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Iván Montaña

Artista
Nació en 1975 en Tarragona, España
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Residencia

Profesionales que le han comisariado
Ana Serra Benito en: Welcome to my jungle! Pinturas del artista Iván Montaña / 20 Años de Lucha Para Seguir Soñando, 2017

Premios ganados
XII Concurso de pintura Antzezaleak
3R ART 2020, en Confinamiento
1º Premio de Pintura Pop Stram

Ferias en las que participa con OBRA
Art Monaco'16
Artexpo New York 2015
Spectrum Miami 2014

Galerías y otras organizaciones que le representan

Agora Gallery

Agora Gallery

Artifact

Artifact

Elton Basur Art Gallery

Elton Basur Art Gallery


Organizaciones con obra

Ajuntament de Marratxí

Ajuntament de Marratxí

Ayuntamiento de Lora del Río

Ayuntamiento de Lora del Río

Fundación Carmen & Lluís Bassat - Colección Bassat de Arte Contemporáneo

Fundación Carmen & Lluís Bassat - Colección Bassat de Arte Contemporáneo


Profesionales con obra

Carmen y Lluís Bassat

Carmen y Lluís Bassat


Artistas en su colección de arte

César Montaña

César Montaña


Etiquetas
Abstracción geométrica  Abstracto  Acrílico  Activismo  Art Brut  Arte contemporáneo  Arte Moderno  Cartón  Collage  Desarrollo Sostenible  Expresionismo abstracto  Figurativo  Pintura  Reciclado  Sociedad de Consumo  Sostenibilidad  Tinta  Urbano 

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ENLACES OFICIALES
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Descripción del Artista

