Descripción de la Exposición
Escribía Philip Larkin, el poeta inglés, que “el intercambio sexual comenzó en mil novecientos sesenta y tres”. En aquel annus mirabilis, que daba título a su poema, se alcanzaron los dos millones de la ventas de ejemplares de El amante de Lady Chartterley, la escandalosa novela de D. H Lawrence, y los Beatles lanzaron Please Please Me (Por favor compláceme), su segundo elepé. Mientras, al otro lado del Atlántico, no se quedaban cortos. Betty Friedan, una psicóloga, ama de casa y madre de tres hijos, que engrosaba el salario de su marido escribiendo artículos en revistas femeninas, publicaba La mística de la feminidad. En menos de un año, en aquellos últimos coletazos del baby boom, y con la píldora anticonceptiva ya en los dispensarios, el subversivo ensayo sobrepasó el millón de ejemplares. Sacaba a la palestra la insatisfacción - y sus efectos- de muchas mujeres ante la perspectiva de ver reducidas sus aspiraciones a la glorificada vida del ama de casa, de la atenta secretaria, de la dedicada maestra o de una abnegada enfermera. “¿Es esto todo lo que hay?”, escribía Friedan. La pregunta estaba en el aire. La segunda ola del feminismo y la revolución sexual no habían hecho más que empezar.
Aquella llamada a escapar de la trampa doméstica se dejaba sentir en la calle, donde las mujeres comenzaban a romper clichés. Algo que no escapaba a la rápida y atenta mirada de Garry Winogrand, acostumbrado a encuadrar la barahúnda del momento, el impredecible teatro de la ciudad. Ayudado por un gran angular montado sobre una Leica y con una voracidad sin igual, este fotógrafo de origen judío, nacido en 1928 y educado en el Bronx, recorría las avenidas de Nueva York dispuesto a medir su ingenio, “tratando de averiguar el aspecto que tendría algo al ser fotografiado”.
De esta suerte, entre 1960 y 1975, dio forma a un documento único, donde quedaba reflejado el sentir de una serie de mujeres seguras, libres, rebeldes, sensibles, alegres y hermosas. Sí, hermosas, “Las mujeres son hermosas es un buen título para este libro porque lo son”, escribía el fotógrafo en un texto introductorio dentro del monográfico que publicó en 1975. La figura femenina parecía haberse convertido en lo más interesante del momento y allí estaba el instintivo fotógrafo para capturar la manifestación de una revolución que de forma espontanea se presentaba frente a su cámara.
Fueron 85 imágenes las que quedaron reunidas en el libro. Las mismas que presenta esta exposición que procede de la Colección Lola Garrido. El monográfico, publicado por Farrar, Straus & Giroux, fue editado por el propio fotógrafo. La publicación resultó polémica. Suscitaba la crítica, que aún colea, de algunos sectores feministas que censuraban al fotógrafo por ‘objetivar’ y ‘explotar’ a la mujer. Sin embargo, si las mujeres de Winogrand son hermosas es precisamente porque ocupan su propio espacio, son dueñas, no víctimas, de él. Se bañan vestidas a la luz del día en una fuente; salen de fiesta con la ropa de un ser alado con pecho de amazona; caminan mientras aprietan un cigarrillo en sus labios; cuchichean en los bancos; leen bajo la sombra de un árbol; bailan y disfrutan cuidando a sus hijos. Conocedoras de lo que esconden deciden que quieren mostrar. En definitiva, viven. Algo que resultaba sumamente seductor para una de las miradas más agudas de su tiempo a la hora de transformar el escenario más trivial en una poderosa afirmación de la forma. A través de cuidados encuadres ladeados, que cambiaban al ritmo de la ciudad, el fotógrafo generaba otro tipo de emoción, capaz de extraer de la existencia nuevos significados “Cuando fotografió veo vida. Y es a eso a lo que me enfrento”, afirmaba.
Winogrand “tenía un afecto especial por aquellas de sus fotografías que estaban casi fuera de control; las fotografías en las que el triunfo de la forma sobre el caos era precario. Creía que una buena fotografía debía ser más interesante que el objeto fotografiado, pero no fotografiaba nada que no le interesara como un hecho de la vida. El éxito -la vitalidad y la energía de las mejores fotografías- procedía de las reivindicaciones anárquicas de la vida y de la voluntad de crear", escribía John Swarzoswki, el legendario director de fotografía del Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York. La libertad y la frescura con la que el artista se dispuso a reescribir el lenguaje fotográfico, mediante una mirada tan irónica como compasiva, hicieron que el curador se refiriese a él como el fotógrafo más importante de su generación.
Para Winogrand la fotografía es muda; uno no sabe con certeza lo que está ocurriendo en realidad. Su responsabilidad como fotógrafo consistía en “describir bien” dentro de un encuadre que no ofrece respuestas. Un marco donde queda expresada la comedia humana a través de desconcertantes preguntas y de abundantes y maravillosas contradicciones. Así, el espectador de su obra anhela saber qué va a pasar después.
Gloria Crespo MacLennan
Exposición. 12 nov de 2022 - 29 ene de 2023 / San Telmo Museoa / Donostia-San Sebastián, Guipúzcoa, España
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