Recuerdo perfectamente mi segunda exposición con David Mc Kee en Nueva York en 1982: compuesta de seis grandes telas pintadas, tremendamente físicas. Trabajé sobre ellas hasta la última semana. Las pinturas desprendían tan buen olor como tenían buena apariencia. Era como andar por un cañón de colores profundos, con la esencia del óleo llenando la galería entera. Una exposición con todo: oído, tacto, vista, olfato. Sean Scully, 18 de julio de 1997.
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