Mientras residí en Cuba me ofrecí como esposa al cubano que me escribiera «la carta de amor más bonita del mundo», pagándole los gastos de la boda, el pasaje a España y todos los trámites para obtener la nacionalidad española. Un jurado compuesto por tres prostitutas cubanas hizo la selección de la carta ganadora y, por lo tanto, de mi futuro esposo.
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