Cuando la distopía nos rodea y nos (des)ordena nuestra realidad, no nos queda más remedio que viajar al surrealismo. ¿Que sería de nosotros en esta s(u)ciedad sin el arte, sin la capacidad de crear y admirar la belleza?
Esta obra es un evidente grito de socorro de los océanos. Personalmente la disfruto como recordatorio diario de lo que puede ser mejor. No es una fusta a una humanidad que hace tiempo perdió el rumbo, es una oda a la naturaleza que siempre tuvo el comodín con el que ganará la partida.
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