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La escultura de Cuiñas parte de la base de la autonomía formal de la obra de arte, avanzando, en sucesivos pasos, hacia la liberación del principio de semejanza y a la adopción de una idea de forma sustentada en la percepción emotiva y subjetiva del artista. En este sentido, la aceptación de nuevos modos expresivos va acompañada de nuevos procedimientos compositivos, en relación con técnicas constructivas y combinatorias, difuminando las divisiones entre percepción, ... mimesis y creación, a través de una mirada emparentada también con el surrealismo. La exploración en torno a los límites de lo escultórico y la yuxtaposición de piezas versátiles activa la posibilidad de provocar sugestiones, de despertar múltiples asociaciones poéticas a través de un proceso de alteración formal y sintáctica. Esta fórmula potencia el instinto creativo y hace de estas obras metáforas del principio de creación y de la siempre presente tendencia al juego; el impulso lúdico como simbolización de la propia existencia, reducida a pura materia.