Para comunicarnos con otros, utilizamos un conjunto de sonidos articulados que expresan una idea o un sentimiento. Podría decirse que en esta intercomunicación hay básicamente dos colores, el blanco y el negro. En el 50% de los diálogos, más o menos, compartimos términos blancos con el fin de alabar, reconocer, agradecer o amar al otro. Pero, muchas otras veces, arrojamos sobre el otro término negro cuya única intención es ofender, humillar, provocar y violentar.
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