en algunas de las mejores pinacotecas mundiales (Museo del Prado, National Gallery de Londres, colección Thyssen-Bornemisza,...); ambos, Van der Croos y Wouwermans, son buenos representantes del tipo de pintura burguesa que triunfó en los Países Bajos protestantes durante los siglos XVII y XVIII, e, indudablemente, figuran entre los tesoros de esta exposición.
Un cuadro del XVIII anuncia uno de los cambios de perspectiva que traerá consigo el XIX, una obra anónima sobre la conquista de Troya, donde lo histórico y lo paisajístico se interrelacionan en una visión romántica de la epopeya cantada por Homero. La destrucción de la ciudad troyana no es mostrada desde lejos, prevaleciendo el paisaje como atmósfera interior y exterior, dejando a la imaginación del espectador la mayor parte de la escena, algo que ya es un planteamiento moderno.
Caja España ha dedicado siempre especial interés a la obra gráfica, por lo que no podía faltar en sus fondos la carpeta de Los Caprichos, de la que hemos seleccionado el autorretrato de Goya, una de las litografías más conocidas. Y precisamente Fernando VII aparece retratado por Vicente López Portaña, quien sustituyó a Goya como pintor de cámara, y autor él mismo de, quizá, la imagen de Goya anciano más famosa; es un excelente cuadro, muy superior a otros parecidos que se encuentran en colecciones de más renombre como la del Palacio Real.
Al hablar del retratismo, hay que señalar que la entidad tiene como tradición heredada contar con un retrato de cada presidente saliente; el mayor número de los mismos ha sido plasmado por Modesto Llamas Gil, muy dotado para este género, en el que consigue un perfecto equilibrio entre el parecido y la valentía en el lenguaje. Poco antes de morir, Vela Zanetti realizó para la Sala de Juntas del Consejo de Administración de la Caja, en la Casa Botines, un retrato de Gaudí.
Sin duda, uno de los cuadros preferidos del visitante será ese Regimiento de caballería, obra de José Cusachs y Cusachs, excelentemente resuelto en su composición, y en la que los tonos grisáceos y azulados del fondo, al atmósfera que envuelve lo plasmado, anuncia una realidad más allá de lo que el cuadro representa. De otras realidades más amables nos habla una de las obras maestras de la colección, Retrato de dama con sombrilla, virtuoso logro de Raimundo de Madrazo y Garreta, que hemos seleccionado para ser la portada de este catálogo, porque en cada contemplación nos descubre un aspecto nuevo, y en la que el maestro convierte los meros pliegues de un ropaje en pura perfección cromática; donde otros habrían caído en el frío virtuosismo, en el refinamiento más artificial. De Madrazo logra el milagro de la humanización de la elegancia. Creemos que el visitante de esta exposición compartirá con nosotros la elección de este cuadro como imagen de la muestra, los motivos que nos han motivado a convertirlo en el estandarte del proyecto.
A los toros, de Martínez del Rincón, representa una atmósfera de inocencia y de cierta sensualidad galdosiana, característica de la pintura del siglo XIX que dirigió su mirada hacia el regionalismo y los personajes populares de las ciudades. La pintura del XIX nos da hoy mucha más información social de la que el propio pintor deseó plasmar, como ocurre también cuando contemplamos las excelentes piezas de los años sesenta y setenta del pasado siglo, en ellas están las inquietudes de la España de entonces, tanto en la figuración como en el informalismo. La pintura es también información, la plasmación de lo evidente y de lo soterrado, de lo que se quiso pintar y de lo que además quedó ahí para siempre, como rastro de la Historia.
El cambio de coyuntura que se manifiesta en todos los aspectos de la vida española durante el siglo XIX tiene su reflejo en la pintura que se realiza en este período, que además es el mejor representado en la colección, con especial presencia de la escuela valenciana, predominante en pinacotecas similares, y de las escuelas o artistas locales. Cuenta con una visión de conjunto representativa y, aunque falten nombres (Haes, Redondo o Regoyos), es bastante completa. El marco histórico en el que se presenta esta pintura es de triunfo de la Revolución Industrial, la desaparición de una sociedad estamental y la sustitución por una de clases, que toman conciencia de su poder, además se sustituyen las monarquías absolutas por sistemas constitucionales y se crean los grandes imperios coloniales en África y Asia. En cuanto al arte coexisten simultáneamente tendencias artísticas de diferentes signos, corrientes contrapuestas, sucesivas o paralelas, que basculan entre el equilibrio y la racionalidad del clasicismo y el predominio del sentimiento y la libertad, del Romanticismo que, como hemos dicho, encontrará en la pintura de paisaje, pero también en la reinterpretación de temas históricos, una de las temáticas más frecuentes.
