Descripción de la Exposición
Escribo esto en el otoño de 2019. Han pasado cuarenta y dos años desde que tomé la primera de estas fotografías. Mis padres fallecieron. Mis hermanos y hermanas viven a lo largo de los Estados Unidos y yo en Europa. Nuestra casa de Wichita fue vendida. Ahora vive otra familia, también con siete hijos.
Las fotografías que tomé a finales de la década de 1970 son como un pasaje a otro mundo que todavía existe dentro de mi. Las miro y sigo allí. Recuerdo cada detalle.
Para mí no es el pasado sino más bien un momento presente especial y delicado que sigue vivo e igual de real. Puedo entrar en un instante, caer en mi otro mundo como en el cuento de Alicia través del espejo. Puede que sea un mundo visto completamente en blanco y negro, pero para mí es igual de real. Mi familia y amigos viven, comen, duermen y juegan, tan eternamente jóvenes, como siempre, como siempre lo harán, vivos, respirando, hablando y relacionándose entre ellos y conmigo, pero todos atrapados entre 1977 y 1980.
Hice estas fotografías cuando era adolescente y cuando las miro sigo siendo ese adolescente. Todavía no he cumplido dieciocho años. Mamá, papá, Anne, John, Paul, Joe, Liz y Patrick - puedo escuchar sus voces, puedo hablar con ellos y ellos me responden. Todos somos todavía jóvenes o niños. Seguimos siendo inocentes. Tengo quince. Luego dieciséis. Más tarde diecisiete, pero nunca dieciocho.
Siendo adolescente nunca me pregunté por mi futuro. Ni idea. Mi único interés en aquel momento era escabullirme como un cazador en un safari, aparecer en silencio, disparar y luego desvanecerme en la jungla de nuestra casa o en el jardín. Capturar los momentos fugaces se convierte en mi obsesión. Es mi juego privado.
Mis padres, mis hermanos, nuestros primos, mis amigos y vecinos, incluso las mascotas, todos son presas dignas de mi cámara. Quiero congelar los momentos, capturarlos en esos instantes precisos, pero en lugar de matarlos como hacen otros cazadores, de alguna manera les doy vida inmortal. Viven. Todavía puedo verlos y sentirlos. Puedo sentir cómo eran sus vidas. No, cómo son sus vidas. Mi hermana mayor, Anne, ante el espejo, antes de una cita. Mamá en la cocina, con la luz del sol de la tarde, hablando conmigo sobre como cose las colchas. Papá llega a casa de su trabajo en Cessna y se queda dormido frente al televisor. Patrick y Liz, jugando para siempre en casa y en el patio como siempre lo hacían, ya que todavía no conocen Internet ni los teléfonos inteligentes.
Hemos sido divididos en dos. Todos, a excepción de mis padres, mis hermanos y yo ahora existimos en dos lugares a la vez. Estamos atrapados para siempre en un hermoso e ingenuo mundo en blanco y negro, a finales de la década de 1970, y al mismo tiempo también estamos atrapados en el brutal tren del tiempo, ahora en 2019, corriendo sin cesar hacia un futuro despiadado de envejecer, sentir lo perdido, viendo a nuestros hijos obsesionarse con las pequeñas pantallas de los teléfonos,
preguntándonos dónde fueron los hermosos y tranquilos momentos aquel de juego inocente.
David Hornback
Exposición. 13 dic de 2024 - 04 may de 2025 / CAAC - Centro Andaluz de Arte Contemporáneo / Sevilla, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España