La montaña, el paisaje nevado, la ausencia de vegetación o de vida humana pueden transmitir una sensación aterradora, hostil, de inaccesibilidad y frío. Sin embargo, de su magnificencia, de sus líneas, formas y texturas, brota también una peculiar suavidad, una dulzura incluso, que impregna la fotografía de una fuerte sensualidad. Las tomas en blanco y negro contribuyen a subrayar ese carácter misterioso y onírico del paisaje y su nexo con los contrastes internos en la mente del autor.
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