Descripción del Artista
Mi trabajo es desde y hacia las mujeres. Me vuelco desde las que sufren maltrato, pero se extiende silenciosamente hacia todas. Busco remecer, mostrar, mostrarnos.
Al convertirme en otras mujeres, hay una ruptura con el yo para identificarme con ellas. Me reconstruyo en ellas, les cedo mi cuerpo, perdiéndome en sus dolores que, inevitablemente, se funden con los míos.
El propósito del retrato/autorretrato es inmortalizar. Cuando nos enfrentamos a él, ya representa el pasado de ese alguien cuya imagen estamos viendo, ese rostro ya es otro. Es la paradoja de un instante volviéndose permanente. Esto se hace más evidente cuando se representa a mujeres cuyas existencias son aún más frágiles porque viven inmersas en una situación de maltrato. Son cuerpos y rostros que mañana pueden estar desfigurados, o incluso no estar.
Pienso en todas las mujeres, adolescentes y niñas, que vemos casi a diario en la prensa, desaparecidas o asesinadas. Sus fotografías, generalmente las últimas, circulan por todos los medios, haciendo visible la tragedia. Personalizando, con su imagen, todos los femicidios cometidos y por cometer. El dolor de sus familias, se hace colectivo. Ese instante perpetuado en un retrato o una selfie, se vuelve imagen símbolo de dolor para todo un país.
En mis autorretratos (en su mayoría selfies, tomadas con la cámara frontal del teléfono), está implícito un juego irónico, porque la imagen de una mujer nunca fue ni va a ser un simple retrato. El mostrar un atractivo es el deseo desde que los primeros artistas empezaron a representar el rostro o cuerpo femenino. Desde entonces, esta imagen (así como la mujer) se convirtió en objeto de placer, posesión e intercambio. A ese juego perverso nos acostumbraron; a mostrarnos, un mandato que hemos recibido por siglos. Existimos para “gustar”, para que “nos elijan” y, peor aún, se han encargado de dejarnos muy en claro, que esa elección depende de nuestra belleza. Nos enseñaron que nuestra existencia está justificada por los placeres ajenos.
Así crecimos, así vivimos, así nos enseñaron a intentar ser deseadas, pero sin pasarnos del límite. Sin provocar, porque en ese instante nos volvemos culpables.
Por eso somos propensas a ceder el poder a otro, porque se nos inculcó desde que nacimos. Al criarnos como “objeto de elección”, asumimos que el poder es del que elige. Así también funciona para el hombre que, arrogándose ese poder de elección, se siente dueño
Mi obra habla de maltrato, de miedo, de frustración, de desolación, de castración, de alienación de miles de mujeres, cuya vida está anulada por su pareja, cuya autoestima ya no existe, cuyo terror la paraliza.
Hablo de ellas, pero también de todas las demás: de las que fueron abusadas, violadas, asesinadas, así como también de las que vivimos discriminaciones y mutilaciones diarias en todos los grados.