La ciudad, en este caso la ciudad de Nueva York, actúa como catalizador de emociones, desde donde denunciar un sistema que niega y aplasta lo humano. La discriminación racial hacia todos aquellos pueblos que encarnan valores espirituales amenazados por la injusticia, la insolidaridad y la desesperanza, como fueron los negros de Harlem en la época de Lorca.
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