La fotografía ha sido planteada históricamente como metáfora de la ventana, un marco de realidad que revela algo entorno al referente, un lenguaje transparente y objetivo. A la vez, ha sido planteada como metáfora del espejo, un reflejo del interior del autor que devela algo subjetivo. Esta secuencia relativiza ambas posturas, planteando a la fotografía como reveladora de distintas capas de realidad, un plano transparente y reflejante, un fragmento inestable, una imagen ambigua, un mundo intermedio.