Descripción de la Exposición
En esta nueva muestra individual en STOA, Julie Alegre exhibe, con su técnica habitual, 16 tintas sobre papel, una particular visión sobre los conflictos religiosos que, endémicamente, sufre su país, Francia, aunque el problema es generalizado en casi toda Europa, y que ella focaliza en las religiones del Libro. Su intención es encontrar el ideal utópico de una cohabitación perfecta. Un ideal tan antiguo como el mismo inicio de la convivencia intercultural, problemático desde hace siglos. Para Julie, la esperanza en la consecución de esa empresa, descansa en el mundo femenino, omnipresente en toda su trayectoria.
-------------------------------
-------------------------------
JULIE ALEGRE Y LOS VALORES DE LO SAGRADO.
El adjetivo «sebasmático, Σεβαιος» se utiliza en el campo conceptual de algunas escuelas filosóficas para designar a todo aquello que tenga que ver con el conocimiento de los valores de lo sagrado, tanto si estos son valores religiosos (referidos a númenes o a dioses) como si son valores santos (referidos a hombres excepcionales) o a valores fetiches (referidos a cosas sagradas).
Quien conoce la obra realizada hasta ahora por Julie Alegre sabe que está repleta de formas sagradas, símbolos religiosos y figuras fetiche que forman un mapa sebasmático único e insospechado. Al mismo tiempo, en cada una de sus nuevas exposiciones, como la que ahora les presentamos, va añadiendo a su baúl-mundo (como se le denominaba en el siglo XIX al baúl donde se colocaba el ajuar de la novia) todas aquellas cosas que Julie, como novia del Arte, ha ido colocando a lo largo de su ya madura carrera como artista valorada.
En esta nueva colección de su obra el espectador podrá apreciar que cada cuadro parece un pañuelo abierto que imaginado en horizontal podría ser un mapa. Allí encima, Julie habría ido colocando, una a una, las piezas de su baúl- mundo elegidas para cada composición. La podemos imaginar oficiando la magia pictórica, colocando cuidadosamente las formas en el “altar”, concentrada. Terminado el ritual, pasa ante el espectador, que será testigo de la transustanciación de los símbolos, colores y formas en códice. La materia artística ahora así colocada conforma un conjunto coherente de códigos manuscritos esperando ser descifradas. Cruces, estrellas, minaretes, senos, cúpulas cerradas se transforman en pueblos, creencias, ritos, guerras, mujeres que comparten baños, pasiones, miedos, recuerdos de canciones y miradas.
Si así fuera, Julie se habría convertido en una sacerdotisa de sus propias tribulaciones conjuradas. Dentro del templo de su atelier, sobre el “altar” de los cuadros, iría montando cada pieza, quizá al albur de lejanos cantos; alguien se preguntará ¿es consciente del sagrado acto? Difícil demostrarlo, claro, toda esa sustancia simbólica que ha conformado parece que tiene lógica, sentido, ritmo, constituye una liturgia, un solemne acto. No parece una artista que busque lo extraño, más bien lo huye, o si lo enfrenta como misterio intenta no encubrirlo, parece invocarlo. Esto se deja ver en toda la exposición, es la geometría sentimental de cada cuadro.
Los objetos y las formas se van moviendo y conformando; saltan sobre escaleras que progresan; algunos objetos suben y otros se quedan en bajo. A veces divide el mapa en dos espacios, y sobre un objeto concreto y su sentimental sustancia, pone el punto que lo distingue de los otros, o bien lo señala con un contacto. Julie pinta con el recuerdo de los tiempos cuando siendo niña se bañaba como las mujeres del cuadro. El hammam fue un escenario alegre y un constante sentimental adversario. En el conjunto de esta obra a Julie se la ve ajustando cuentas con los enemigos de su mundo no artístico, los enemigos de lo humano, los intolerables adictos de lo simple, de lo vano, va contra los radicales y los extremos del ego insano.
Si quisiéramos hacer un análisis geométrico de la colocación sistemática de algunos de los objetos de cada cuadro, quizá encontraremos un sentido preciso y exacto. No hay más que mirar y ver que entre los símbolos representantes de las grandes religiones del Libro, el judío, el cristiano y el mahometano siempre aparecen en busca de una dialéctica deseada, pero nunca resuelta y sí muchas veces inventada por la historia ficción o por el interés de alguna cruzada.
La religiosidad, representada en la obra de Julie Alegre, quizá sea más un deseo socializador de entendimiento y tolerancia que un reconocimiento personal por los servicios prestados, a esos pueblos que sin pedírselo los bendijeron y los salvaron. Quizá también por eso los símbolos fetichizados de cada una de ellas, incluyendo a las religiones como la egipciana, estén dibujados de tantas formas irregulares o infectas (no perfectas) tanto si las presenta en esquema analógico con la Cruz Cristiana, la Menorá Judía, el Djamaa el Djazaïr, geométricamente vectorizado, todo eso formando su mapa simbólico-sentimental, su itinerario del alma.
También el gineceo artístico representado en la obra de Julie es una constante gravitacional que contiene un jugoso catálogo de alusiones, referencias, síntesis y variaciones, que producen un efecto de unidad temática constante, punto y contrapunto para muchos de los temas fetiche de la pintora, la maternidad no vivida o la sexualidad representada. Es aquí donde el oficio de la artista desvela la condición ineludible de despojarse de sus demonios y de no ocultar la alegría de existir artísticamente y celebrarla, de tener como misión sagrada la búsqueda de la coherencia de su obra y buscarla. Esta exposición es una gran ocasión para empezar a admirar la virtud artística de las obras de Julie en sus mapas.
Pero la virtud no es un escudo contra el malditismo. La coherencia artística no tiene por qué ser solidaria con su personalidad, y a veces se presenta la persona como contradistinta de la obra. No es condición de genialidad las extrañas personalidades de muchos artistas, pero sí se debe destacar que las virtudes excepcionales de aquellos que fueron inimitables y han pasado a la historia por su personalidad incomprensible nos han dejado las más grandes obras de arte, la mayoría en circunstancias de vida penosa, lastrada; sin embargo, han servido de referencia, ejemplo y modelo para las generaciones posteriores, la lista es de todos conocida y larga.
Cuando una pintora como Julie expone ante el público una obra tan esquemática como la que les presentamos, cada pieza del códice remueve su historia, su psicología, la Sociología, la Antropología, con una técnica artística bien resuelta, con un mensaje personal que anhela concordia y esperanza. No cabe pensar que Julie Alegré es una artista más, es evidente que entre sus poderes femeninos tiene grandes dotes para la comprensión del mundo que la rodea y la construcción de su mapa de sensaciones sintéticas y estéticas.
Roberto Ballesteros
Comisario de Exposiciones
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España