En Insondable ejecuto un gesto simple y poético: limpiar con mi mano desnuda una celda abandonada, en ruinas. Dicha acción, cotidiana, la traslado a un espacio antiguamente utilizado para la privación de la libertad de niños y adultos, y actualmente abandonado. El sol a través de la única ventana permite visualizar mi intento por sanar los dolores, la violencia, las historias insondables, ocultas, desconocidas, tan profundas e impenetrables que es imposible llegar a conocerlas.
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