EDUARDO ROLDÁN por José Hierro
Roldán pinta como un torbellino, como un enajenado, casi irracionalmente. Es inútil buscar en él lo primoroso y exquisito conseguido a fuerza de empastes insistentes, de tonos matizados hasta el infinito. Pinta con pincelada ancha, gruesa, chorreante. Busca lo expresivo antes de lo que ha dado en llamarse bello. Sus cuadros no son tranquilizadores, sino agresivos e inquietantes. Chorreos, chafarrinones, estridencias de cartelón de feria es lo que hallamos en ellos...
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