Hubo una crisis en la transición del XIX al XX. La pintura española permanece ajena a las renovaciones formales que triunfan en Europa, o, en el mejor de los casos, la incorporación de éstas es superficial, tardía y prolongada en el tiempo más de lo deseado. Son años en los que surge la polémica entre naturalismo, realismo, y paisaje. El impresionismo se interpreta como revolución meramente técnica y no de supuestos de la pintura.
A mayores de las obras ya citadas, de este período hemos seleccionado un retrato de Casado del Alisal de su primera época; otro retrato de Domingo Muñoz y Cuesta, donde ya hay indicios de una nueva forma de concebir este género; un excelente paisaje de Aureliano Berute y Moret, Orillas del Manzanares, muy representativo de la escuela de paisaje madrileña dirigida por Carlos de Haes, y de quien podemos encontrar representación en muchas colecciones, como en la del Casón del Buen Retiro de Madrid. También, tiene gran calidad e interés el trabajo de Enrique Serra, con su Atardecer en el jardín, de claro influjo modernista y un formato que contribuye a resaltar la atmósfera de refinamiento exquisito que envuelve a la imagen. De Eliseo Maifrén Roig, Caja España cuenta con una eficaz prueba de su dominio técnico, en Veleros. La serenidad que inspira el cuadro de Meifrén contrasta con el desasosiego que emana de la obra de Mir Trinxet, de intenso colorido y de pincelada enérgica, casi furiosa, no hay que olvidar que pasó períodos de su vida en sanatorios mentales, y que lo hemos recalcado, el pintor introduce elementos de su propia psique, cada vez más a medida que la forma de expresión se hace más libre y menos sujeta a normas; no puede haber visiones del mundo más distintas que las plasmadas por Meifrén y Trinxet.
De entre los iluministas mediterráneos cabe destacar a Navarro Llorens del que se muestra Beduino muerto, otra de las estrellas de la colección, en la que el personaje aparece prácticamente disuelto por la luz y el color, llegando casi a la abstracción, pues el espectador no puede apreciar en una mirada rápida lo que la escena representa, y capta únicamente manchas enérgicas, arremolinadas, pero de gran poder de atracción. La buena pintura conversa con el pasado y anuncia lo futuro. Es el caso del cuadro de Navarro Llorens, del que la entidad cuenta con otras piezas excelentes en la colección.
Del más dotado y exitoso pintor español de la época, Joaquín Sorolla, en constante redescubrimiento, presentamos Rincón de Vizcaya, plasmado casi con toda seguridad durante uno de los viajes veraniegos al País Vasco. Cecilio Pla y Gallardo muestra en Bañistas su dominio de la técnica impresionista y su gusto por los temas de costumbres.
Dionisio Fierros muestra el lado menos edulcorado de la pintura regionalista en su oscuro En el llar. Muñoz y Cuesta en su impactante Un veterano de Flandes ya anuncia la pintura que vendrá después, desintegradora de las formas academicistas, ya distanciándose del realismo convencional. Manuel Benedito Vives demuestra en Cultivando la huerta que aprendió la lección de su maestro Sorolla y resuelve poderosamente la escena, consiguiendo que toda la imagen desprenda luz; estamos convencidos de que será un cuadro que no pasará desapercibido al visitante.
De entre los realistas, junto a los ya citados Raimundo de Madrazo y Martínez del Rincón, un muy buen Casas y Carbo, en el que se deja entrever una realidad obrera, a través de las chimeneas de las industrias del fondo, y con un título muy revelador de su intención: Adversidad. La colección tiene dentro de su pintura del XIX un Domingo Marqués, titulado Retrato de hombre, muy bien resuelto tanto en lo pictórico como en la captación psicológica del modelo, también anunciador de estilos venideros, y un Ignacio Pinazo Camarlench de pincelada desenvuelta y vigorosa que muestra, casi con toda seguridad, a su propio hijo, que le sirvió de modelo durante distintas épocas de su vida, y en el que nos volvemos a encontrar una creación que anuncia caminos futuros y que, indudablemente, debió de parecer atrevida para la época.
El paisajismo, al que ya nos hemos referido, es una de las revoluciones pictóricas de la pintura europea, aunque en nuestro país no entrase con la misma fuerza innovadora que en Alemania o en Inglaterra. A partir de que los románticos descubren las posibilidades expresivas de una tormenta o de unas nubes, su potencial para plasmar metafóricamente el amplio registro de las emociones, todo cambiará. Sin esa aportación de los románticos no puede explicarse el salto por el que se termina llegando al impresionismo de Sorolla o la práctica desintegración de las formas que supone la Castilla plasmada por Díaz Caneja, o la Babia cubista sintetizada por Manuel Sierra. A través del paisajismo podemos ir comprendiendo los caminos que se bifurcan desde el academicismo a las vanguardias. En la antigüedad, no había pintura de paisaje tal como hoy la entendemos; llamaban “los lejos” a las representaciones de la Jerusalén Celeste que solían incluir como fondo de los retratos, sin que realmente hubiese una intención de hacer paisajismo. Es decir, esos montes, prados y castillos que aparecen como fondos de una tabla como el Retablo de la Beltraneja no son aún paisaje, no al menos, insistimos en ello, tal como hoy lo entendemos.
