Convive en la fotografía de Irene, la idea del medioambiente como supérstite de un ser humano que cesó de habitarlo, para usarlo, dominarlo y, aun así, la naturaleza de la que nos habla en sus fotos es afable, generosa, acogedora. Es una naturaleza que nos perdona, como una madre absolviera la culpa más nefasta de su hijo, como la mirada de alguien que se está apagando lenta pero inexorablemente y nos sonríe, porque en su esencia no perdura la ira, si no el anhelo de superación.
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