Descripción de la Exposición
La obra de Romina Rivero (Tenerife, España, 1982) se mueve entre los territorios de lo simbólico, lo político y lo bello. Lo simbólico está arraigado a una sensibilidad de carácter oriental que se expresa, no solo en su delicado trabajo artístico, sino en la práctica personal de la medicina tradicional china y coreana; lo político bebe de la filosofía occidental, concretamente de pensadores y pensadoras que reflexionan en torno a los cuerpos como realidad social que trasciende y condiciona al individuo; lo bello es algo intrínseco a su forma de crear. Así lo demuestra en esta exposición donde hace gala de su multidisciplinareidad y elegancia estética a través de instalaciones, performance, vídeo y dibujos intervenidos.
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Para Romina Rivero, la vértebra es un símbolo de vulnerabilidad y, al mismo tiempo, pura potencia liberadora. Los huesos en su obra parten de una experiencia personal ligada a la sanación, física y espiritual. Representan la lucha desde lo íntimo, entendiendo el cuerpo como una extensión de la interioridad capaz de sobreponerse a los dominios externos que le subyugan y constriñen. Los hilos muestran la posibilidad de reparación física al tiempo que representan las tensiones, internas y externas, entre el cuerpo individual y el que ha sido construido institucionalmente mediante sistemas de poder y control vital. El trabajo de Rivero crece hacia una reflexión global sobre el dolor de los cuerpos, su capacidad de regenerarse y contemplar sus cicatrices, su belleza y multiplicidad.
Hablamos de cuerpos modelados, definidos, clasificados, estandarizados, cortados por un mismo patrón: médico, político, social, religioso. Cuerpos disciplinados, restringidos, encorsetados en unas formas normativas en las que no se reconocen. Cuerpos inapropiados, patologizados, expuestos, desviados, juzgados, oprimidos, maltratados. Cuerpos rendidos, frustrados y enfermos.
Pero también: cuerpos diferentes, maleables, caóticos, habitantes de la periferia. Cuerpos libres, reivindicativos, disidentes; colectividades que luchan por encontrar su lugar fuera de la hegemonía. Cuerpos que desbordan, gritan, resisten, se manifiestan, curan sus lesiones y resurgen de sus cenizas. Cuerpos que crecen hacia los lados, crean alianzas y hacen de su vulnerabilidad su fuerza. Cuerpos merecedores.
La exposición reúne un conjunto de piezas multidisciplinares, desde el 2017 hasta actualidad, que expresan las preocupaciones de la artista a través de fragmentos anatómicos marcados por diversas heridas: la del duelo, sepultada durante la pandemia y tan presente hoy con la Dana; la del trabajo, repleta de horas interminables en las que los sujetos se convierten en máquinas; la de la guerra, conformada por cientos de víctimas que abanderaron y abanderan la lucha; la de género, llena de mujeres que sufrieron y siguen sufriendo la injusticia, la persecución y el cercenamiento de sus derechos y libertades; la de la religión, origen de la culpa cristiana y herramienta de manipulación del pensamiento; la de la salud, infligida mediante el engaño, la corrupción médica y el control de las farmacéuticas.
Las obras de Rivero reconocen estas heridas abiertas, generan conciencia sobre las mismas y las cicatrizan simbólicamente mediante su cierre y embellecimiento. El método de la sutura quirúrgica, llevado a cabo con suavidad y respeto, es un proceso de reparación, equilibrado entre la medicina occidental y la oriental, que aboga por un principio: Primum non nocere/Lo primero es cuidar. El sabio consejo hipocrático referido a la salud, se puede aplicar al ámbito social y a las problemáticas de un presente gobernado por la autoexigencia y el hiperproductivismo. Hacer, trabajar y maximizar los resultados son los mantras asfixiantes de la actualidad. Parece que nunca es suficiente ni el momento adecuado para disfrutar de los logros que con tanto esfuerzo hemos obtenido. Podemos hacerlo con descanso, tiempo y agradecimiento. «Yo merezco» es una afirmación personal –fruto del culmen de una intensa década de trabajo– que se traslada a lo colectivo. Es un recordatorio de la necesidad de cuidarnos con mimo y sin culpa. Somos dignes de recibir todos los beneficios que vengan sin sentirnos mal ni en deuda. Es primordial ser inmensamente generoses con nuestros cuerpos vulnerables y aceptar con humildad lo que nos llega. Abrazar la felicidad, la salud, el amor o el éxito sin tener que darnos permiso para ello. Somos merecedores y ser conscientes de ello nos empodera y hace más libres.
El hilo está omnipresente en la muestra como elemento metafórico capaz de sanar y reconfigurar narrativas identitarias, propias y comunes, materiales e inmateriales. Los hilos que tiran y aprietan, también unen, curan y dignifican cuerpos. Las obras de Romina Rivero sugieren que, si hacemos uso de su poder transformador podemos trabajar en la distancia que nos separa de nosotres mismes, revirtiendo la hegemonía a favor de la autonomía, los procesos disciplinarios en libertarios, la autoexigencia en estima y autocuidado. En la exposición hay un ritmo marcado por el suturar y presente durante la performance inaugural. La cadencia de un entrar y salir constante que fortalece, pacifica y se convierte en una acción meditativa acompañada de una letanía: yo merezco, yo merezco, yo merezco…
Comisaria / Curator:
Nerea Ubieto