GOOD TIMES Por Esteban Garcia Brosseau Crítico de Arte, Arquitecto, Doctor en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de Mexico (UNAM). Licenciado en Letras Clásicas por la Universidad de Montreal. Hubo un tiempo en que el estilo de Iván Montaña nos remitía claramente al expresionismo abstracto o al informalismo catalán, momentos de la historia del arte, riquísimos y admirables en extremo, sin lugar a duda, pero que, lamentémoslo o no, pertenecen a una época que ha sido dejada atrás. En la exposición que ahora se presenta en Granada Gallery el artista ha decidido separarse contundentemente de aquellas influencias, por significativas que hayan sido para él, para encontrar un camino mucho más individual, poniendo de lado la abstracción y consagrándose, en cambio, a una figuración surgida de su imaginación. Así, a las manchas y las formas geométricas se han sustituido simpáticos personajes de forma indeterminada, cuyos colores son tan llanos como vivos (rosa, amarillo, verde pasto…). La única preocupación de estas figuras parece ser la de sonreír como sucede en los dibujos de los niños, - o con los dibujos animados que les gustan tanto-, frente a todo lo que se les presenta en la existencia: el cielo, la calle, ellos mismos cuando se encuentran el uno frente al otro. Los lienzos de Montaña se convierten así en una inacabable habitación infantil donde los deseos de rayar las paredes y de jugar sin parar se encontrasen satisfechos sin limitación alguna. Mientras tanto, el espectador, al integrarse naturalmente en este universo, se libera, por una suerte de magia catártica, de todas las restricciones que supone el mundo de trabajo, los horarios fijos, el esfuerzo al que obliga la tiranía de la productividad, en fin, de todo aquello frente a lo que se inclina normalmente el adulto, a expensas de su libertad… Es, sin más, un regreso al mundo sin responsabilidades de los orígenes. Por supuesto, si de comparaciones se trata, se podría evocar, frente a la obra de Montaña, a pintores como Karel Appel y en general, al grupo Cobra, con el que parece compartir el deseo de expresar emociones de índole “primitiva” e “infantil”, emociones con las que, incluso en su periodo abstracto, tenía ya cierta afinidad. Pero, aun así, las obras de aquel movimiento que tanto valor le dio a la espontaneidad parecieran demasiado reflexivas, por paradójico que esto parezca, con respecto al gozoso y lúdico deseo de existir al que nos convida el pintor en estos lienzos en los que reina una sorprendente armonía, lograda en parte por su instinto compositivo. De igual manera, podrá venir a la mente, el neo-expresionismo en general y más particularmente la figura de Jean-Michel Basquiat. Las referencias “callejeras” de la obra de esta celebridad se reconocen, en efecto, en algunos de los cuadros de Montaña, en los que aparecen grafitis, cachuchas, autobuses y otros elementos urbanos típicos del imaginario neoyorquino mundializado. Sin embargo, si bien resultaría difícil no recurrir aquí a la memoria del pintor norteamericano, lo cierto es que, incluso cuando el trabajo de Montaña llega a evocar las siniestras back alleys tan características de la “capital del mundo”, la única emoción que su pintura deja trasparecer es la plenitud de la felicidad. Se trata de una propuesta muy distinta a la de aquella “popstar” del mundo del arte, en cuya obra siempre se adivina, a pesar de su aparente ingenuidad, cierta amargura producida por el sistema caótico del que fue o se sintió víctima, aun si, en contrapartida, tuvo la inteligencia, -y la fortuna-, de aprovecharse de las circunstancias adversas en las que se encontró. La apuesta de Montaña por evocar, a través de sus entrañables personajes, la ligereza y bonhomía de una existencia sin preocupaciones tiene, en cambio, mucho más que ver con el deseo de recrear una infancia feliz, puesto que él nació, en sus propias palabras, “en una familia polifacética donde la cultura y el arte siempre han estado presentes a través de la literatura, la música, la escultura, la pintura y la moda”. Quizás fue esta privilegiada educación lo que ahora le hace buscar el sentido de la vida en la creatividad, en tanto remedio absoluto frente a las imposiciones del “principio de realidad”. Probablemente sea por esta misma razón que nos recuerda, al responder a la pregunta sobre el significado de su obra que: Los adultos somos niños maleducados. La educación, la importancia de la literatura infantil, los cuentos de antes de ir a dormir son el símbolo de los valores, de la libertad intelectual y los sueños por alcanzar. De eso va mi pintura, de imaginación, muy ligada al pensamiento metafórico, a la conciencia de las emociones y de la abstracción, de la poética, del amor y el desamor, de bailar rumba, de fiesta, de contar y explicar para entender la vida e indagar en lo más profundo de la viva libertad de expresión. No cabe duda de que la pintura de Montaña se podría interpretar como una forma de escape frente a las asperezas de lo real (como quizás siempre lo fue el arte; aun cuando representaba a santos, papas y príncipes). Es cierto que sus lienzos nos incitan a dejar atrás las complicaciones propias que se inauguran con la “edad de razón”, lo cual incluye toda crítica, sátira o desacuerdo con respecto al sistema social en el que nos encontramos inmersos, una realidad que desaparece por completo en el estado de bienestar al que nos llama a participar. Quizás esto mismo podrá leerse como una forma de individualismo que se aparta por completo de los problemas reales de nuestro tiempo. No obstante, frente a una observación de esta índole, se podría contrargumentar que la huida es quizás lo que más añoramos en este momento como colectividad, en particular si pensamos en el pasado y en el futuro inmediato del planeta (que se piense en aquel Éloge de la fuite de Henri Laborit). En ese sentido, se puede también decir que Montaña ha renovado su estilo (“reseteado”, quizás sería mejor palabra en estos tiempos) para sintonizar su pintura con nuestro propio Zeitgeist, si es que en verdad existe tal cosa como un “espíritu de la época”. De tal manera, al rechazar tan determinantemente todos los imperativos que nos obligan a ser responsables, racionales, productivos en la sociedad, el pintor reaviva en nosotros emociones de las que estamos tan necesitados que preferimos, frecuentemente, tacharlas de cursilerías: así con el amor, la amistad, la alegría…En ese sentido, las sonrisas inextinguibles de sus personajes infantiles constituyen una suerte de resistencia frente a los valores imperantes de esta “cultura empresarial” generalizada (esa sí, irremediablemente egoísta) simplemente por insistir en la importancia de aquellas emociones, imposibles de conseguir fuera de la libertad. Al contraponer los juegos de la infancia a la seriedad del adulto, el ritmo de la danza a la monotonía de la rutina cotidiana, la explosividad de la fiesta al fastidio del trabajo y, sobre todo, las sonrisas a las caras largas, la pintura de Montaña, nos invita a participar de una enorme travesura (¿una travesura no es acaso aquello que se “atraviesa” a la normatividad para hacerla tropezar?) que, por la satisfacción que produce, parece capaz de sanar todas las heridas provocadas por una sociedad que valora ante todo el sufrimiento, así lo esconda bajo el betún engañoso del “éxito”. Por inalcanzable que parezca, quizás el cambio al que anhelamos ahora consista simplemente en sumergirnos, como los alegres personajes de Montaña, en una celebración permanente de la vida porque, en esta fiesta, estamos todos. ¡Que vengan los Good Times, que ya no hay más!…


Galería de Obra de Iván Montaña (3 Obras)

Exposiciones en las que ha participado como artista
Curated by RED
Colectiva

Videos del Artista (2)

Imágenes del Artista
Con Luís Bassat

Entrada actualizada el el 21 feb de 2023

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