En cierta medida puede decirse que el informalismo expresionista intenta plasmar el paisaje interior del hombre. Gaya Nuño afirmó que la abstracción era el arte religioso del siglo XX. Tiene razón el maestro soriano, pero quizá será más preciso hablar de “arte espiritual”, un término más amplio, aunque dada la importancia del concepto sea uno de los aspectos en los que sea más necesario separar el grano de la paja.
Para terminar con el XIX, dos muy buenas cabezas en escorzo del palentino Rodrigo Oliva de técnica impresionista y resultado muy expresivo.
La pintura perteneciente al siglo XX es la mayoritaria en la colección. Hay una presencia muy destacada de artistas de Castilla y León, por las propias raíces de la Caja, pero también están representados gran parte de los nombres con mayor reconocimiento nacional, principalmente con obra gráfica. Es evidente que el desarrollo del interés por las artes plásticas, la ampliación constante del número de pintores notables, lleva a que toda pinacoteca tenga necesariamente sus lagunas. Esto denota sólo la fuerza del panorama artístico español, que no puede ser reducido a un puñado de nombres selectos ni a un solo lenguaje expresivo. Caja España cuenta en esta etapa con obra representativa de las principales tendencias y subdivisiones, desde una figuración de corte realista el geometrismo, desde la pintura matérica a la expresionista de intención crítico social, también ingenuismo, paisajismo -tan frecuente en Castilla y León-, el surrealismo, el pop... en definitiva, los excelentes pilares, a los que nos referimos anteriormente. Normalmente, las obras que integran la colección siguen siendo pictóricas; es decir, pintura que quiere seguir siendo pintura; esto que puede parecer una obviedad, no lo es tanto desde hace unos años, donde la aparición de nuevas formas de expresión, de nuevos lenguajes y hasta soportes, han venido a enriquecer tanto las posibilidades de la tradición, como de las vanguardias históricas.
Gutiérrez Solana es el pintor que está a caballo entre dos mundos, que es a la vez vanguardia y tradición, y quizá uno de los exponentes más genuinos de lo español en la pintura del siglo XX, además de un extraordinario escritor, la pinacoteca de Caja España cuenta con una Mascarada, representativa de su genio y originalidad. En un estilo totalmente diferente, pero representativo de lamejor pintura española que rompe con los academicismos estaría Hernández Mompó. El mar no es un elemento muy representado en esta colección de raíces castellano y leonesas, por lo que es agradable encontrarse con marinas, un género con larga tradición en la historia de la pintura. Playa de la Barceloneta es un representativo del mejor Verdugo Landi, participante de las exposiciones de Bellas Artes, y hoy con obra en los mejores museos, con en el Thysen. Cecilio Pla nos da una imagen muy distinta del mar en su también excelente Bañistas; asimismo, podemos admirar una gran creación de Navarro Llorens titulada En la playa, o de Meifren Roig con el nombre de Vista del mar desde el mirador, ambos cuadros los hemos querido citar aunque en la selección final hayan sido cambiados por otros de los mismos autores, por aparecer reproducidos en una reciente publicación de esta misma entidad. El agua como poderoso elemento transformador es plasmada por Santos Pastrana en su obra de gran formato Elegía de la inundación de julio. En cierta medida, el informalismo utilizará recursos expresivos de los empleados anteriormente para pintar el mar, cuando experimenta con grandes superficies de color. El mar y los ríos han seguido ejerciendo su fascinación sobre los artistas, fascinación bien representada en la colección con las obras de Gonzalo Román, Maroto, Yéboles, Cañada Gutiérrez, entre muchos otros.
La potencia plástica de los paisajes de Castilla y León y de sus gentes está muy bien recogida con Calvo González, Cuadrado Lomas, Díaz Canjea, Vela Zanetti, Duque Requejo, Rafaél Sánchez Carralero, José Sánchez Carralero, Albiac Bielsa, Escarpizo, García Zurdo, González Febrero, entre otros muchos.
Y si encontramos realismo figurativo en el cuadro Pintor de espaldas de Marías Quetglas Benedet, o de Piñole con Retrato de niña la colección cuenta con un amplio registro de los principales lenguajes plásticos en los que se ha plasmado la figura humana, nunca del todo exiliada de la pintura, pese al triunfo del informalismo: Clavé, Avia, Moreno de Garayo, Mingorance, entre muchos otros y de los nuevos lenguajes que fueron apareciendo a lo largo del pasado siglo. Sin duda no pasará desapercibido El trofeo de Benito Mauleón que hemos puesto a dialogar con una creación de Jesús Capa, representativas ambas de la pintura contemporánea con intención política. Sendos grabados de Eduardo Naranjo y del ecuatoriano Oswaldo Guayasamín enriquecen con sus obras la categoría de la colección en este apartado.
