EDUARDO ROLDÁN por Francisco Umbral
Es el pintor enajenado que hace apuntes violentos de la marcha de la Historia, el cronista genial de la vida española. Desemboca en él un Quevedo escatológico, el de «hallarlo limpio y encajar lo justo», explosivo de epicureísmo y sarcasmo, haciéndose endecasílabo en el señor de la Torre de Juan Abad, peripecia en Torres Villarroel, danza de la muerte en Valdés Leal, monigote en Goya, máscara en Solana, tinglado y esperpento en Valle-Inclán.
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