La obra explora la historia del Monasterio de Santo Domingo de Silos más allá de su monumentalidad, clasificando rastros de vida en los garabatos y grafitis de las columnas del claustro. La artista presenta una compilación de espacios que actúan como testigos de juegos medievales y del uso del monasterio como refugio, creando así una historia colectiva fragmentada en la que fotografía y cine evocan narrativas.
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