Casi toda representación artística que conocemos es una abstracción de la realidad que prescinde de todo elemento que vincule la obra con el mundo natural, para quedarse exclusivamente con la idea materializada del punto, la línea o el color. En este ejercicio informalista se define la obra como una construcción específica que resalta las diferencias antes que las repeticiones que no presuponen una forma, adaptándose a las circunstancias y recursos disponibles en el que se produce, en este caso el mar.