Cada viernes intento robarle un rato a mi trabajo diario y dibujar y pintar un poco. Cuando abrí la puerta del garaje aquel fatídico 25 de febrero con la intención de continuar con el cuadro que había dejado colgado una semana antes, queriendo dar forma a la figura borrosa con trazos sueltos e indefinidos, crear un poco de orden en medio de todo aquel caos, de repente vi el horror, la vulnerabilidad, la cara fea y enfermiza de la guerra, y pensé que la obra ya estaba acabada.
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