Donde termina la ciudad comienza la vega.
Un límite difuso, a veces invisible.
La ciudad crece, conquista nuevos espacios.
Ese aledaño donde se bate una guerra silenciosa,
donde la urbe conquista terrenos a base de hormigón
y crea campamentos/fortalezas, trincheras habitadas.
La presencia humana en estos lugares es extraña, ridícula.
Las formas y señales de la urbe se diseminan por el espacio,
como vallas alertando su presencia.
Las luces avanzan, contaminan.
No dejan dormir.
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