Caja España cuenta con una excelente representación de grandes pintores que a su vez destacan como dibujantes, como Alcorlo y su mundo de seres fantásticos, o Álvaro Delgado, con una soberbia serie de grabados dedicados a la Generación del 27, entre otras obras; de ambos puede decirse que son tan buenos pintores como dibujantes. El visitante de la exposición puede admirar dos visiones distintas del poeta García Lorca, la realizada por Delgado, y la de José Caballero, también muy bien representado en la pinacoteca.
No podía faltar la pintura geométrica y el op-art, representadas principalmente por obra gráfica, con grandes nombres: Palazuelo, Semepere, Torner, Amadeo Gabino, Úbeda, Vaquero Turcios,... o de los ubicados en tierra de nadie o en varias tierras a la vez: Luís Gordillo, Manuel Rivera, Luís Feito, Hernández Pijuan y Canogar. Antonio Saura con tres obras de gran calidad: significativas de su indagación sobre la figura humana. Es decir, el importante grupo El Paso está prácticamente representado en todos sus componentes. Asimismo, del Equipo Crónica mostramos una serie de grabados inspirados en la historia del arte.
Tàpies es el gran heredero de la pintura espiritual del pasado, el nexo de unión del arte concebido como interioridad y búsqueda, además de como compromiso; dos grabados y un cuadro son el testimonio de su genio. Eduardo arroyo, junto con Tàpies una de las figuras españolas de gran proyección internacional, está muy bien representado con Nella gungla della città.
Otros grandes nombres del informalismo presentes, en sus dos vertientes, matérica y abstracta, son los excelentes Lucio Muñoz, Zobel, Broto, Cossío, Farreras,... del escultor Chillida hay una serie de grabados geométricos, característicos de su anhelo de síntesis poética.
Al contemplar todos los cuadros, los seleccionados pero también los que incluye el cuantioso inventario, nos agradó ver obras de juventud provenientes de artistas que luego serían pintores reconocidos. Esa ha sido una de las grandes apuestas y aportación de Caja España, poner sus salas a disposición tanto de jóvenes artistas inquietos, como de quienes ya están en su madurez o son figuras plenamente consagradas.
La exposición que le presentamos al visitante es sólo una de las muchas selecciones posibles, en este caso muy condicionada por los espacios expositivos, pero creemos que es lo suficientemente representativa. No obstante, hemos querido que el catálogo incluyese un número mayor de obras, paraque el lector pueda conocerlas y disfrutar de su contemplación. La visión conjunta, aunque sea de una reducida muestra, da la medida del mérito y de la suma de historias que conforman esta colección, que, insistimos en ello, no debe ser entendida como un final sino como un brillante principio ante el siglo XXI. Las etapas, los estilos, los ismos son el reflejo de una época y sus artistas, nos enseñan sobre ellos y sobre nosotros mismos. Y nunca hay un tiempo único, una sola manera de crear y de expresarse. Esta exposición lo avala.
Caja España tiene como sede social una obra de arte, un edificio de Gaudí, y por tanto no se podía esperar menos de su merecido prestigio en el mundo de la cultura que esta ambiciosa reflexión sobre sus propios fondos pictóricos, que ahora son compartidos con la sociedad, como muestra de compromiso, de su voluntad de continuidad y de no conformarse con lo logrado hasta ahora, que ha sido mucho. Cuando un cuadro se expone al público, cuando es disfrutado por otras miradas distintas a la de sus propietarios, se le descubren valores nuevos, que llegan en las distintas opiniones que las obras estimulan.
Caja España aprenderá mucho de su propia pinacoteca con esta exposición itinerante, ideada por la entidad con una ilusión que desde el comisariado hemos detectado y compartido. También deseamos agradecer la plena libertad que hemos tenido para seleccionar los cuadros, así como las facilidades recibidas para el mejor desempeño de nuestro trabajo. Ha sido una experiencia inolvidable.
Las Cajas han estado y están al servicio, no para servirse. Estas tres itinerancias de la colección así lo demuestran. Un inventario recoge fechas y fichas, pero deja fuera una valiosa información, también esencial: la de las ilusiones con las que, a través del tiempo, se ha hecho realidad un proyecto, con sus aciertos y errores. Desde ahora, el crecimiento y evolución futuros de este valioso patrimonio artístico serán seguidos con gran interés por quienes visiten estas exposiciones. En definitiva sentirán que les pertenece.
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