“Western Union: Small Boats” es la última parte de la trilogía de instalaciones audiovisuales iniciada con “True North” (2004) y continuada con Fantôme Afrique (2005). En estas obras, Julien explora e investiga los condicionantes que implican el origen geográfico y los significados del viaje, tanto físico como espiritual.

Si en el primero retrataba la epopeya de uno de los primeros exploradores del Ártico, que a su vez fue el primer hombre de raza negra en alcanzar esas latitudes, en el segundo reflexiona sobre el post colonialismo recorriendo la llamada “meca del cine” africano, con una especial atención por su particular arquitectura.

Su nuevo trabajo está centrado en esta ocasión en la aventura vital de los emigrantes africanos que intentan llegar hasta Europa. Impresionado por las fotografías de los cadáveres arrastrados en las costas españolas, Julien ... comienza un proceso de investigación que le llevará desde la lejana provincia de Fujian en China, hasta las costas de Sicilia.

Así, Isaac Julien nos relata el viaje de estos emigrantes (a los que Walter Benjamín denominaba “ángeles”) desde el África que sufre las contradicciones de la modernidad hasta una Europa atrincherada en sus privilegios y seguridad. Unos ángeles, por lo tanto, que van desde el paraíso terrenal hasta los palacios del Barroco y la Ilustración.

La obra audiovisual de Isaac Julien es de difícil clasificación y de una fascinante estética: sus trabajos son proyecciones en cinco pantallas en las que el montaje toma una importancia fundamental, tanto en la contraposición entre una escena y la siguiente como en la relación que se establece en lo proyectado en cada una de las pantallas. Es el lenguaje cinematográfico que utilizaban los pioneros del cine como Eisenstein o Abel Gance pero también el de los Nuevos Cines europeos de los años sesenta.

La otra característica fundamental de su lenguaje es la increíble carga poética que tiene cada imagen y la enorme importancia que adquiere el sonido. Este es casi tan importante como lo proyectado y termina de configurar un territorio sublime que envuelve al espectador en una experiencia única en el arte actual.

En la obra que presentamos se introduce un nuevo elemento lingüístico: el movimiento del cuerpo. En los últimos tiempos Julien ha colaborado en una serie de performances basadas en sus trabajos anteriores con el coreógrafo Russel Maliphant. De esta experiencia se deriva la importancia de los movimientos que los actores-bailarines realizan en la escena llegando a crear pequeñas coreografías o pasajes bailados.

La imagen, el montaje, el sonido y ahora, el movimiento serían los cuatro vértices sobre los que se desarrolla el lenguaje artístico de Isaac Julien.